Revista Cultura y Ocio

Fulgencio Argüelles: "El palacio azul de los ingenieros belgas"

Publicado el 28 enero 2015 por Juancarlos53

He leído esta novela de Fulgencio Argüelles, Premio Café Gijón de Novela 2003, por recomendación de mi amiga, y excelente lectora, Eugenia Ruiz. El autor me era un completo desconocido (¡mejor, -me dije- así conozco algo diferente!). Puesto a leerla, desde el primer momento me atrapó por... todo: por la historia que contaba, por el momento histórico en que la situaba, por la manera de presentarla, por el magnífico léxico que utilizaba, por... Para mí ha supuesto una entrada de aire fresco en la novela que se está haciendo en España.

Al acabar de leerla quise saber algo más sobre el autor. Resulta que Fulgencio Argüelles es un psicólogo asturiano de 60 años, especializado en psicología del trabajo y de las organizaciones. Con esta preparación no me ha extrañado nada saber que es concejal socialista en el Ayuntamiento de Mieres, lugar donde pasó infancia y juventud. Argüelles, además, trabaja su asturianeidad, esto es, ama tanto a su tierra que todo lo que ha escrito lo ha situado en ella, llegando incluso a utilizar como lengua en algunos de sus cuentos el bable o 'asturianu' (el libro de relatos " Seronda " lo hizo en este antiquísimo dialecto del latín que acérrimos asturianos como Fulgencio califican de "llingua"). También la novela que comentamos sucede en tierra asturiana durante el período anterior e inmediatamente posterior a la Revolución de Asturias del año 34.

(proporcionada por la propia editorial "El acantilado")

Un día de septiembre de 1927, Nalo entró a trabajar en el palacio azul de los ingenieros belgas como aprendiz de jardinero. Las primaveras y las revoluciones llegaron al palacio antes que a ningún otro lugar e iniciaron al joven en la amistad y el amor, en la comprensión y el análisis. Fulgencio Argüelles, a través de un narrador certero que observa con ternura, nos acerca a los avatares personales e históricos de quienes vivieron y trabajaron en el palacio azul, y conforma un mundo particular que trasciende a lo universal.

El relato nos cuenta la iniciación a la vida de Nalo, hermano de la culta Lucía y nieto de un soñador creador de inventos, el abuelo Cosme. La familia de Nalo y Lucía siempre ha estado unida a la mina: su padre, Jacinto, trabajaba de entibador en ella y en ella morirá a consecuencia de una explosión de grisú; el resto de hombres de este grupo familiar: Julián, borracho y violento marido de Lucía, y el revolucionario primo Alipio también se ganan el pan en las entrañas de la tierra. Una tierra, toda ella en poder de los ingenieros belgas, Jacob y Hendrik, que viven en ese palacio azul que da título al libro. Y a ese palacio irá de aprendiz de jardinero Nalo, casi un niño, al que su abuelo Cosme ha conseguido el trabajo.

La historia, que se inicia en 1927 en plena Dictadura de Primo de Rivera, es relatada en primera persona por el mismo Nalo. El descubrimiento de lo que es la vida -pública y privada- lo realiza y nos lo cuenta directamente este personaje, que por momentos me ha recordado a los pícaros de nuestro Siglo de Oro. En lo privado Nalo aprende lo que es el sexo por el contacto que tiene con las mujeres del relato: su hermana Lucía le enseña la geografía femenina pero le advierte de la imposibilidad del contacto entre hermanos,la señorita Fulgencio Argüelles: Julia le inicia en el sexo, y Elena le introduce en los vericuetos y complicaciones del amor; también Aida, la hija del jardinero Eneka, cumple su función al respecto.

En el campo de lo público Nalo entenderá y sufrirá en carne propia lo que supone la lucha de clases, pues no en balde él habita en ambos mundos. Así entiende las preocupaciones de Elena y también comprende las soflamas revolucionarias de su primo Alipio. Él está en medio y como buen pícaro sabe -o al menos eso intenta- nadar en las dos aguas. Durante el levantamiento asturiano del 34 Nalo contemporizará con unos y otros y comprenderá que la verdad no es única y que la acción anarquista (Alipio) no debe dejar de lado la reflexión estoica (Eneka). En sus propias palabras como perfecto personaje de la picaresca española dirá:

"Ante mí pasó el final de aquella guerra tal como lo había hecho el comienzo de la misma, con el pensamiento abarrotado de preguntas" (pág. 302).

Muchos hay, pero en este post voy a referirme sólo a cuatro: La lengua (vocablos, frases y sintaxis); La Belleza (la poesía y las mujeres); La Política (la Revolución y las revoluciones); y el Culturalismo.

Para mí, sin lugar a dudas, el elemento más destacable de esta novela es la increíble -por lo excelente- utilización que hace el novelista del idioma, fundamentalmente en sus aspectos léxico y sintáctico.

A mí el vocabulario utilizado me ha parecido bellísimo. Fulgencio Argüelles disfruta, como lo hacía Miguel Delibes en sus relatos castellanos, recuperando vocablos poco utilizados y en riesgo de perderse. Así se ve en los mil tipos de flores que el jardinero Eneka le enseña a Nalo (" narcisos del aturdimiento, vivaces aquilegias postradas como frailes bocabajo, androsemos sangre de hombre por encima de todo lo imaginable, rosetas de margaritas gigantes, azules espadas de caballero, ramilletes de milamores u orquídeas amarillas con olor a saúco"); también cuando hablando de la presa que quiere construir el abuelo Cosme nombra muelas corredoras, muelas soleras, martinetes, mandriles, rodeznos, llábanas de la presa, virones de castaño, blindas para el embalse, etc.; o cuando usa términos tan terruñeros como encoscado, sales timoladas, epanástrofe, p asodobles de pomarada, talanquera del hórreo, antojana, trebejos de barro, resalvos, tendejón de las herramientas, bruza del caballo, baladrera ..., y muchas otras más de este tenor. Pero además el novelista no es mero recopilador de vocablos sino que sabe urdirlos entretejiéndolos con un lenguaje poético como pocas veces he leído:

"El segundo de los embalses serviría el agua en receptores hidráulicos para un complejo de rabiles que separarían el grano de la glumilla, de molinos para molturar el maíz, la escanda y el trigo, de batanes para suavizar la lana y el lino, de ferrerías donde se calcinaran las menas y se hicieran los forjados primeros, de martinetes, de afiladeras y de fraguas donde los vecinos fabricarían las herramientas necesarias para sus hogares y para sus labores en el campo y la ganadería" (pág. 217)

Si algo caracteriza al personaje de la abuela Angustias, además del sentido amor hacia Cosme, su marido, esto es la aplicación que hace de los refranes a las situaciones más variopintas. Argüelles creo que en este personaje quiere hacer un canto a esa sabiduría popular contenida en el refranero que hoy está en serio peligro de desaparición:

"La abuela Angustias me recibía sonriente y me decía, qué guapo te dejó Patricio, Nalo, y luego añadía alguno de sus refranes, lo hermoso a todos da gozo, más puede la hermosura que billetes y escrituras, cuerpo bien hecho no ha menester capa, y lisonjas por el estilo" (pág. 90)

También la construcción sintáctica me ha encantado. En especial esa constante repetición de la conjunción "Y", -a veces también la "O"-, que Nalo emplea en su contar y que sirve, en mi opinión, para transmitirnos una especie de inseguridad o/y balbuceo casi infantil, al tiempo que también impone una sensación de orden y totalidad en aquello que narra; narración en la que parece buscarse la sensación de totalidad a través de exhaustivas enumeraciones:

"Vi pasar a un grupo de revolucionarios llevando prisioneros a unos guardias civiles. Uno de los guardias, que llevaba un brazo en cabestrillo y sangraba por la frente, lloraba y decía, nosotros estamos de vuestra parte, y lo repetía una y otra vez entre lágrimas, podéis contar con nosotros, estamos de vuestra parte, hasta que uno de los obreros le dijo, eso ya se verá, y le pidió que se callara. El mozo de la ferretería que recogía las cajas vacías de las balas y los cartuchos, me dijo, ese guardia es un cabrón, se llama Pincio, y es famoso por los golpes que da en la cabeza con el puño cerrado a los detenidos, y le pregunté al mozo, tú con quién estás, y él dijo, yo estoy con los héroes [...] Y en aquello que presenciaba, el obrero altivo, el guardia lloroso y encanecido, el mozo que soñaba y recogía cajas vacías en medio de una batalla, no sabía yo si predominaba el orgullo o la compasión o la vergüenza o el miedo, no sabía si aquello que pasaba ante mí ya era una realidad distorsionada por tanta perplejidad, y el mozo me preguntó, y tú de qué lado estás, y le respondí, ando buscando a unos amigos, y también le dije, ten cuidado con las balas perdidas, y llegué de nuevo al edificio, donde una multitud contemplaba el ataque desde la distancia, y allí me informaron que eran ya cuatro los obreros muertos y que los guardias de asalto aún no se habían rendido." (pág. 271)

El novelista, aparte del profundo conocimiento que demuestra de los años en que sitúa la historia que relata, hace gala de su saber cultural. Nalo, el narrador, presenta la crudeza de la situación que viven las clases populares en contraste con la belleza y satisfacción material y espiritual que se respira en el Palacio azul de los ingenieros belgas; y sin renunciar a sus orígenes populares ansía retener toda esa belleza en su cabeza como hiciera el jardinero Eneka que memorizó los mitos clásicos para referírselos a su amada. Del mismo modo que su maestro, Nalo disfruta creando belleza en el jardín del Palacio a pesar de que el anarquista Alipio le reconvenga acusándole de contribuir a la opulencia degenerada de los ingenieros belgas:

"pensaba [Él, Nalo] que bien pudiera ser que la belleza estuviera en aquello que no servía para nada, como los poemas que leía Lucía, como las pinturas de los flamencos Jordaens o Teniers el Joven" (pág. 178)

Fulgencio Argüelles:

Lucía y Eneka son los personajes que más aman la cultura, los que más luchan por preservarla y salvarla. Así durante los excesos revolucionarios salvarán los libros de la biblioteca de los belgas y luego al desembalarlos, cual si del escrutinio de la biblioteca de don Quijote se tratara, toman los libros, leen sus lomos y dejan caer algún comentario sobre ellos:

"Lucía y Eneka desembalaban los cajones de libros que habían recibido antes de la revuelta [...] Eneka los tocaba, rozaba las hojas con la yema de sus dedos como si quisiera sentir los murmullos de los habitantes del libro, y nos decía, Pausanias, un viajero griego que describe su tierra, y tomaba otro libro, y repetía el ritual, lo acercaba a su cara y con el dedo pulgar hacía que las hojas se precipitaran una tras otra formando un abanico y aspiraba el olor de aquel viento de palabras y nos decía, Teofrasto, la primera descripción psicológica de los diferentes caracteres a través de los comportamientos, y luego sacaba otro libro del cajón, y decía, Longo, la historia de amor de Dafnis y Cloe" [...] (pág. 287)

En un texto tan poético la música aparece por doquier. En primer lugar en el cuidado lenguaje y sus construcciones; luego ya, dentro de la propia historia, Elena vive en torno a la música y su exigencia es mucha para consigo misma:

"Hacia el final de septiembre, Elena abandonó los estudios de música y canto. Llegó y me dijo, vivo rodeada de mediocridad, eso me dijo, y me explicó, no quiero ser una mediocre, cuando escucho el coro de los hebreos cautivos en el Nabucco de Verdi o el piano de las sinfonías de Beethoven, cuando oigo las voces de Isabel Bru, de Amelia Fioretti, o incluso de Amalia Molina, frunzo las cejas, me estremezco y siento miedo," [...] (pág. 267)

Cual Bécquer, Argüelles monta un texto literario pleno de belleza construida a través de un trabajado lenguaje poético, a veces de un excesivo barroquismo (en ocasiones esta novela me ha recordado a "Bomarzo" de Manuel Mujica Láinez) y que en el aspecto del contenido halla el culmen de la hermosura en la Mujer.

Las mujeres en este relato son muy importantes: la abuela Angustias, Lucía, Aida, Elvira, Elena, las belgas Geertahe y Sakia, hasta la mismísima República (al menos en su representación alegórica)... son esenciales en la evolución de Nalo. Pero lo esencial es la manera como el autor coloca a la Mujer en relación total con la Naturaleza, con la que se comunica de manera secreta y mágica:

"Le dije, me voy a casa, y me besó [Lucía] , estaba muy hermosa, me abracé a ella y en aquel abrazo había una explicación secreta, y pensé que por las mujeres corría la vida como un gran río, que a través de ellas tenía continuación el mundo, que la naturaleza y sus misterios estaban en ellas, que fluía por ellas la historia de los pueblos." (pág. 210)

4.
La Política, la Revolución y las revoluciones

Durante los años en que transcurre la historia novelada vemos pasar ante nuestros ojos la política española (Dictadura, República, Revolución, e intuímos ya la proximidad de la Guerra Civil). Si bien estas grandes palabras con mayúscula son el marco, lo importante no son ellas sino lo que hay dentro del cuadro. Y lo que hay dentro es la evolución, el cambio, la revolución si se quiere de unos personajes que con sus pequeños pasos configuran y dan contenido a los términos que los contienen.

Así lo vemos fundamentalmente en el asunto central, el de la Revolución. Si bien la Revolución de Asturias del 34 es muy importante, en la novela que leemos lo esencial de verdad son las revoluciones con minúscula de sus personajes: del abuelo Cosme que por fin ve realizado su filantrópico sueño de ingenieria, la interior de Lucía o de Elena, y, sobre todo, la que experimenta Nalo en el paso de su niñez-adolescencia a la edad adulta. Porque lo importante no es la Revolución, sino las pequeñas revoluciones; así se colige de lo que el ruso Basilio le dice a Nalo cuando ha estallado la primera:

"Le pregunté a Basilio cuánto tiempo creía él que iba a durar aquello, y me dijo, unos días, se acabará en cuanto el ejército se organice, y le volví a preguntar, entonces para qué todo todo esto, porque una revolución se hace para que dure siempre, y él me explicó, mira, Nalo, las revoluciones hay que hacerlas aunque duren media hora, para mucha gente son la esperanza de que las cosas cambien, sin esa esperanza no aguantarían, incluso acabarían quitándose la vida" (pág. 281)

La mariposa de la que en ocasiones habla Eneka resume en parte el sentido de todo el relato. La mariposa, bellísima, surge de la transformación, del cambio, del renacer que supone su evolución desde la oruga a través de la fase de crisálida. Algo tan feo, tan rastrero y urticante como la oruga da paso a la belleza de la mariposa. Así en esta novela, Argüelles nos presenta de manera sucesiva aunque fragmentaria una serie de sucesos ordinarios, los cuales -de ello nos damos cuenta al finalizar la lectura- forman el hilo de lo extraordinario. Por otra parte, Nalo cuando piensa en Eneka, Lucía y en sí mismo, esto es, en los humildes, se da cuenta de que ellos sólo podrán salir de su estado o al menos sobrellevarlo a través de la cultura en sentido amplio; y que gracias a la lectura aumenta el conocimiento y se intuye rozar la belleza, o sea a la mariposa, gracias a la cual podemoss separamos de la vulgaridad de los hechos de los hombres y elevándonos sobre ellos lograr la supervivencia.

"En aquella palabra había luz y color y había renacimiento, en su pronunciación había un intento de conjurar la inercia de las cosas, en su comprensión había música y danza y júbilo, en su búsqueda había vértigo y en su encuentro había invulnerabilidad. Todos de alguna manera jugábamos a ser mariposas." (pág. 251)

Fulgencio Argüelles:

Título: "El palacio azul de los iongenieros belgas"

Autor: Fulgencio Argüelles

Editorial Acantilado

Año de Publicación: 2003

Premios: Café Gijón de Novela 2003, y Premio de la Crítica de la Asociación de escritores de Asturias a la mejor novela publicada en 2003.

Páginas: 318


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