Contra el vicio de versionar una canción tratando de “superarla” (en los conocidos términos deportivos de más rápido, más alto, más fuerte), está la virtud de hacerlo con humildad, reconociendo en el fraseo de cada verso la labor de los que te antecedieron, y con más respeto aún cuando se trata de los compositores originales del tema.
Contra el vicio de versionar una canción tratando de calcar cada uno de los giros que le imprimió su intérprete original, la virtud de llevarla a tu terreno, sin doblegarla. Acercándose a la partitura de una forma mansa, acariciando el hocico del caballo en vez de saltar sobre el animal como un jinete de rodeo mientras tu público cuenta los segundos que faltan para que seas despedido.
Contra el vicio de versionar una canción pensando que puedes hacerlo simplemente porque el tema te gusta y consideras que TIENES DERECHO a hacerlo, la virtud de cuestionar qué es lo que puedes aportar con tu lectura de esa canción, y por qué vale la pena intentarlo.
Picasso decía que le había costado toda una vida aprender a dibujar como un niño, y creo que algo parecido es lo que le sucede a Dylan: cuando las aptitudes son tantas, y ya no existe la necesidad de justificarse, entonces uno puede permitirse el lujo de dejar que emoción desborde a la técnica, y que el temblor se imponga al trazo firme. No es sólo una cuestión de la sabiduría que aporta la edad -y Dylan, evidentemente, la tiene- y tampoco se explica únicamente desde la reverencia con la que contemplamos al mito: cuando uno escucha “Full Moon & Empty Arms“, la versión del célebre tema de Buddy Kaye y Ted Mossman que en su día popularizara Frank Sinatra, y siente cómo se le eriza el vello, no queda otra que reconocer que el de Duluth mantiene su capacidad para impregnar cualquier canción de verdad y sentido.
El tema se publicó hará unos meses en la web de Dylan, así, de pronto, sin avisar (ya podían hacerlo otros muchos del mismo modo, y ahorrarnos el aburrimiento), y aún ahora seguimos sin tener demasiados datos. Por lo que parece, la exquisita versión adelanta el que podría ser el álbum que diera continuación a su “Tempest” de 2012, y muchos ya se animan a catalogarlo como un álbum de versiones, en la línea de los anteriores “World Gone Wrong “o “Good As I Been To You?”. “Shadows In The Night” (así es como se llamará este nuevo disco) se publicará probablemente antes de finales de este año (las previsiones más excitantes hablan del ¡22 de agosto!), y de momento poco más se sabe… ¿Debemos considerar la portada que han avanzado -inspirada claramente en el trabajo del diseñador gráfico Reid Miles para las portadas de jazz del sello Blue Note- como una pista más del sonido del álbum?.
Dylan no se aleja demasiado, en teoría, de la interpretación de Sinatra, y sin embargo (reconozco que esta es una cuestión sujeta a una cierta subjetividad) la supera: las diferencias entre ambas versiones se reducen a leves cambios, como la sustitución de la sección de cuerdas con la que se envolvía La Voz por los arreglos desnudos de una guitarra más cercana al slide country, y la inevitable traslación de los versos al personalísimo fraseo del bardo. Tanto una como otra se alimentan de la misma melancolía (no en vano, el tema se basa en la composición de Sergei Rachmaninoff Concierto para piano número 2 en C menor), pero ya se se sabe lo que pasa con la luna cuando dos enamorados la miran: nunca es igual. En la práctica, la de Sinatra reina altiva en el cielo, con el brillo soberbio que le aportaba una laringe de capacidades sobrehumanas, en plenas facultades. La de Bob Dylan, por contra, es la luna cantada por un viejo de garganta rasposa, en el que tras cada verso creemos adivinar una dolorosa despedida: una voz cansada que se muestra incapaz de suspender un luminoso disco blancoazulado en la noche estrellada, y se tiene que conformar con depositar su ondulación en las aguas nocturnas de un estanque. La belleza sólida contra la emoción de la ruina: la primera quizás es más cierta y digna de ser contemplada, pero la segunda, apenas un esbozo en el que son más las sugerencias que las certezas, nos convierte en arquitectos.
Esta vez no hay un enlace como los que habitualmente cierran estas entradas, simple y llanamente porque no existe. Para escuchar esta maravillosa canción, no queda otra que dirigirse a la web de Dylan. A él (y solamente a él) se lo permitimos: haced click aquí.
Publicado en: RevelacionesEtiquetado: Bob Dylan, Columbia, Crooners, Frank Sinatra, Shadows Of The Night, Slide Country, VersiónEnlace permanente2 comentarios