Revista Arte

Fundación Museo Jorge Oteiza

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

" El arte no transforma nada, no cambia el mundo, no cambia la realidad, lo que el artista transforma de verdad, mientras evoluciona, transforma y completa sus lenguajes, es a sí mismo. Y este hombre, transformado por el arte, que puede desde la vida transformar la realidad"
Jorge Oteiza

El museo

Recientemente tuve la ocasión de visitar el Museo Oteiza situado en Alzuza, población cercana a Pamplona, lo que me permitió conocer de cerca su taller, biblioteca y un gran número de obras pertenecientes a sus primeras etapas creativas.

Fundación Museo Jorge Oteiza
El museo se encuentra en lo alto de una ladera, al lado mismo de su vivienda original, convertida luego en casa-taller. El edificio nuevo lo proyectó el arquitecto navarro Francisco Saénz de Oiza, que también realizó el Santuario de Arantzazu, en Oñati, donde intervino el propio Oteiza. El museo se construyó entre los años 1998 y 2003. La relación existente entre ambos edificios se consigue mediante una galería vidriada, enlazando pasado y presente.

El museo está ubicado en un lugar privilegiado ya que desde él se ve todo el valle de Egües, con Pamplona al fondo. Saenz de Oiza consiguió armonizar y equilibrar el contenido y el continente, ya que "la Fundación no puede caer en la contradicción de hacer una escultura para contener esculturas. Cuanto más elemental y simple resulte, más monumentales resultarán las esculturas que se ofrezcan en su interior". El edificio tiene forma de cubo de color rojo que en su parte superior tiene tres lucernarios que se pueden ver desde lejos.

EL fondo del museo cuenta con 1700 esculturas, 800 dibujos, además de 2000 estudios de laboratorio de tizas y una biblioteca con 5000 libros provenientes de su colección particular, donde se pueden consultar diversas temáticas, como por ejemplo antropología, filosofía, narración, poesía, arte y temas relacionados con el País Vasco. Asimismo, hay una apreciable hemeroteca y un gran número de escritos aún en proceso de catalogación, así como grabaciones audiovisuales, fotos, carteles, discos y cintas de música. La colección parte de sus primeras obras de los años treinta, que se movían en torno a la figuración, pero con un marcado acento expresionista. Hay diversas piezas de cuando regresa de su estancia en América a finales de los cuarenta, momento en el que se aleja de la figuración y se adentra en el terreno abstracto, donde el espacio vacío o incluso el propio vaciado de la pieza se convierten en protagonistas. Son esculturas verticales, muy sutiles y ligeras, que Oteiza las denomina como "transestatuas".

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Hay una sala donde se pueden contemplar diversas piezas procedentes del proyecto escultórico de la basílica de Arantzazu. Al lado, hay obras de sus investigaciones sobre los módulos de luz. En otro ámbito se muestran los estudios sobre "la ampliación funcional del muro" relacionado a los relieves murales.

Se exhiben esculturas en las que se aprecia nítidamente su interés por el vaciado y desocupación de las formas geométricas, como por ejemplo el cilindro, la esfera y el cubo. Entre ellas una obra que consiguió el Gran Premio de Escultura de la Bienal de Sao Paulo. El circuito expositivo continua con esculturas "conclusivas de su experimentación, las cajas vacías y metafísicas, en las que el tratamiento espacial de la escultura culminó con el abandono de la escultura por parte del autor".

Hay un espacio dedicado únicamente a las piezas de tiza, papel, maderas, escayola y corcho, denominado Laboratorio de Tizas, que le sirvieron para seguir su investigación sobre las formas escultóricas. Según él, el laboratorio es "una disciplina para pensar visualmente y comportarme. Una lógica pura (...). Todas las obras que conservo, todas las que hice, han quedado vacías en el momento de realizarlas y examinarme. No era la escultura, era yo el que se realizaba". Los dibujos, los collages y los bocetos completan la colección.

La Fundación

Respecto a la Fundación Museo Jorge Oteiza, se trata de una institución cultural privada pero de contenido público que está financiada por el propio gobierno navarro con la intención de preservar y difundir el legado del artista. La donación al pueblo navarro se realizó en 1992. La presidenta del Patronato de la Fundación es la profesora Jaione Apalategui, siendo el presidente de honor el arquitecto Rafael Moneo.

La Fundación, aparte de servir como escenario de reflexión, interpretación e investigación del escultor vasco, también concede becas, edita libros, revistas y catálogos, así como difunde su obra en diversos campos, tanto artísticos, como académicos y sociales en la propia Navarra como en otros lugares. Tiene un presupuesto anual de 900.000 €.

Fundación Museo Jorge Oteiza
Antecedentes

La anterior ocasión que pude contemplar el trabajo de Oteiza fue con motivo de una antológica que se celebró hace cuatro años en la Fundació Caixa de Catalunya, ubicada en el edificio de Antoni Gaudí, La Pedrera, de la que esta misma revista se hizo eco. La exposición se titulaba "Oteiza. La desocupación del espacio", donde se exhibía una amplia pero bien seleccionada obra, en que se podían apreciar los diferentes procesos experimentales de desocupación y vaciamiento que llevo a cabo hasta su obra conclusiva de finales de los cincuenta. También se mostraron diversos dibujos y documentos originales que sirvieron para dar a conocer aspectos tanto de su vida creativa como social y política, así como otras facetas de orden arquitectónico, pedagógico, poético y cultural.

El artista

Jorge Oteiza (Orio, Guipúzcoa, 1908 - San Sebastián, 2003) está considerado como uno de los máximos artífices de la escultura contemporánea vasca, y por extensión española. En muchas ocasiones se ha comentado el hecho de que un territorio tan pequeño como es Euskadi tenga tantos escultores importantes, sobre todo de la segunda mitad del siglo XX, como por ejemplo Eduardo Chillida, Agustín Ibarrola, Néstor Basterretxea, o más jóvenes caso de Pello Irazu, Txomin Badiola y Ángel Bados, entre otros. Todos ellos dentro de un estilo diferente pero con muchas cosas en común, principalmente por su discurso creativo, donde la abstracción geométrica es bien evidente en sus esculturas. También es cierto que entre Chillida y Oteiza hubo un enfrentamiento con acusaciones de plagio, aunque en 1997 se reconciliaron después de treinta años de enemistad. Además, tanto Chillida como Ibarrola han sido los que más controversia han originado a nivel público, principalmente por sus posturas, en algunas ocasiones radicales, respecto a las instituciones públicas vascas.

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Sirva como ejemplo que después de su muerte, acaecida en 2003, se celebró una antológica en el Museo Guggenheim de Bilbao, comisariada por Margit Rowell y Txomín Badiola, en la que se mostraba por primera vez sus trabajos en papel. El propio artista había manifestado que sentía rechazo por el Museo Guggenheim, ya que lo consideraba como "la pura estafa Euskodisney", y que nunca expondría en él. Por suerte, la dirección del museo y las instituciones vascas no tuvieron en cuenta esos pensamientos y decidieron llevar a cabo dicha antológica, que también sirvió de homenaje y de agradecimiento por su contribución al arte contemporáneo, ya que hoy en día su obra no es lo suficientemente conocida a nivel internacional, a diferencia de Chillida por ejemplo, ya que sus esculturas se han visto poco fuera del País Vasco. Además, se da la circunstancia, digamos que excepcional, en que se alejó de la escultura en 1959, ya que pensaba que su obra había llegado a su final, sin nada más que decir y enseñar. Es obvio, pues, que ello no le benefició para que se le reconociera internacionalmente.

Es cierto que Oteiza tuvo diversas razones para sentirse engañado o menospreciado por las instituciones o determinados personajes de la vida cultural vasca y española pero, por otro lado, creo sinceramente que ha pecado de un excesivo egocentrismo, ya que ha querido ser protagonista de la vida cultural de su país. El hecho de que no se le haya concedido un premio o un proyecto para realizar no significa que otros participantes necesariamente tengan una propuesta inferior a la suya, sino que en tal caso será diferente, pero nunca inferior.

Antes de dedicarse a la escultura quiso estudiar arquitectura en Madrid, pero no al no conseguirlo se matriculó en la Facultad de Medicina en la que solamente estuvo dos años. Más tarde, entra en la Escuela de Artes y Oficios de la capital de España aunque estudiará poco tiempo.

Sus inicios en la escultura se remontan a 1928 siendo su etapa más productiva hasta finales de los cincuenta. Sus referentes escultóricos fueron Alberto Sánchez, Jacob Epstein y Dimitri Tsaplin, aunque posteriormente mostrará interés por el trabajo de Henry Moore y Pablo Picasso. A través de Moore descubrió el vacío, aunque las formas primitivas y atávicas que surgen en sus inicios se acercan a las obras de Picasso.

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Al poco tiempo de realizar su primera exposición ya obtiene el Primer Premio del IX Certamen de Artistas Noveles Guipuzcoanos con la escultura Adan y Eva, Tangente S=E/A. Dos años más tarde vuelve a ganar este mismo premio. Es el momento en que sus trabajos giran entorno a los monolitos primitivos. Durante los años 1935-1948 vive en Sudamérica, siendo profesor de la Escuela Nacional de Cerámica de Buenos Aires. Al volver del exilio reside en Bilbao. El mismo año de su regreso consigue el Primer Premio del Concurso Nacional para erigir el monumento a Felipe IV, con la colaboración del arquitecto Ruíz Azpiri, con la intención de ubicarlo en la Plaza de la Constitución de San Sebastián, aunque el proyecto nunca llegó a cristalizarse.

En la década de los cuarenta se interesa por el racionalismo y posteriormente con la abstracción geométrica. Luego se adentra en el constructivismo y el estudio del espacio, aspectos que definirán su aportación al terreno escultórico de las vanguardias del siglo XX. Posiblemente los años 50 serán los más creativos e importantes de su trayectoria, aunque en 1952 realiza las esculturas de la Basílica de Arantzazu, así como también hace los esbozos de las estatuas religiosas. En 1957 participa en la IV Bienal de Sao Paulo, donde exhibió una treintena de obras y en la que obtuvo el Gran Premio de Escultura. Después de dejar la escultura a finales de los cincuenta aún gana el Primer Premio del concurso de urbanización de la Plaza de Colón de Madrid, que nunca llegó a realizarse. En 1972 vuelve a dedicarse a la escultura pero solamente a la parte en la que su trabajo estaba aún por finalizar o que simplemente estaba esbozado. En 1988 recibe el Premio Príncipe de Asturias y un año después participa, junto con la escultora catalana Susana Solano, en la Bienal de Venecia.

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