Revista Psicología

Fundamentalismos de consumo masivo

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Fundamentalismos de consumo masivo

Se ve proliferar en las redes sociales de internet, gran variedad de ideologías que circulan, se comparten y se reproducen como verdades incuestionables. Muros y notas muestran tendencias filosóficas, políticas, científicas que compiten indiscriminadamente por alcanzar el podio de certeza absoluta, entre acuerdos y disputas intensas. Tales tendencias adquieren mayor peso en la medida del esfuerzo y habilidad creativos tanto de los usuarios/adeptos visibles, como de los impulsores/fuentes invisibles. Mientras los últimos, con estrategias publicitarias implícitas, instalan determinadas ideas como productos de consumo imprescindibles, los primeros aportan un creciente compromiso emocional al ideal adquirido que se incrementa a través de la velocidad en su difusión y la multiplicación de adeptos.

En tiempos de anomia como los actuales, un ideal se transforma rápidamente en punto de referencia para una población hambrienta de lazo social y vínculos de pertenencia, obteniendo además, la ilusión de representatividad. Los mercaderes del "buen vivir" siempre tendrán disponible a la distancia de un click, la respuesta a cualquier necesidad.

Fundamentalismos de consumo masivo

Toda una arquitectura de inoculación ideológica aprovecha las insatisfacciones y la impulsividad de los colectivos para propagar sus contenidos. Así, las ideas devenidas en objetos, sirven bien calientes a la mesa del debate estos nuevos fundamentalismos, cuyo impacto social resulta incalculable. Una suerte de consumismo que entraña riesgos difíciles de prever, por un lado; y que responde a lógicas en el campo del poder difíciles de visualizar, por el otro. "Crear consumidores desinformados que van a tomar decisiones irracionales", dice Noam Chomsky, "asegura el control sobre las masas sin otra herramienta que el deseo capturado". La multiplicidad de ofertas: políticas, económicas, jurídicas, de seguridad ciudadana, anticorrupción, etc., profundizan las divisiones existentes, ponen en jaque a las prácticas comunitarias y pretenden instaurar sus propios reinos.

Las corrientes de resistencia, con menos elementos propagandísticos pero con la fuerza de demandas más reales, gestan propuestas esperanzadoras en barrios, en poblaciones, en el terreno de la realidad. Las hegemonías siempre apelarán al prejuicio de sus adeptos para desacreditar estos movimientos; también puede verse en las redes. Sin embargo, si cerramos la computadora y salimos a la calle, es probable que veamos alternativas diferentes a las instantáneas de los gurús online, modos de participación colectiva que van construyendo en tiempo real un mundo plural donde caben tantas verdades como personas.


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