Tras repasar en nuestra anterior entrega una de las manifestaciones más evidentes del cambio climático, el aumento de la temperatura global en la Tierra, vamos a continuar mostrando graves implicaciones que pueden condicionar nuestra presencia en el mundo tal y como lo conocemos.
En lo que respecta a la agricultura, en regiones templadas, las consecuencias de un pequeño aumento de las temperaturas globales podrían parecer inicialmente beneficiosas, ya que prolongarían el periodo de crecimiento de las plantas y ayudaría a su fertilización al existir unos niveles más altos de CO2.
No obstante, en escenarios con incrementos de temperatura superiores a 2º C la predicción es los rendimientos agrícolas se vean afrentados considerablemente.
Si ponemos el caso de las zonas tropicales, los escasos cultivos agrícolas existentes se verían afectados por cualquier pequeño incremento de la temperatura que alterara su frágil equilibrio.
En cultivos extensivos, como los cereales, un incremento de la temperatura global de 2°C podría exponer a la hambruna a 220 millones de personas más. Con un incremento de 3°C, esta cifra llegaría a 440 millones. Un escenario dantesco.
Recientemente el Papa Francisco ha mostrado su preocupación porque la escasez de agua puede llevarnos a un escenario de guerras a escala mundial.
Alrededor de una 6ª parte de la población mundial, depende de que el deshielo de los glaciales les suministre agua durante las estaciones secas y quedaría expuesta a un gran riesgo si estos glaciares se derritiesen y desapareciesen.
Es probable que las alteraciones de la precipitación afecten también a la disponibilidad de agua, aunque desconocemos los patrones exactos.
Si no ponemos remedio, se estima que para 2050, entre 1.100 y 2.800 millones de personas podrían sufrir escasez de agua
En relación a nuestro bienestar, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que el cambio climático es ya responsable de unas 150.000 muertes anuales y que los riesgos para la salud se duplicarán de aquí a 2030.
Incrementos de 3°C podría exponer a más de la mitad de la población mundial al riesgo de contraer dengue y aumentar casi un 20% la transmisión de la malaria en las zonas de potencial contagio.
Y no solo los humanos nos veríamos afectados, la repercusión sobre la biodiversidad del Planeta va camino de no tener precedentes.
Alteraciones en el hábitat, sobreexplotación, especies exóticas invasoras, y contaminación, son los jinetes del Apocalipsis que nos acechan
Gran número de especies no podrán adaptarse a los nuevos niveles de temperatura, precipitación y acidificación de las aguas. Se estima que entre el 15 y el 40% de las especies terrestres podrían extinguirse con incrementos de temperatura de 2°C.
Algunos ecosistemas, como los manglares, están reduciéndose alterando el equilibrio en la captura de CO2 en los hábitats relacionados.
Y algo que ya estamos observando: el alza global de las temperaturas mundiales está elevando el número de situaciones meteorológicas extremas. Es cierto, siempre han existido estas situaciones, pero la frecuencia con la que las experimentamos se ha incrementado.
¿Recuerdas el Huracán Katrina y las inundaciones en Europa de 2016?
Pero fue en 2003 cuando una ola de calor que asoló Centro Europa causó unas 30.000 muertes y un coste económico directo de 13.500 millones de dólares.
Según algunas predicciones, dentro de unos 30 años, la temperatura media de Europa será la de ese verano de 2003. Una temperatura que resultará agradable a los habitantes de la Tierra de finales de siglo XXI.
Esperamos que la preocupación no nos lleve a la falta de acción, y lo más grave, que la ignorancia sobre las consecuencias de nuestro estilo de vida no nos lleve a negar este problema al que se expone la Humanidad.
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