Revista Cultura y Ocio
No se creen el pueblo elegido.
No cruzan el desierto, ni siguen a una estrella divina.
No buscan la tierra prometida ni derriban murallas al toque de las trompas.
No les cae maná del cielo ni cuentan con el favor de un dios protector.
No se abren las aguas a su paso violento ni estarán cuarenta años vagando.
Se mueven de plaza en plaza perseguidos por los perros azules del Faraón.
Del cielo los acosan con la estridencia de los rotores.
Pacíficos, sensatos, indignados, las manos en alto les bastan para vencer.
Atraviesan calles, entregan pasquines, invitan a soñar
y caminarán unidos hasta lograr lo que quieren.
Ellos son los que forjan el Futuro Testamento,
frente a los adoradores de la Cerda Coronada,
esclavos del becerro de zapatos de sangre,
amantes de la Puta de Babilonia que se masturba
entre redobles, zapatazos y procesiones,
idólatras del tarugo labrado con pelo natural de fusilado.