Revista Arte

Gabriel Kuri, el arte de lo cotidiano

Por Camilayelarte @camilayelarte

La primera vez que vi una obra de Gabriel Kuri (Mexico, 1970) fue en el stand de la galería Sadie Coles en la Frieze Art Fair. Me llamó la atención un billete de 10€ pillado entre las esquinas de una estructura en mármol que bien podría haber sido una escultura minimalista. Ser capaz de introducir lo banal en el discurso artístico, hallar aquellos elementos que no esperamos en la estructura formal de una obra es lo que caracteriza la obra de este artista mexicano formado en el mismo círculo de ese otro artista capaz de hacer arte hasta con una caja de zapatos, Gabriel Orozco.

Gabriel Kuri, el juego de las polaridades

Gabriel Kuri, Untitled (s) 2010, Foto: Sadie Coles

Gabriel Kuri, el juego de las polaridades

Gabriel Kuri, Diario económico, 2004, Foto: ICA Boston


Gabriel Kuri subvierte con sus obras aquellos significados que la sociedad asume como parte integrante de la naturaleza de un objeto. Formalmente se apropia del minimalismo, de las estructuras primarias y de los conceptos de serialidad para poder jugar al juego de las polaridades. Desde las colillas atrapadas en las esquinas de sus esculturas, hasta los calcetines que sujetan un par de firmes rocas, los objetos banales se cuelan en un discurso artístico que hace referencia en muchos casos  a la sociedad de consumo en la que vivimos pero también a la reacción y expectativas que como público construimos al confrontarnos con una obra de arte.

Gabriel Kuri, el juego de las polaridades

Gabriel Kuri, Three arrested clouds, 2010. IllumiNations, Bienal de Venecia 2011. Foto: Camilayelarte

Gabriel Kuri, el juego de las polaridades

Gabriel Kuri, Trinity, 2006. Collection of Gordon Watson, London. Photo: John Kennard


Para concorse a sí misma, parece decirnos, la sociedad debe atender a lo superfluo, de ahí que construya esculturas con bolsas de plástico o bien con tickets de compra. Éstos son transformados en restos palpables elevados a la categoría de símbolo de la sociedad del consumo, o bien en su versión todavía más monumental, en Tapices (como en su día hiciera Alighiero Boetti) de estos mismos tickets ahora convertidos en objeto artesanal. Como público agradecemos esta presencia de lo cotidiano en el objeto artístico, pero sobretodo lo agradecemos por la ironía y el sentido del humor con el que es capaz de hacer arte.


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