La autora de En busca de la libertad sostiene que las rutas alternativas al caudillismo siguen siendo posibles hoy en América Latina.
Por: Alberto Berenguer / Instagram: @tukoberenguer; @delecturaobligada

En su investigación, ¿qué factor común encontró entre los diez próceres liberales que estudia en En busca de la libertad y que todavía sea relevante para los desafíos políticos de América Latina hoy?
La moderación entre extremos radicales. El intento de reconocer la autonomía local, para acomodar las diferencias locales dentro de una comunidad de naciones más grande. Estos personajes creían en distintas formas de gobierno, pero compartían el aprecio por gobiernos limitados–ya sea una monarquía constitucional o una república liberal–, una firme protección de los derechos de propiedad, de la libertad de expresión y asociación. Muchos de ellos, salvo tal vez Manuel Belgrano, creían en las virtudes de un comercio libre.
Muchos de los debates en los que participaron estos personajes siguen siendo de relevancia para Hispanoamérica hoy. El centralismo sigue afligiendo a muchos países alrededor de la región. Los derechos de propiedad podrían resolver muchos problemas en la asignación y gestión de recursos naturales, y muchos de estos siguen estando en manos de los Estados y si no lo están, los derechos de propiedad sobre estos son muy frágiles. En países como Brasil, Honduras, Venezuela, sigue estando muy coartada la libertad de expresión. Todos estos son temas que los personajes del libro abordaron en su momento.
Usted plantea que existieron rutas alternativas al caudillismo y al estatismo en la historia iberoamericana. ¿Por qué cree que esas ideas quedaron relegadas y no prosperaron?
Fueron guerras civiles demasiado largas. El liberalismo no es una ideología que prospera en tiempos de polarización y guerras. De hecho, nunca suele ser una ideología popular, es algo de minorías. No vende en tiempos de alta tensión la idea de que las personas somos capaces, en libertad, de cooperar, de innovar, confiar en el vecino, etc. Las guerras de las independencias en América Latina duraron décadas, mientras que en las otrora colonias del Reino Unido en Norteamérica duró menos de 10 años. Otra razón es que mientras que en las colonias del Reino Unido había competencia entre varios credos, en los reinos de Ultramar del Imperio Español había un credo único. El monopolio religioso, decía Rocafuerte, tiene efectos nocivos para el desarrollo de la moral humana.
¿Cuál de los personajes de su libro le sorprendió más durante la investigación y por qué?
Me sorprendió más Juan Germán Roscio por su uso de las escrituras de la Biblia para defender ideas totalmente compatibles con la Ilustración y luego José Ignacio de Pombo, un próspero contrabandista de la Nueva Granada que es prácticamente desconocido en la misma Cartagena, ni hablar de Colombia. Roscio me sorprendió por esta manera que tenía de argumentar consigo mismo mientras escribía. El tuvo una lucha interna para transitar desde la obediencia ciega de un orden monárquico hacia el nuevo régimen de gobierno representativo y esto era así porque el pensaba que su religión, la Católica, estaba reñida con un orden liberal pero termina haciendo una lectura independiente de las escrituras y concluye que es todo lo contrario. Pombo, aún cuando se beneficiaba personalmente del régimen de control estricto del comercio, porque ahí prosperaba el contrabando, abogó por un comercio libre. Lo vio como una extensión del derecho de la propiedad.
En un contexto actual marcado por el resurgimiento de liderazgos personalistas, ¿qué lecciones concretas de estos próceres liberales cree que podrían inspirar políticas más sólidas y sostenibles?
Primero, conocer de dónde venimos porque creo que en no poca medida terminamos siendo lo que nos contamos que somos, al decir del historiador Tomás Pérez Vejó. También porque un árbol sin raíces es como una hoja que se la lleva el viento de un extremo al otro, sin un destino fijo. Empezar a conocer esos debates, esa historia tan rica, nos haría ver que no hemos estado condenados a este vaivén entre la anarquía y la dictadura del orden impuesto desde arriba. Somos parte de ese gran salto hacia la modernidad que ha sido y es Occidente. El saber que no estamos condenados y que hubo alternativas nos permitiría ensayar un futuro diferente: un futuro apartado del caudillismo y más cercano a los líderes civiles que concibieron repúblicas liberales con gobiernos limitados, abiertos al comercio y con una carga tributaria baja.
Su formación académica en Estados Unidos y su labor en el Instituto Cato le han expuesto a una visión liberal clásica. ¿Cómo ha adaptado esos principios a la realidad latinoamericana?
Fue precisamente trabajando en Cato que uno de sus académicos, Tom Palmer, me encargó realizar una presentación breve acerca del liberalismo en la historia de América Latina. Me sorprendió mucho su encargo puesto que yo lo que conocía era de una larga sucesión de caudillos a lo largo y ancho del continente. Pero Tom me dijo, que no conozcas la tradición liberal de América Latina no significa que no exista, vamos que esto es algo sencillo para dar una presentación de 30 minutos ante una audiencia de no expertos en el tema. Y lo que me encontré fue una gran tradición que va desde mucho antes…Nos podríamos remontar a la Escuela de Salamanca o, incluso, a los Fueros de León. Por eso Juan Pablo Viscardo y Guzmán, el primer personaje en el libro, habla de las libertades antiguas perdidas dentro de la Monarquía Católica. Una vez que conocí a estos personajes a través de sus escritos, muchos fuera de impresión, en ediciones viejas del siglo pasado, es que los principios del liberalismo clásico están ahí, yo no tuve que hacer mucha adaptación más que explicar el contexto diferente del Imperio Español, que era un imperio en declive cuando nacían estas repúblicas.
Como columnista de El Universo, ¿cómo equilibra el análisis académico con la necesidad de comunicar ideas complejas al público general?
Nuevamente, volviendo a mi trabajo en Cato, también edito las publicaciones del Instituto en español. Entonces, todos los días estoy revisando todo lo que se publica en Cato y seleccionando lo que considero que sería de interés para lectores hispano-parlantes. Esto luego lo traducimos, editamos y publicamos online o en medios impresos. De aquí, así como de leer las noticias en diarios nacionales e internacionales, salen muchas ideas para escribir una columna semanal. Desde que tengo la columna en El Universo en 2006 la he tenido para difundir las ideas del liberalismo clásico. No hay ningún empacho ni disimulo en decirlo porque creo que así se construye la credibilidad y eso es algo que he desarrollado a través del tiempo en torno a una fidelidad a una serie de principios, mas no de partidos o personas. Las ideas de la libertad se pueden comunicar a través de la economía, la filosofía, la historia y el arte. Pero también hay que capturar la atención de los lectores y para eso trato en la columna de estar vinculada a la coyuntura de alguna manera: a veces escribiendo sobre la defensa de los derechos de propiedad como salió en una escena de Toy Story 3, otras veces escribiendo sobre los estallidos sociales que se dieron en Chile y en Ecuador, y todavía otras veces escribiendo sobre la desigualdad de ingresos en América Latina. No soy experta en muchos de los temas que abordo en la columna, pero para eso siempre me remito a los expertos en esas áreas y los leo o entrevisto antes de escribir.
En su opinión, ¿cuál es el mayor mito sobre la historia política de América Latina que su libro busca desmontar?
Que no somos parte de Occidente, que no somos aptos para darnos un gobierno limitado, liderado por civiles, donde las personas tengan amplias libertades económicas, políticas y civiles.
Si tuviera que elegir una sola idea de estos próceres para implementar hoy en Ecuador, ¿cuál sería y por qué?
Las de Jose Ignacio de Pombo: que la creciente carga tributaria estimula la informalidad y desalienta las inversiones y la creación de riqueza.
Además de En busca de la libertad, en 2014 publicó Entre el instinto y la razón, donde reflexiona sobre la tensión entre las emociones y la racionalidad en la política. A la luz de la realidad actual, ¿qué ejemplos en América Latina considera que confirman o contradicen las conclusiones a las que llegó entonces?
Entre el instinto y la razón es un libro muy diferente a En busca de la libertad. El primero es una colección de mis columnas semanales en El Universo entre 2007 y 2014 y le agregué un prólogo y epílogo delineando lo que considero es el hilo conductor de mis artículos a través del tiempo. Traté de explicar por qué soy liberal y qué principios trato de defender en las columnas. En busca de la libertad sí implicó un proyecto de investigación más largo y complejo, la primera que he hecho de este tipo y es un intento de entender por qué somos deterministas, muchas veces intolerantes, porque cometemos actos de auto-sabotaje cuando nos empieza a ir bien. La historia de Argentina, Chile y Venezuela me parece que confirman las conclusiones de mi libro: de que la involución institucional, el gobierno de hombres y no de leyes, conduce a alguna forma de tiranía. Asimismo, la idea de que el comercio civiliza y sienta las bases para un círculo virtuoso ha sido demostrada no como incorrecta, sino que tal vez fui demasiado optimista acerca de esto respecto de países que parecían haber logrado un alto grado de desarrollo como Hong Kong, Estados Unidos, Chile. La libertad y sus fundamentos siempre necesitan ser defendidos, aún en los tiempos en que gozamos de su vigencia.
En su capítulo sobre Ecuador para El estallido del populismo (Planeta, 2017), analizó un momento político particular. A la luz de los cambios recientes en el país, ¿cree que el populismo ha mutado o simplemente se ha adaptado?
El populismo sigue vivo y coleando en Ecuador, considero que lo que hubo fue un hartazgo en torno a la figura omnipresente de Correa. Pero sigue ganando lo que yo llamo el populismo sin Correa, de buenos modales en caso de Lenín Moreno y Guillermo Lasso, y ya no de tan buenos modales en el caso de Daniel Noboa. Los tres presidentes que han sucedido a Correa han realizado cambios superficiales al modelo estatista heredado de Correa, se han enfocado más en reformas políticas para “descorreizar” el aparato estatal. Creo que el error está en pensar que se puede hacer eso sin tocar el modelo económico: hay que derivar a la iniciativa privada muchos sectores: desde el petróleo, hasta la educación, la salud y la energía.
Si pudiera actualizar ambos libros hoy, ¿qué nuevos elementos incorporaría para reflejar la evolución política y social de la última década en la región?
En mi primer libro no hablé de temas que vinieron después como la cultura de la cancelación, el postureo para presumir determinadas virtudes. En artículos posteriores a la publicación de ese libro si lo hice en varias ocasiones, porque me di cuenta que las amenazas a la libertad de expresión no venían solo desde el poder, sino desde la sociedad civil empeñada en querer silenciar a quienes no van de acuerdo a la moda del día. Después, también empecé a notar que estas amenazas podían venir de un poder judicial extralimitado, como sucede hoy en Brasil. En mi segundo libro, recién salido del horno, la verdad que no agregaría todavía algo nuevo, he tratado de enlazar con temas de la última década con los pensamientos de estos personajes.
Ahora nos interesamos por su faceta como lectora. ¿Qué autores o libros han influido más en su manera de analizar la historia y la política latinoamericana?
El primero que se me viene a la mente es Carlos Rangel, sus libros han sido un “abre ojos” para mi. Empezando por Del buen salvaje al buen revolucionario, pasando por el Tercermundismo, que lo considero relevante para todo Occidente no solo para América Latina y creo que no ha sido publicado en inglés. María Elvira Roca Barea fue otro momento ilustrador en mi intento de meterme en la labor de escribir sobre la historia. A través de ella llegué a otro autor que me ha gustado mucho por su originalidad enfoque que es Tomás Pérez Vejó. En lo que respecta a historia del Ecuador, me he beneficiado mucho de los trabajos de Guillermo Arosemena, Aurelio Espinoza Pólit, Linda Alexander Rodríguez, esposa de otro historiador esencial que es Jaime Rodríguez.
Pero más que escribir sobre historia, lo que traté de hacer en este libro es una investigación o rastreo de las ideas liberales en la región, cómo llegaron, quién las comunicó y de qué manera tuvieron influencia. Para eso también son esenciales las lecturas constantes de filosofía y economía. Pienso que muchos historiadores son solo historiadores y al no meterse un poco en economía o filosofía pasan por alto ciertos detalles, explicaciones, importantes. Por eso me ha servido mucho leer a historiadores del desarrollo económico como Douglass North, pensadores de amplio rango como F. A. Hayek–a quien le debo el título de mi primer libro, por cierto. Joseph Schumpeter con su impresionante History of Economic Thought, ha sido como un diccionario de consulta para conocer acerca de algunos pensadores citados por los personajes de mi segundo libro.
¿Está trabajando actualmente en un nuevo libro o proyecto de investigación, y puede adelantarnos el tema que le apasiona explorar en esta etapa?
Estoy tratando de ir para atrás pero ya recabando información hacia adelante. Primero quisiera desarrollar un proyecto de investigación acerca de las raíces del liberalismo hispano en la Escuela de Salamanca, retratar algunos personajes de esa época: podría ser Francisco de Vitoria, Francisco Suárez, Martín de Alpizcueta, Luis de Molina, Domingo de Soto, culminando tal vez con Juan de Mariana…Luego me encantaría desarrollar otro proyecto de investigación durante el periodo de formación de las nuevas naciones en América Latina, entre 1830-1870. Allí entrarían personajes tal vez como Juan Bautista Alberdi de Argentina, Guillermo Prieto de México, Justo Arosemena de lo que hoy es Panamá, entre otros. Me apasiona explorar como las ideas viajan a través del tiempo, encontrar esas conexiones. Por ejemplo, las ideas por las que luchó Alberdi son las mismas por las que lucharon dos de los personajes retratados en mi libro: Belgrano y Vieytes, con sus variantes claro.
Para finalizar, le ofrecemos la posibilidad de transmitir lo que desee a quienes se acerquen a sus obras.
Me encantaría que estos libros sean una introducción no solo al mundo de las ideas liberales, muy poco estudiadas en el mundo hispano parlante, sino también al estudio de la filosofía, la economía y la historia. Un estudio libre de agendas políticas del presente o pasado, y que siendo así, resulta ser una guía muy útil para el diario vivir.
