Revista Deportes

Galgos y podencos

Por Antoniodiaz
Galgos y podencosNatural del Cid. Natural eterno. Maurice Berho

Plaza de toros Monumental de Pamplona. San Fermín. Novena de feria. Lleno. Toros del Pilar para El Cid, El Fandi y Miguel Tendero.
Buena corrida de Moisés Fraile, que llegaba a Pamplona con la aureola de buen ganadero, y se marcha respaldado por el buen juego de alguno de sus rabosos. Toros con edad, trapío, carniceras, finura, tipo, respeto y pitones. Si además embisten dos o tres, qué más se puede pedir. Pues claro que se puede, y mucho. El aficionado que se precie y se respete como tal, debe de exigir gentes que demuestren poder, altanería y bravura, durante toda la lidia. Es consolarse con poco el ver toros nacidos y criados para que cumplan, a merced del torero, en una tercera parte de la lidia. Si yo asisto a una obra de teatro, la quiero ver entera, no me vale con que me pongan sólo el final. Sacando una buena nota, me sigo quedando con los Fuenteymbros y los Victorianos.
Si hiciésemos una encuesta entre las figuras del escalafón, pidiéndoles que nos hicieran un boceto de su toro ideal para pasar el trago de Pamplona, el resultado sería el colorao que le tocó en suerte, mala para el ganadero, al Cid en cuarto lugar. Bondadoso, con las fuerzas medidas, con un pellizco de mansedumbre, el suficiente como para no dar con la culata en tablas, pero que le haga salirse de los vuelos de la muleta lo justo para permitir al torero ligar, sin molestar. Si añadimos que anduvo detrás de las telas del Cid durante diez minutos -hubiera podido estar otros diez-, tenemos al toro ideal de críticos, toreros, ganaderos y unos pocos aficionados. Como para llevarselo a una academia taurina. Del Cid, al que en esta casa se le quiere, y mucho, porque es el mejor torero de los últimos veinte años, -en pugna con Rincón-
sólo podemos decir que estuvo muy por debajo del toro, que sin ser un caín, lo puso más de una vez en aprietos. Aquí hay que parar un poco. Toros de mantequilla o de mermelada como este coloraito vemos muchos todas las tardes, pero no ponen en aprieto y en compromiso a ningún torero. ¿Por qué? Ayer a El Juli, por ejemplo, ¿por qué da pases, decenas y decenas, con tanto desahogo? ¿Cuántos les dió Joselillo a un toro de Dolores sin siquiera sudar? ¿Son tan buenos éstos o el Cid muy malo? La respuesta, a cualquiera que profundice un poco en el asunto, es bastante elemental. Como de primero de la ESO. Cuando se hace el Toreo eterno, o se intenta, como lo hace El Cid, lo normal es que salga un vencedor. Si te pones en el sitio y se la echas al hocico, sin mirarle el hierro o el pitón, sólo pueden pasar dos cosas: una, que el toro se eche a los lomos, o por lo menos, enganche y tropiece en el torero; y dos, que surja el toreo auténtico. Hoy ha ganado el fraile, y lo único que hemos visto ha sido una faena llena de enganchones y dudas en el torero. Con una X hay que marcar en el calendario cuando torea Manuel Jesús, porque esa tarde, el toreo eterno va a aparecer. Sea para desnudar a un torero o para llevarlo en hombros hasta su hotel. Es de agradecer, y de honrar, a un tío que con media plaza borracha y la otra media regañando a los beodos, no deje ni una ratonería, ni un mal gesto, ni un pestiño de circular, ni tire una muleta, ni intente cosas que son para los niños de las escuelas taurinas. Le dieron una oreja, con petición minoritaria, en otro grave ejemplo de la esquizofrenia colectiva en la que es capaz de entrar esta plaza.
Fandila, cortó un par de orejas al segundo toro del festejo, tras protagonizar en el tercio de banderillas uno de esos concursos de galgos y podencos. Hizo todo lo que estuvo en su mano para agradar a Pamplona: construir una faena larga; con gran cantidad de pases; un par de carreras; desplantes, sonrisas y guiños al tendido; diez o doce muletazos, si pueden ser quince, mucho mejor, con las rodillas en tierra; y una estocada entera, si es con vómito y de efectos fulminantes mejor. Toda esta porquería, que hubiera firmado Finito, Jesulín o el Cordobés, le han valido para cortar dos orejas en Pamplona. Son las dos caras, que además vienen por días de la afición de Navarra. Hemos visto regatear segundas orejas con Miuras imponentes o dar una gran bronca a Esplá, -después de torear la mar de bien- por no banderillerar, con aquellos Pablo Romeros, con Chivito a la cabeza, que fueron capaces de mandar a un picador a la UVI. Ahora se dan orejas a espuertas, y si existe alguna tarde, como la de ayer, en dónde las espuertas no se llenan, se lía la mundial. Le cortaron la cabeza. Al Fandi no, hablamos del toro. No sabemos porqué, qué hizo de bueno, pero el caso es que lo guillotinaron. Como suele pasar cuándo se asegura la puerta grande en sólo media jornada de trabajo, no quiso ver al quinto. Le dió lo suyo, y lo de sus hermanos, en varas. Llegó el cornúpeto muy apagado a la muleta. Lo pintan de descaste. No está tan claro, el toro se paró y se defendió porque no podía con su alma, que había dejado en el peto. Otra puerta grande borreguil.
A Miguel Tendero se le escapó un lote de medios toros, de esos con los que con tan sólo salpimentar un poco el asunto te ponen como Lagartijo. El albaceteño, tiene un problema crónico, como la migraña, con el toro. No lo conoce. A pesar de ganarse la vida, y muy bien, el toro es todo un misterio para él. Los terrenos, las distancias, la colocación, la duración de la serie, los equivoca siempre. Para más inri, tiene la desgracia, de no acertar con ellos alguna vez que otra ni de casualidad. Que ya es mala suerte. Así, a su sexto, un grandón, con cara de santidad, que vestía de negro y era todo buenas intenciones, -estaría recién salido de algún seminario del Opus- le hizo las cosas al revés. Cuando el toro pedía distancia, el manchego se la cortaba, y una vez que el bicho se la acortaba el se la daba. Un disparate. La lidia, pa los vivos -que decía uno que yo me sé-. Con el tercero, que también se dejó, tiró de ganas y juventud, lo cuál no es decir mucho para un torero que pisa Madrid, Sevilla y Pamplona.

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