En Galicia, contra el tópico establecido, siempre hubo más votos de izquierda que de derechas, pero merced a la ley D'Hont la Xunta se ha perdido y se ha ganado por la diferencia de un diputado.
Mentira cochina.
Supongo que el escritor miente a sabiendas, porque una mentira tan gorda es muy fácil de desmentir. En Galicia, desde las primeras elecciones autonómicas en 1981, casi siempre tuvo más votos la derecha (sólo ganó la izquierda en 2005 y en 2009 hubo un empate técnico). Los datos son públicos y conocidos. Hay que tener mucha cara dura para soltar estas cosas.
Es cierto que desde la derrota de Fraga en 2005, la Xunta se decide por la diferencia de un diputado.
Ahora bien, en términos absolutos, a quien perjudica esto es a la derecha, ya que siempre ha habido un mayor número de votos a la derecha que a la izquierda. Y por amplísima diferencia.
Si mi paisano se detuviera a analizar el peso del voto por circunscripción, podría criticar que en las provincias orientales cada voto vale más y ahí es donde el PP achucha ventaja, pero lamentablemente no hace ese análisis. Se queda en el infructuoso intento de derribar un tópico que no es tópico, es realidad: los gallegos desde hace treinta años votan masivamente a la derecha. Misa, pulpo, vino, costumbres, tradiciones, familia, ojeriza por lo foráneo. El «efecto Fraga» de 1993 al 2001 sólo aumenta esa ventaja, pero incluso sin ese efecto, la derecha sigue teniendo un amplio colchón por encima del 50% de los votos.
Se me puede objetar que no incluyo el total de votos a partidos sin representación. La cosa no cambiaría mucho. Nunca se acercan ni de lejos a suplir la diferencia. Concentrar el voto en un Frente Popular contra el Frente Popular pepero no reduciría visiblemente las distancias. Por circunscripciones podrían reducirse las diferencias en su traducción a escaños, pero por número de votos, no.
Otro análisis que pasa por alto tanto Suso de Toro como muchos otros, es la incapacidad de la izquierda para comprender el efecto de la demografía sobre el sistema electoral.
Dando por bueno que en los municipios más rurales, dispersos, envejecidos y pequeños, donde el PP arrasa con porcentajes del 70% al 100%, existe carretaxe y prácticas clientelares, en estos municipios hay poquísima gente respecto al total de la población. La mayoría de la población de Galicia es urbana. En las siete ciudades y en los núcleos de población de a partir de 10.000 habitantes, el PP -por lo general- sigue sacando una gran ventaja al siguiente partido en liza. Quedaos con lo de «siguiente partido», es importante a la hora de analizar cómo se traducen votos en escaños.
Desde el año 89, el sistema de partidos gallego se ha mantenido estable. Todos los sondeos indican que en estas elecciones, entrará algún jugador más. Esto tan solo reforzará un sistema de partidos en que la oposición de izquierda sigue compitiendo entre sí a ojos del elector. Y es que ese nuevo jugador aparecerá por la izquierda. Ningún partido gallego de izquierdas juega en el mismo terreno que el PP. La pérdida de hegemonía del PP sólo podría darse de salir algún jugador por la derecha. Esto es lo que la izquierda parece no entender. La división de su voto hace que resulte mucho más caro el siguiente escaño para todos los partidos en cada circunscripción, por lo tanto, cuanto más dividida esté la izquierda, más les costará aumentar su representación.
En otras palabras, se perjudican a ellos mismos y el PP sólo tiene que sentarse en un sillón: no tiene competencia en la derecha. Y además, las izquierdas están obligadas a entenderse para formar gobierno, con lo que en sus campañas no pueden competir entre sí en voz alta. Es por eso que las elecciones gallegas son bastante deprimentes: la izquierda le arrea al PP y todos sabemos que su voto contado bascula entre sus opciones.
Yendo a los datos de preferencias políticas del CIS, vemos que las posiciones extremas tienen poco recorrido. Hay poca cantidad de gente que demande políticas muy a la izquierda y sin embargo, aparecen nuevas ofertas electorales en esa región. En serio, no sé si es que no consultan el CIS o si no saben sumar.
En Galicia no existe la competencia entre izquierda y derecha. O la poca competencia que hay, sólo consigue bascular votos entre opciones de izquierda. ¡Y cada vez hay más opciones!
Sólo una nueva opción política que se distinguiera en algún punto del eje centralismo-nacionalismo claramente del PP, manteniendo similares propuestas que los peperos en el eje izquierda-derecha, conseguiría obligar a retratarse al PP. A la luz de los resultados del CIS, este partido probablemente debería ser abiertamente nacionalista gallego. O, por márketing político, abiertamente galleguista. Así, el PP tendría delante a galleguistas de centro derecha y el elector obligaría a definirse al PP, que en muchas ocasiones juguetea con el galleguismo y con el centro reformismo de derecha social rara, en un páramo sin competidores.