Galicia es un terruño situado arriba y a la izquierda del hombre del tiempo y detrás de esa nube con muchas rayitas que os hace suponer que vivimos con neopreno, aletas, bombona de oxígeno y gafas de bucear todo el año.
Galicia linda por el Oeste con el Océano Atlántico, por el norte con el Mar Cantábrico, por el sur con Portugal y por el este con unas infraestructuras de mierda.
Esto último no nos acobarda y habitualmente cogemos la diligencia y ataviados con nuestra boina, el traje típico de bailar la muñeira y tres gallinas bajo el brazo nos adentramos en Castilla para ver edificios. A esas casas grandes con más de una altura las llamamos “horreos do carallo” mientras mostramos un rictus de sorpresa ante tan magnas construcciones.
Los gallegos somos buena gente, aunque muy nuestros. Hay que conocernos. Hay ciertas particularidades que nos hacen distinguirnos de las gentes que pueblan otros lares. Somos de insulto fácil. Se dice que la lengua de los inuits tiene más de cincuenta palabras para diferenciar la nieve. Se explica diciendo que ellos están muy familiarizados con la nieve y por ello encuentran tantas diferencias que se hace necesario nombrarlas de manera distinta. Nosotros hacemos lo mismo con los tontolabas, tenemos más de un millón de formas de nombrarlos: langrán, pailaroco, papaconas, lorcho, lambecricas…
También tenemos fama de desconfiados y siempre sale el tópico de que nunca se sabe si bajamos o subimos. Os voy a echar una mano: siempre bajamos porque Galicia está muy arriba.
Sentimos un gran aprecio por todo lo rural. Disfrutamos de todo lo hecho en casa, sea una lechuga, un huevo o un licor de hierbas. Todo lo que lleve la etiqueta “da casa” nos enloquece.
Otra excepcionalidad es nuestra querencia para con las vacas y no con los toros, como detalle baste decir que solo hay una plaza de toros en toda Galicia y sin embargo hay seis razas autóctonas de vacas gallegas: “rubia”,’cachena’, ‘caldelá’, ‘frieiresa’, ‘limiá’ y ‘vianesa’. Mientras otros torean a los machos, nosotros les tocamos las tetas a sus hembras; algo están haciendo mal.
Nos gusta comer mucho y a todas horas y en todos los momentos. No distinguimos de fechas ni de comidas apropiadas para la estación del año. En mi pueblo se celebra la fiesta de los “callos limiaos” (mucho más picantes de lo normal) a mediados de Agosto. Imagináos comer unos callos a 38ºC con más picante que Jeniffer Lawrence haciéndose un selfie ante el espejo. Pues lo hacemos, y tan tranquilos. Con un par de huevos (“da casa”).
Otra demostración de nuestra afición por la comida y bebida son las bodas. Tú no te casas si no puedes proveerle a 150 invitados doce pinchos distintos para ir abriendo boca, ocho platos de marisco, un pescado, dos carnes, la bodega de vinos de Ortega Cano y tres tipos distintos de postre. El banquete tiene una duración similar a las bodas gitanas, la principal diferencia radica en que la prueba del pañuelo se hace de una manera distinta: se selecciona a un invitado al azar (preferiblemente madrileño, si no hubiera nos vale cualquiera de más allá de los Ancares) y se le introduce un pañuelo por la boca hasta alcanzar su estómago, si no vomita los percebes se le sirve otro solomillo. Hasta que lo eche todo.
También nos distinguimos en nuestros medios de transporte: usamos mucho el tractor para desplazarnos de un lado a otro. A diferencia de otros medios de locomoción, éste es de muy difícil manejo y es muy probable que te accidentes. Pero somos gente muy precavida y ponemos todos los medios a nuestro alcance para evitar el fatal desenlace.
Conducimos tractores sí, pero con seguridad. Llevamos coche escoba con médico. #GaliciaEsAsí #DiarioDeUnPerdedor pic.twitter.com/eEqmHX7QPh
— Igarro (@Igarro) septiembre 3, 2014
Los gallegos llevamos más de un siglo tramando un plan soberanista pero, como seres más bien discretos que somos, lo llevamos con mucho sigilo y es probable que aún no os hayáis enterado. Este plan se cimienta en dos pilares básicos:
- El primero es la desmoralización del resto de españoles. Para ello, os pusimos como jefe de estado al ínclito caudillo durante cuatro décadas. Creíamos que con eso sería suficiente, pero como aún os resistís, hemos lanzado otra nueva campaña de desmoralización y para ello hemos colocado a Mariano Rajoy al frente de La Moncloa. Estamos convencidos de que esto ya no lo podréis aguantar.
- Una vez que consideremos que estáis suficientemente desmoralizados, iniciaremos un ataque global que os afectará a vuestras entendederas y conocimiento. Esa operación, que hemos llamado “tajada del desierto”, consiste en la comercialización a gran escala de licor café. Aprovecharemos una gran resaca general para tomar La Moncloa (nuestro esbirro Rajoy está allanando el camino) y el Congreso de los Diputados.
Podríamos convocar un referéndum para independizarnos o hacer una marcha todos cogidos de la manita pero es mucho mejor tomar todo el territorio y no consolarnos con medianías. ¿Para qué independizarnos si os podemos conquistar? Veréis que risas cuando sustituyamos el reggaetón por la muñeira. El plan está tan bien trazado y adelantado que incluso tenemos pensado el líder supremo que regirá vuestras vidas con mano de hierro: Gayoso. No lo conoceréis, pero viene a ser lo que es Jordi Hurtado para vosotros: un ser inmortal. Él ejercerá una tiranía tal sobre vosotros que el mismísimo Kim Jong-Un sentirá envidia.
Hay otra cosa muy gallega y que definiría toda nuestra actitud e incluso este texto: retranca, pero eso lo deberíais descubrir por vosotros mismos conociéndonos un poco más y alejándoos de los tópicos.