Revista Cultura y Ocio

"Galileo" y "Sócrates": Distinta manera de afrontar una condena

Publicado el 25 febrero 2016 por Juancarlos53
Acabo de ver, con una diferencia de 15 días, "Vida de Galileo" de Bertold Brecht y "Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano" de Mario Gas y Alberto Iglesias. Las dos me han gustado, una más que otra, claro.

En la primera asistimos al revuelo que la teoría heliocéntrica con aportación de pruebas experimentales a través del telescopio ocasionó en los estamentos eclesiásticos de la Italia de principios del XVII, especialmente en Florencia y Roma, El choque con el pensamiento oficial fue tal que el Papa Paulo V censuraría primero las teorías copernicanas defendidas por Galileo y luego más tarde en 1633 el Santo Oficio condenaría al mismísimo Galileo a prisión perpetua, conminándole a abjurar de sus ideas, cosa que haría seguidamente. Tras la abjuración, el Papa Urbano VIII le conmuta la prisión por arresto domiciliario de por vida. Afortunadamente, a pesar de su encierro y estar en perpetua observación Galileo logrará entregar a Andrea Sarti, universitario y uno de sus discípulos más fieles y aventajados, sus "Discorsi" en los que postulaba dos nuevas ciencias y resumía sus descubrimientos.
En "Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano" el filósofo de Atenas, hijo de una comadrona y de un escultor, ocupado en exclusiva durante toda su existencia en la defensa de la Verdad y de la Ëtica del ser humano es atacado por sus detractores que le acusan de impiedad por no defender con convicción la existencia de los dioses griegos y de corrupción de la juventud. Ambas acusaciones son falsas y se sostienen sin prueba alguna; lo que sucedía es que en la democracia ateniense un hombre tan justo, tan honesto y de principios morales tan estrictos causaba incomodidad a algunos de sus conciudadanos, razón por la que le considerarán culpable de ambos cargos y le condenarán a tomar la cicuta que le propiciará la muerte. Sócrates, a diferencia de Galileo, no se amilana ante lo que se le viene encima pues su defensa de la Verdad le imposibilita afirmar algo contrario a ella.

He visto las dos obras con una separación entre ambas de unas dos semanas. La primera que vi fue la de Bertold Brechtque cuenta en su papel protagonista con un buen Ramón Fontseré al que ya he visto en otros muchos montajes de Els Joglars ("El coloquio de los perros" [leer reseña aquí], "Ubú President", "El Retablo de las Maravillas", "El Nacional" y algunas otras más) y que en mi opinión en esta obra intenta, pero no lo logra siempre, abandonar ese tono histriónico que tanto le ha caracterizado como miembro de la compañía fundada por Albert Boadella. Le acompaña un magnífico elenco de actores en el que destacaría especialmente a Tamar Novas (Andrea Sarti), y a Alfonso Torregrosa (Sagredo, amigo de Galileo; Sabio del Colegio Romano, Cardenal Barberini, luego Papa Urbano VIII) en los papeles masculinos; y, entre las mujeres, a Ione Irazabal (madre de Andrea Sarti) y a Macarena Sanz (Virginia, la hija de Galileo).
La escrita por Mario Gas y Alberto Iglesias la vi ayer mismo. Acudí con cierta prevención al Matadero de Madrid donde se representaba pues pensaba que José María Pou (Sócrates) me haría recordar a otros personajes ejecutados por el gran actor de Mollet del Vallés. Nada de esto sucedió. Pou está que se sale. Casi casi diría que la obrita se sostiene y logra salir airosa de sus 90 minutos de duración gracias al porte y soporte que él la proporciona. Hay que ser un magnífico actor, como es su caso, para mantener viva la atención del público en una dramaturgia centrada esencialmente en la palabra de los personajes, y Pou lo logra. Del resto de los actores debo destacar a Carles Canut i Bartra en el papel de Critón quien le acompaña hasta el último instante de vida y nos dará testimonio de la palabra oída y aprendida, y Pep Molina que pone voz y cuerpo al acusador Meleto. No puedo dejar de nombrar a Amparo Pamplona que da vida a la mujer de Sócrates y que defiende la postura del filósofo en un emotivo monólogo. Los demás actores (Ramón Pujol, Alberto Iglesias y Guillem Motos) defienden sus papeles con muy satisfactoria suficiencia. Alberto Iglesias realiza el papel de otro enemigo de Sócrates, y Pujol y Motos el de narradores (especie de corifeos de la antigua tragedia griega) además del de partidarios del filósofo.

Coincidencias teatrales entre ambas.
La primera se refiere a la puesta en escena: las dos eligen un escenario circular rodeado de los espectadores. En "Galileo" es evidente la metáfora visual que se pretende con él: todo gira en torno a Galileo al igual que todos los planetas en nuestro sistema giran en torno al sol. En "Sócrates" el escenario también adopta la forma circular situando a los espectadores a izquierda, derecha y de frente, dejando la parte de atrás para los escaños que en semicírculo ocupan los senadores griegos que van a enjuiciar al pensador. En esta disposición el centro lo ocupa Sócrates.
Otra de las coincidencias se refiere a la utilización de recursos propios del teatro épico. Que así suceda en "Vida de Galileo" no  extraña a nadie pues el dramaturgo alemán es el creador de esta tendencia; pero en "Sócrates" es técnica elegida por el director de escena, en mi opinión,  para dar algún momento de descanso o de desconexión al espectador en una obra muy atada a la narratividad. De los recursos propios del teatro épico brechtiano en las dos destaca el del "distanciamiento", o sea, la ruptura del encantamiento en que el espectador suele estar durante la visualización de una obra teatral. En ambos espectáculos la realidad de los asistentes al espectáculo se cuela en la representación rompiendo la ficción con llamadas al público ("¡Por favor, no tomen aún sus teléfonos móviles. Lo podrán hacer dentro de unos minutos!", dice el personaje de Sócrates dirigiéndose al respetable a diez minutos del final de la función). De modo semejante en "Vida de Galileo" al inicio de la representación los actores que discurren por la sala reclaman la presencia del actor Ramón Fontseré que va a representar el papel de Galileo, pero -"fiel a su informalidad", dicen- no aparece. El mismísimo Bertold Brecht que está por ahí accede a hacer al personaje entre tanto llega el impuntual actor.  Es para mí defecto, por abuso, la cantidad de entradas y salidas que por entre el público realizan los actores y sus personajes de esta obra en un afán -ya digo, excesivo- de sacar al espectador de la ensoñación en que el espectáculo teatral les pueda haber arrojado. La finalidad de estas rupturas ya la conocemos: Brecht concebía el teatro como un instrumento para transformar el mundo; de ahí que pretenda que el espectador esté atento al proceso psicológico humano que se está produciendo o se va a producir ante sus ojos más que someterle a una tensión o suspense ante lo que vaya a pasar. No, el espectador ya conoce lo que sucedió, lo que pasó; lo que le interesa al dramaturgo y al director de esta puesta en escena, Ernesto Caballero, es que observe cómo se produjo, cómo se desarrolló el mismo.
También en las dos representaciones me ha llamado mucho la atención el empleo de canciones infantiles que se escuchan bien al inicio de algunas de las escenas de la obra de Brecht y que sirven un poco para anunciar de qué va a tratar lo que a continuación veremos representar, bien de fondo de gran parte del juicio a Sócrates y que yo creo pretende transmitir al público la inocencia y verdad que trasluce toda la figura del filósofo.
Elección personal
A mí personalmente me ha llenado más la obra de "Sócrates" que la de "Galileo" y ello pese a ser sabedor de la importancia que en la historia del teatro universal tiene Bertold Brecht. ¿Por qué, creo yo, me ha sucedido tal cosa? Pienso que todo se debe a la puesta en escena y a la mayor o menor densidad conceptual contenida en ellas:
 De la puesta en escena ya he hablado y he dicho que es muy semejante aunque en "Galileo" los múltiples cambios de lugar (Pisa, Venecia, Florencia, Roma...) presentados siempre en el mismo espacio escénico y con los mismos elementos decorativos no favorecen la captación y sí la dilución de la atención. Por contra "Sócrates" concentra en un amplio espacio escénico una historia sucedida siempre en el mismo lugar y que para evitar la pesadez o reiteración recurre a la ensoñación onírica a base de luces en el monólogo de la mujer de Sócrates o a la voz en off en un momento en que el filósofo ya condenado a muerte argumenta mayéuticamente sobre si debe o no aceptar la idea de escapar que le proponen algunos de sus discípulos (Platón se nos dice en la historia de la filosofía y Critón en la obra vista).
En cuanto al contenido es evidente que en la obra brechtiana hay muchos más asuntos que en la de Mario Gas. Mientras que en esta última aparece como principal el tema de la integridad moral y quizás como secundario el de la imperfección o abusos de la democracia, en la de "Vida de Galileo" son muchos los que se presentan en ella: la 'utilidad' del saber científico, las creencias religiosas vs las verdades científicas, la responsabilidad social del científico, la infamia de la retractación, la 'necesidad' social de héroes...
En mi opinión está claro que toda esta profusión de asuntos no se muestran en la puesta en escena de Ernesto Caballero de manera satisfactoria, razón por la que siendo buena obra no me ha satisfecho suficientemente.
ATENCIÓN.
  • "Vida de Galileo" está en la cartelera del Teatro Valle Inclán de Madrid hasta el próximo día 20 de marzo. 
  • "Sócrates. Juicio y muerte de un ciudadano" finaliza este próximo domingo 28 de febrero su paso por Madrid. No obstante su viaje hasta que recaló en la Sala Fernando Arrabal del Matadero de Madrid ha sido largo. Comenzó el verano pasado en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida para luego pasar por el Grec 2015 Festival de Barcelona y estar en el Teatre Romea de Barcelona desde el 24 de septiembre al 18 de octubre de 2015. Tras Barcelona estuvo unos días representándose en Valencia. E imagino que tras su cierre en Madrid proseguirá gira por el resto de España durante los próximos meses


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