Nunca el retro había pegado con tanta fuerza. No es un fenómeno nuevo, pero si es cierto que el mercado al fin está adaptando técnicas de otros negocios, como la moda o la televisión, para aprovecharse de la nostalgia que despiertan los elementos de nuestra infancia.
Los más veteranos crecimos entre cartuchos, cintas de cassette y discos de todos los tamaños. Más tarde Sony consiguió con su Playstation expandir el mercado del videojuego gracias al aprovechamiento de sus redes de distribución de video. En ambos casos, hemos llegado hoy día a un grupo de jovenes de 20 y 30 años, con dinero en el bolsillo, y recuperando un poco la afición gracias a iniciativas como la Wii o el Eye Toy. Gente que tienen consolas, conexión a internet, y recuerdos distorsionados de sus primeros pinitos con el ocio electrónico. Y con reediciones de estos recuerdos a precios asequibles.
Pero, en el fondo, es solo un chantaje emocional de nuestros recuerdos. Porque la técnica avanza, y lo hace que es una barbaridad. Juegos de hace un par de generaciones (¡que coño! ¡juegos de la generación pasada!) arrastran graves problemas de jugabilidad hoy día. Y no es que sean malos juegos, sino que estos cumplieron con su función en momento. Que es para lo que fueron programados.
Dadle a un chiquillo un pacman y se frustrará por lo indefinido de su objetivo. Dadle un Super Mario Bros y se frustrará por lo limitado de su control. Dadle un Goldeneye y se frustrará por lo tosco de sus escenarios. Dadle un GTA Vice City y se frustrará con la inteligencia artificial de los enemigos.
En resumen: sí, tuvimos grandes títulos. Pero cuando te venden Perfect Dark a 10 eurillos, o la colección de clásicos de Taito a 15… ¿merece la pena? La mayor parte de las ocasiones, la compra se traduce a un par o tres horas de partida, y una vocecilla que nos susurra: “este juego lo recordaba yo mejor”… Y eso si no nos metemos en los juegos de reciente cuño, pero con un “toque” clásico. Y digo toque entrecomillado, porque un juego no es retro tan solo por inspirarse en los gráficos o melodías antiguas. Por ejemplo, Megaman 9 no podría reproducirse en una NES, aunque nos lo parezca.
Sin embargo, si es bueno el lanzamiento de estos títulos. Dan dinero fácil a las compañias (preguntadle a Nintendo y su muy rentable Consola Virtual), dan oportunidades a pequeñas empresas independientes (ahí están los chicos de Arkedo) y, que quereis que os diga, soy una perrilla de los títulos con los que crecí. Por eso mucha gente no prueba nuevos títulos clásicos… solo compra los que ya jugó en su día. Normal, porque redescubrir joyas antiguas hoy día no tiene realmente el encanto que nos pensamos. Si no os lo creeis, intendadlo: cargad la consola virtual y compraros el título con el que más disfrutasteis y el título que os quedasteis con más ganas de probar. Veréis que os lo pasais mejor con lo conocido que por lo conocer.
Pero mirémoslo por el lado bueno: nunca antes había sido tan facil una recopilación de títulos remarcables. Nunca antes, para los frikis de los videojuegos como nosotros, podíamos haber realizado un viaje por todos aquellos títulos que en su momento desbancaron el mercado, o lo impulsaron por buenos caminos. Nunca antes podiamos hacer un viaje por la historia de nuestra industria favorita con la facilidad que tienen en otras como la literatura o el cine.
Asi pues, sí, de acuerdo, es un chantaje emocional. Sí, nos hace gracia pensar en los pixeles grandes y luminosos, pero no parecian tan grandes entonces. Sí, recordamos con cariño muchas de las melodías, pero no recordaba que fueran tan desagradablemente agudas. Sí, nos emocionamos al revivir como completamos determinada fase, pero que coñazo se está haciendo pasar los primeros escenarios. Sí, teniamos controlado al protagonista al dedillo, pero como echo de menos determinados movimientos actuales. Sí, los juegos fueron buenos, pero hoy están anticuados y anquilosados.
Pero oye, ¡como nos mola lo retro!
Este articulo se publico originalmente en la revista Games Tribune.