Puesto porJCP on Jan 30, 2014 in Autores
Cuando la socialdemocracia, en sus muchas variantes, ha destruido los movimientos populares, Gamonal ha sido mitificado por quienes convocan raquíticos eventos neo-carcas, a los que van más policías que manifestantes.
A pesar de que cada día más amplios sectores de la población se van sumergiendo en la pobreza material, en ocasiones extrema, el pasado otoño y lo que va del invierno han sido de una paz social perfecta, sólo alterada por la sorpresa de Gamonal. Una vez más escuchamos aquello de “después de esto ya nada será como antes”… pronunciadas sólo un instante antes de que el conformismo, la resignación y la desmovilización se hagan todavía más agobiantes.
Eso muestra la rotunda falsedad del economicismo, la ideología burguesa por excelencia. No es el estómago lo que mueve al ser humano sino el cerebro y el corazón. Los economicistas son agentes del capital dentro del pueblo.
El 15-M se desplomó por falta radical de espíritu revolucionario, liquidándose, pero aquéllos que lo fían todo a que las masas salgan a la calle a demandar reformas que no dañan lo esencial del sistema de dominación siguen esperando el milagro… esta vez acaecido, al parecer, en Gamonal.
Reflexionemos. Hoy, cuando hace sólo unos días de lo del barrio burgalés el asunto es ya irrelevante. Además, fue una movilización por metas reformistas, que en muy poco cuestionan al sistema de dominación y que, de facto, sirven a éste pues integran a las masas en él, al hacerlo más tolerable para la gente común.
Acciones de esa naturaleza son cualitativamente diferentes de las luchas revolucionarias y no pueden transformarse en éstas ni sirven gran cosa para el desarrollo de la conciencia popular. Son parte de la dinámica natural del sistema capitalista, que se va auto-ajustando a partir de acciones y reacciones perfeccionadoras de su esencia.
Quienes lo esperan todo de la espontaneidad popular, que hoy no es y no puede ser revolucionaria, se convierten en sostenedores del orden constituido, que existe en permanente adecuación y renovación a partir de sí mismo.
Intervenciones populares como las de Gamonal son justas, son éticas, son oportunas, se deben realizar, pero no son revolucionarias y no son el camino que lleva a la revolución. Por tanto la cuestión reside en si se cae de rodillas ante ellas o se las considera con fría objetividad, evaluando lo poquísimo que aportan a la causa de la revolución y lo que contribuyen a robustecer el orden constituido.
Hay dos elementos más. La idealización de aquéllas sirve, sobre todo, para que ciertas personas que podrían aportar a la gestación de las condiciones subjetivas de la revolución pierdan su tiempo jaleando dichas luchas y esperando en vano lo que jamás puede suceder, su generalización y paso a una fase superior. De ese modo tales personas, inicialmente valiosas, se rebajan a activistas socialdemócratas, se degradan como seres humanos y se deshumanizan.
Los que dedican lo mayor y mejor de su tiempo a las acciones reformistas se construyen a sí mismos como socialdemócratas.
Otro es que si se arguye que el gran cambio social necesario surge desde actuaciones populares estilo las de Gamonal se está reduciendo la revolución a una suma de operaciones reformistas, lo que equivale a argüir que se está convirtiendo el anticapitalismo en una tanda tras otra de luchas por reformar el capitalismo, vale decir, por mejorarlo, adecuarlo y actualizarlo, a fin de cuentas por refundarlo.
Hay más. La brega por reformas es más positiva en una sociedad donde el factor consciente sea fuerte que en otra, como el actual, en que éste apenas existe, anegado por todo tipo de formulaciones integradoras, pseudo-radicales y perfeccionadoras del sistema de dominación mientras afirman hipócritamente ser antagónicas con él.
Ahora la principal, con mucho, actividad revolucionaria es desarrollar el factor consciente. La idea, el proyecto y programa revolucionario se llevan directamente a las clases populares, como tales, sin necesidad de ninguna lucha reformista, tomando la totalidad de la existencia social y personal, sin reducirse a las ínfimas cuestiones que hoy son objeto de demanda en la calle.
Además, hoy el ideario revolucionario es imprescindible incluso para que haya movilizaciones fuertes de naturaleza no-revolucionaria. Quienes llevan decenios y decenios predicando el culto por la espontaneidad de las luchas de masas, corriendo detrás de esta acción reformista o la otra, han desempeñado una función de primera magnitud en la aniquilación de los movimientos sociales de toda naturaleza que hoy, exhaustos, están en el peor momento de los últimos 150 años.
Sin la esperanza de la revolución integral, sin su fortísimo poder de esclarecimiento, seducción y organización, ya ni siquiera puede haber actuar popular reformador continuado, pues hoy lo de Gamonal no es la regla sino la excepción. Por eso los socialdemócratas de toda laya son los responsables del gravísimo reflujo de los movimientos de masas que padecemos, que para ser superado necesita del factor consciente y el ideario de una revolución total, a la vez social, personal, espiritual y en los valores.