Ganar el premio Nobel es el mayor reconocimiento al que puede aspirar un científico, eso nadie lo duda. Además la academia sueca ya se guarda de ir sobre seguro. En el testamento original de Alfred Nobel se indicaba que había que premiar el descubrimiento más importante del último año, algo difícil de aplicar. Hoy en día no se premia la inmediatez, sino que se espera a que el descubrimiento pase el filtro del tiempo, de ahí a que muchas veces hayan lapsos enormes entre el descubrimiento inicial y el reconocimiento, como el caso de el premio Nobel de este año a Robert G. Edwards o el de Barbara McClintock. Los Nobel de ciencia se otorgan a un descubrimiento (a diferencia del de literatura que se otorga al conjunto de toda la obra). Por lo tanto si alguien gana el Nobel es incuestionable que ha hecho un descubrimiento importantísimo, lo cual no le exime de meter la pata en otros aspectos, y por desgracia, no nos faltan ejemplos.
Otro aspecto es que el reconocimiento académico conlleva una parte más crematísitica. El Nobel tiene una importante dotación económica y el prestigio que consigue el galardonado implica que le inviten a conferencias y cursos en diferentes instituciones. Actividades que a veces son generosamente remuneradas. Remarco el “a veces” por que en la mayoría de actividades científicas la participación se hace por amor al arte. Hasta aquí nada que objetar, más bien al contrario. Si vivimos en una sociedad que paga fortunas a cualquier desgraciado por salir en la tele diciendo que se ha acostado con no se quien, o a cualquier actor o deportista por llevar una marca de ropa, que menos que gratificar a alguien que ha hecho un trabajo excepcional del que se beneficiará toda la sociedad. El problema es cuando a cuenta del Nobel se franquean ciertas barreras éticas.
Un premio incuestionable... y un excelente reclamo comercial
Un ejemplo lo tenemos en L. Ignarro. Ganó el premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1998 compartido con Ferid Maurad y Robert F.Furchgott por sus descubrimientos sobre el óxido nitrico (NO), molécula con importantes propiedades en la fisiología animal y vegetal. Entre otras es un potente vasodilatador, que explica por que en caso de angina de pecho una pastilla de nitroglicerina debajo de la lengua es útil, o por que la viagra hace lo que hace. Del premio Nobel nada que objetar, quizás que se dejaran fuera de la terna a Salvador Moncada. Es lo que tienen las bases. Se otorga a un máximo de tres, pero en muchos temas hay más de tres investigadores que han hecho aportaciones importantes, por lo que toca elegir y dejarse a alguien fuera. Una vez ganado el premio, Ignarro decidió sacarle rendimiento por una vía poco ortodoxa. Al poco tiempo diseñó el Niteworks, un suplemento nutricional y publicó un libró según el cual el NO era la panacea para prevenir y revertir cualquier tipo de enfermedad cardiovascular… libro más cercano a la pseudomedicina que a la divulgación científica. La patente del suplemento se la vendió a la multinacional de la herboristeria Herbalife, y el mismo Ignarro entró a formar parte de la compañía como presidente del consejo asesor científico. Huelga decir que el prestigio de Ignarro y de su premio Nobel fue convenientemente publicitado por Herbalife para vender todos sus productos, en especial el Nitework, que se comercializa con su firma en el envase. Hasta aquí, todo muy rarillo, pero nada realmente objetable. Le han fichado para ser la imagen de una compañía. Bueno, quizás que la compañía ya fue multada por hacer afirmaciones engañosas sobre las propiedades de sus productos, por la estructura de venta piramidal y en España por contaminación con plomo. Solo queda una pregunta abierta ¿el suplemento funciona? ¿Hay pruebas que avalen su eficacia?
Aquí ya entramos en el terreno pantanoso. En Junio del 2004 la revista de la academia nacional de ciencias estadounidense PNAS publica un articulo, firmado por Ignarro y por otros 11 colaboradores donde se demuestra que un suplemento con la misma composición que Niteworks tiene efectos beneficiosos sobre ratones obesos. El artículo fue publicado en la modalidad de “contributed” privilegio que se reserva a los miembros de la Academia de las ciencias estadounidenses y que les permite una revisión más suave. El artículo solo tenía un problemilla, Ignarro no reveló que tenía un interés económico en la investigación, ya que estaba evaluando un artículo sobre el que obtenía beneficios en su venta, algo que debe ser declarado a priori. La revista PNAS se vio obligada a publicar una corrección indicando este hecho. Lo cierto es que hay ciertas evidencias que Niteworks puede tener efecto en ratones, pero ningún estudio avala su eficacia en humanos. Lo dicho, tener el premio Nobel no es garantía de infalibilidad.
Ignarro y Nobel anunciando suplementos alimentarios
Curiosamente Ferid Murad, viendo el éxito de Ignarro trató de seguir sus pasos, y en diciembre de 2004 avaló la salida al mercado del suplemento Cardio Discovery, a imagen y semejanza de Niteworks. Parece que ya se ha bajado del carro y ha decidio retirar su nombre de la publicidad, no siempre con éxito.
En España no tenemos Nobeles de medicina o fisiología (tuvimos uno pero ya falleció, Severo Ochoa no cuenta en la estadística oficial. Era americano cuando le dieron el premio), pero si tenemos una versión cutre y cañí de los suplementos alimenticios con presunto aval académico. Tweet