En vísperas a estas Fiestas tan señaladas, como diría nuestro monarca, mi hijo Diego, con cinco años y medio de edad y al que su madre (ahora que no me lee) se empeñó a apuntar a la clase de Religión en el colegio, me hizo una pregunta trascendental.
No, no me preguntó de dónde venían los niños porque eso ya hacía tiempo que se lo había explicado. Me hizo la siguiente pregunta:
“Papá, esto de la Semana Santa … ¿Es cuando nace Dios o cuando se muere?”
Estarán conmigo en que si no llega a ser porque esa pregunta me la estaba realizando una criatura de 5 años, cualquiera podría pensar que forma parte del guión de La Vida de Brian, de los Monty Python, cuya imagen acompaña a esta entrada.
¿Qué responder a una pregunta que en realidad no entiende la gran mayoría de los mortales, creyentes incluidos? ¿Cómo indicar a un niño que lo que se conmemora es la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, que a su vez era el Hijo de Dios, pero a su vez, Dios en la creencia Cristiana?
En cierta forma Diego tenía razón. Dios había muerto. ¿Es mi hijo seguidor de la teoría de Nietzsche? Opté por la explicación más sencilla: Jesús era el hijo de Dios y lo que se recuerda cada Semana Santa es su muerte y que el nacimiento de Jesús, se celebra en Navidad. Pero creo que no quedó muy satisfecho por la respuesta.
En unas horas, marcho a lo que yo llamo la España Profunda. Es un encantador pueblo de la provincia de Segovia llamado Chañe que es donde mi mujer prácticamente se crió y que responde a todos los tópicos de esa Castilla que describía Machado y en donde, como no podría ser de otra forma, se celebra la Semana Santa con el rigor y la solemnidad que parece que se merece.
Este pueblo, como digo es encantador y sus habitantes me han acogido desde hace tiempo como un miembro más de esta comunidad. Pero los que me conocen saben que me aburro como una ostra porque yo digo que no hay nada que hacer.
Es lamentable, lo se. Es lamentable el estereotipo que tengo de hommo civitas, pero no lo puedo evitar. Soy de los que piensan que si quiero ir al campo, en Madrid ya tenemos Navacerrada, Somosierra o a la vecina Guadalajara, máxime en mi caso, viviendo como vivo en Alcalá de Henares. Y que si quiero tranquilidad y evadirme el mundanal ruido, me puedo ir al Pico Ocejón.
Pero lo que en realidad cada vez aguanto menos es esta liturgia o tradicción que paraliza no ya a Chañe, no ya a Segovia, sino al mundo entero, porque me parece un acto absolutamente hipócrita. Es como la Navidad. Todo el año puedes estar dando por saco al prójimo, pero como es Navidad, hay que estar alegre. Pues con la Semana Santa, lo mismo. Puedes ser una cabrón, pero si caminas descalzo con grilletes y tapado con una caperuza, Dios perdonará todos tus pecados. ¡Venga ya!
Los católicos contemplan con horror como las mujeres musulmanas van tapadas de la cabeza a los pies pero ven como algo perfectamente normal que Semana Santa uno se vista de nazareno, que para el caso es lo mismo. Que se escandalicen porque una religión exija ayuno y abstinencia pero se vea como algo lógico, no comer carne en viernes de cuaresma.
¿Cuándo aprenderán los devotos a respetar las otras religiones e incluso a los que no profesan ninguna?
En fin. Que nos vemos pronto, si no me muero antes, de aburrimiento, claro.
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