El descubrimiento del ADN como estructura decisiva en nuestra herencia, como un código cifrado del potencial de nuestras capacidades y de las enfermedades que podemos padecer en el futuro, hace que el ser humano pueda ser visto en cierta medida como un ente determinado, no tan libre como se pensaba hasta aquel momento y con muchas limitaciones en cuanto a los propósitos vitales que puede llevar a cabo. Bien es cierto que, después del nacimiento, las circunstancias vitales de cada cual pueden ser tan decisivas o más que la herencia genética, pero, como defiende el profesor Richard Dawkins, después de todo el gen es la principal unidad de selección en la evolución de las especies. Nacer con taras genéticas puede ser una maldición, mientras que contar con unos genes sanos que predispongan a la salud y a la inteligencia es un don deseable para cualquier ser humano. ¿Por qué la ciencia no podría sustituir a la naturaleza, siempre cruel y arbitraria, en la configuración genética de los nuevos seres humanos?
El espectador, ante la sociedad que nos muestra Gattaca, puede mostrar la misma extrañeza y rechazo que sentiría un ciudadano de los años ochenta si le informaran de que dentro de unas décadas la gente tendrá una absoluta dependencia de los teléfonos móviles, hasta el punto de que no le importará ceder al Estado y a las grandes empresas porciones cada vez mayores de la propia privacidad. Hoy día existe legislación que protege nuestros datos, pero siempre va por detrás de los nuevos avances tecnológicos. Lo mismo sucede en la sociedad de Gattaca respecto a la condición genética de cada cual. Se supone que su privacidad está protegida por las leyes, pero en la práctica una entrevista de trabajo en un centro prestigioso puede sustanciarse simplemente con un análisis de sangre o de saliva: si el candidato cuenta con una herencia genética idónea, será admitido al instante. Ni que decir tiene que los padres tienen la posibilidad de elegir las características de su futuro hijo, por lo que en este mundo proliferan los genios altos, rubios y guapos y los peores trabajos están reservados para aquellos que cuentan con genes naturales, no manipulados en un laboratorio, aunque dicha discriminación sea ilegal sobre el papel. Una sociedad que se encuentra al borde de parecerse a la que describió Aldous Huxley en Un mundo feliz, si no fuera porque la felicidad del individuo está subordinada a su eficiencia laboral. El estilo de los trabajadores de Gattaca es discretamente elegante y el carácter de los mismos reservado y eficiente.
Gattaca cuenta la historia de Vincent, cuyos padres eligieron para él un nacimiento natural, por lo que sufre una enfermedad congénita de corazón. Con tal condición genética, está vedado para los mejores trabajos, pero este detalle no va a frenar la ambición de Vincent de convertirse en piloto en vuelos espaciales. Su estrategia será la del engaño: con la complicidad de un ser genéticamente perfecto, pero que quedó inválido en un accidente, logrará ser admitido en la Corporación Gattaca. Vincent no solo ha de dar muestras de una inteligencia fuera de lo común, sino que deberá someterse a una enorme disciplina diaria para no dejar huellas de su verdadera herencia genética, tanto en los objetos que toca en su labor cotidiana, como en los controles al respecto que organiza la empresa de vez en cuando. También hay algo de intriga criminal en la película de Niccol: Vincent podría estar implicado en el asesinato de uno de los directores de la Corporación.
Gattaca es una de esas producciones de ciencia ficción de vertiente sociológica que describen una realidad muy cercana y muy creíble, por lo que es inevitable que mueva a la reflexión del espectador. Está la evidencia de la deshumanización del individuo, que no es valorado como tal (aunque, ¿cómo puede definirse en realidad lo que es una persona?) sino por su potencial genético, aunque supongo que gente de otras épocas tendrían muchas cosas que decir acerca de este particular sobre la nuestra. Pero la película también puede, desde determinado punto de vista, apreciarse como una apología del espíritu humano tradicional, aquel que se esfuerza por alcanzar sus objetivos y es capaz de superar todos los obstáculos que se interpongan en su camino. En este sentido, algo de doctrina manual de autoayuda hay en la propuesta de Niccol, pero enmascarado en un guión tan perfecto y enmarcado en una estética minimalista tan seductora, que apenas tiene repercusión en el resultado final.
Y nos queda la gran pregunta: si te dijeran que tu hijo tiene la posibilidad de ser muy inteligente, guapo y gozar de una salud perfecta, ¿qué harías?