Escribe que soy árabe,
que robaste las viñas de mi abuelo
y una tierra que araba, yo, con todos mis hijos.
Mahmud Darwish
Con el apoyo de Barack Obama, presidente de Estados Unidos y Premio Nóbel de la Paz, Israel –otra vez– agrede la franja de Gaza y está dispuesto a erradicar los palestinos de su territorio. La ONU por su parte da la espalda. El Consejo de Seguridad está muy ocupado planificando cómo resolver el partido de ajedrez y mueve sus piezas para buscar los flancos débiles de Siria e incursionar militarmente a través de la frontera siria con Turquía.
He manifestado que la agresión de Israel contra la franja de Gaza tiene varios objetivos:
- Primero: Crear una cortina de humo para potenciar la reelección de Benjamin Nentanyahu como primer ministro de Israel en las próximas elecciones del mes de enero de 2013.
- Segundo: No permitir que la ONU apruebe una resolución donde Palestina sea reconocida como miembro observador, porque esta decisión abriría el camino para que, en un futuro muy cercano, Palestina sea reconocida como miembro pleno de las Naciones Unidas, lo que sería el reconocimiento de Palestina como Estado.
- Tercero: Distraer a la opinión pública internacional para infiltrar armas y combatientes en Siria y de esa manera derrocar al gobierno de Bachar al-Assad, cosa que no han podido lograr en 20 meses.
Hace 5 años que Gaza viene sufriendo un fuerte bloqueo aéreo, terrestre y marítimo por parte de Israel, al extremo que la infraestructura destruida en la operación militar “Plomo Fundido”, en 2008, aún no ha podido reconstruirse por falta de productos de construcción como cemento y cabilla, cuya introducción en la franja de Gaza está prohibida por Israel. Debido a ello muchos hospitales y escuelas de Gaza permanecen en ruinas.
La realidad ha sido mostrada al mundo por los pocos medios de comunicaciones internacionales que, a pesar de las advertencias de Israel y el grupo político de resistencia palestino Hamas, permanecen en Gaza.
No se puede comparar un intercambio de misiles israelíes –sabiendo que Israel cuenta con las más avanzadas tecnologías en ese campo– con el disparo de cohetes artesanales palestinos, que no cuentan con ningún tipo de tecnología y lo que causan es ruido.
En Gaza vemos un ejemplo claro de desarrollo moderno de la barbarie contra un pueblo que reclama su derecho a la libertad, a la soberanía y a una vida digna. Sin embargo, el mundo occidental y quienes desarrollan la tecnología bélica, no condenan a Israel, sino que lo azuzan a proseguir sus prácticas de tiro tomando como blanco a los civiles del pueblo palestino.
Ya en 2008 todos vimos como Israel utilizó bombas de racimo de fósforo blanco para quemar vivos a los palestinos, utilizó dispositivos electrónicos de ruido para inmovilizar a los palestinos, utilizó armas químicas que desintegran las arterias y venas y matan a la gente por desangramiento. ¿Quién, qué países condenaron la utilización de esas tecnologías experimentales contra el pueblo de Gaza? ¿Dónde estaban entonces los organismos de derechos humanos de la ONU? ¿Dónde estaban la Liga Árabe y el Consejo de Cooperación del Golfo? ¿Qué hizo la comunidad islámica internacional? ¿Qué hicieron las ONGs palestinas y árabes que colectan millones y millones de dólares por todo el mundo invocando la causa palestina como pretexto? ¿A qué bolsillos van los dineros destinados a los palestinos de Gaza y Cisjordania?
Un informe de la Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU señala que “las restricciones impuestas a la población civil en Gaza constituyen un castigo colectivo, una violación del derecho internacional humanitario“. Pero todo a quedado en tinta sobre un pedazo de papel.
No basta con que algunos gobiernos condenen el sionismo internacional a través de discursos. Es necesario un plan conjunto para detener las agresiones reiteradas de Israel contra la ya diezmada población de Palestina, ya sea en Gaza o en Cisjordania. Los grupos políticos que conforman la resistencia Palestina, como el Hamas, la OLP y la Yihad Islámica, tienen que dejar de lado la retórica y volver a los principios y objetivos contemplados en sus constituciones. Se necesita más resistencia y menos politiquería.
Es totalmente absurdo que, mientras Israel agrede constantemente a la población de Gaza y asesina gente inocente, el Hamas y la OLP se dediquen a pactar la paz cada uno por su lado, en un juego reiterado de intereses particulares. No se puede jugar con la vida del pueblo, utilizándolo como carne de cañón de quienes transforman una causa justa en negocio o, por decirlo más claro, en un “modus vivendi”.
El mundo del siglo XXI ha venido teniendo transformaciones, ya no hablamos de unipolaridad, ya asistimos al parto de la multipolaridad y de alguna manera podemos verla, no sólo en los bloques económicos que han resurgido en el mundo sino en el enfrentamiento de los conflictos geopolíticos, como en los casos de Siria e Irán. Es un hecho histórico que Rusia y China, grandes actores en el concierto mundial, han unificado sus voces para contrarrestar las pretensiones bélicas de Estados Unidos y de la Unión Europea proyectadas para el siglo XXI. A estas voces de multipolaridad hay que sumar la de América Latina y las de varios países que están teniendo gran peso en sus regiones, como Irán y la India.
Israel seguirá teniendo el apoyo de Estados Unidos y viceversa. ¿Quién duda todavía que Israel es el Estado número 51 fuera de las fronteras estadounidenses? ¿Acaso Estados Unidos (descendiente de Gran Bretaña) no facilitó después de la Segunda Guerra Mundial la creación del Estado sionista de Israel en detrimento de los derechos de la nación palestina? ¿Cuántos acuerdos secretos existen entre Washington y Tel Aviv a espaldas de la opinión pública internacional?
El mundo debe dejar de lado el doble rasero para enfrentar la voracidad del capitalismo en decadencia.
Mientras tanto, las voces aún dispersas de los pueblos seguirán condenando la agresión contra Gaza, otros niños palestinos caerán por lanzar piedras a los tanques mientras que el Hamas, en detrimento de su combatividad y resistencia revolucionaria árabe, negociará la paz con Israel, y todo quedará escrito en media cuartilla de la historia, como tantas otras veces.
Javier Alexander Roa