Revista Libros
HERMANOS
Nuestros padres se habían perdido y yo no me separaba del lado de mi hermano, que era dos años mayor que yo. Me sujetaba la mano con fuerza, y eso me hacía sentir bien. Me pegaba a su brazo y, de vez en cuando, miraba su cara; pero él siempre estaba con la cabeza muy recta, mirando hacia delante. Había mucha gente y nos empujábamos unos a otros. Alguien gritaba y sus gritos me daban miedo. Parecía que avanzábamos en fila, arrastrando los pies, todos muy juntos, hasta que llegamos hasta un hombre que nos miró y le dijo a mi hermano que me soltara y que se fuera por otro lado. Yo sujeté su brazo con fuerza, pero él apartó mi mano y obedeció al hombre. Grité y lloré. Me agarraron de la chaqueta y tiraron de mí mientras mi hermano me decía adiós con la mano. Escuché a alguien decir que iban a darnos una ducha.