Revista Salud y Bienestar

Geoingeniería, estelas misteriosas

Por Miguel @MiguelJaraBlog

El pasado sábado Infomativos Cuatro ofreció un reportaje de tres minutos sobre la geoingeniería. En él, Raquel Duva, su autora, planteaba la posibilidad de que las estelas nubosas que vemos en el cielo durante los últimos años sean lo que multitud de científicos han descrito durante los últimos años, proyectos para combatir el cambio climático por medios tecnológicos.

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La geoingeniería para combatir el calentamiento global la cita el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) en su informe de 2001 bajo el epígrafe de Mitigación y ya entonces alertaba de que el riesgo de que se produzcan consecuencias imprevistas es alto. Edward Teller, padre de la bomba de hidrógeno y asesor de Reagan para el programa de defensa conocido como Guerra de las galaxias, estaba a favor de inyectar partículas que disgregasen la luz del sol en la estratosfera para evitar el calentamiento global.

No sabemos qué son esas nubes artificiales que hay en el cielo pero lo cierto es que su apariencia coincide con proyectos descritos en los últimos años. En 2002, uno de los párrafos de la prestigiosa revista Nature era el siguiente:

“Nuestro futuro podría incluir proyectos de geoingeniería en gran escala, internacionalmente aceptados”.

Las escribió Paul Crutzen, premio Nobel de Química por sus descubrimientos sobre el agujero de la capa de ozono. En agosto de 2006, Crutzen propuso hacer un experimento consistente en desarrollar en la estratosfera películas de azufre para evitar que parte de la energía solar llegue a la Tierra. Quería lanzar, por ejemplo con cañones, sulfuro de hidrógeno. Por oxidación, se forma dióxido de azufre, del cual a su vez, también por oxidación se crean partículas de ácido sulfúrico (este es el funcionamiento de los volcanes, recuerden que hace unas semanas la temperatura bajó en los países que tenían en su cielo la nube de cenizas del volcán islandés).

En el video Raquel Duva recoge declaraciones mías sobre las imágenes que cualquier persona puede ver a través ofrecidas por una página web de la NASA y recogidas por un satélite que muestran cómo determinados días gran parte de la superficie de Europa aparece literalmente cubierta por estas estelas de nubes sintéticas creadas por aviones.

Quizá el estudio científico que recoge con más detalles proyectos con la apariencia de lo que vemos en el cielo sea un trabajo de 944 páginas realizado por un panel de científicos e investigadores ">">denominado Policy Implications of Greenhouse Warming: Mitigation, Adaptation, and the Science Base (Implicaciones de la política del calentamiento por efecto invernadero, mitigación, adaptación y base científica). Fue publicado en 1992, cinco años antes de la cumbre de Kyoto, por la National Academies Press (NAP) y sus autores son el citado panel de científicos, la National Academy of Sciences (Academia Nacional de Ciencias), la National Academy of Engineering (Academia Nacional de Ingeniería) y el Institute of Medicine (Instituto de Medicina), todos ellos de Estados Unidos. Como pueden ver, altísimas instancias del mundo científico estadounidense. Hay que recordar que ese mismo año, 1992, se celebró la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que dio lugar a una serie de acuerdos por medio de los cuales los países de todo el mundo se unían por primera vez para hacer frente a este problema.

Este mega estudio, de una exhaustividad pasmosa, argumenta que la manera más eficaz de mitigar el cambio climático es la pulverización en la atmósfera de aerosoles reflectantes utilizando para ello aviones, tanto comerciales como militares. Este método de mitigación de los efectos del cambio climático tiene como objetivo crear un escudo en la atmósfera del planeta para conseguir que aumente el albedo de la Tierra (el albedo es la relación de la radiación que cualquier superficie refleja sobre la radiación que incide sobre la misma). Se utilizaría para ello aerosoles compuestos de aluminio u óxido de aluminio y óxidos de bario, así como productos químicos que generen ozono en la atmósfera.

El listado de los expertos que participaron en este inmenso trabajo de búsqueda de alternativas técnicas con las que combatir el cambio climático depara alguna sorpresa: encontramos a Robert A. Frosch, que entonces era vicepresidente del General Motors Research Laboratories —los laboratorios de investigación de la empresa automovilística-, que ya poseían la patente Welsbach para la fumigación del cielo con aerosoles compuestos por óxidos metálicos. También está Joseph Glas, director de la división de fluoroquímicos de la compañía química DuPont. No deja de ser curiosa la participación de la compañía General Motors en este análisis sobre la posibilidad de desarrollar proyectos de geoingeniería. Por un lado están obteniendo inmensos beneficios económicos con la venta de automóviles con los que en parte se causa el calentamiento global y por otro invierten en proyectos para modificar el clima al gusto sin “tocar” el actual sistema económico imperante, que es donde está la gracia de la geoingeniería para sus aplicadores.

Más info: El libro La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo (Península, 2009) contiene un capítulo entero dedicado a la geoingenería que profundiza en este ámbito.


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