Imprescindible leer y releer el encuentro digital que mantuvo ayer Gervasio Sánchez con los lectores de Público. Llevo muchos años admirando a este profesional como la copa de un pino y, además, tuve la suerte de conocerle en persona durante la VII edición de FiSahara. No fue allí donde me dí cuenta de la calidad humana y profesional de Gervasio. Eso sucedió mucho antes. Y se ratificó en el modo en que aceptó mi invitación para venir al Sáhara y conocer de primera mano la realidad de los campamentos de refugiados.
Jamás había hablado con Gervasio. Nunca. ¿Cómo di con él? A través de una de las redes sociales que se han hecho tan populares. Le envié un mensaje, proponiéndole el viaje al Sáhara y enseguida respondió. Le cogí entonces en Chile, donde se encontraba trabajando. No lo dudó, me pidió más información y durante las semanas sucesivas fuímos hablando, cerrando los flecos que siempre tiene un viaje de este tipo.
El día que salíamos para el campamento de refugiados de Dajla, me lo encontré en Barajas, releyendo recortes de periódicos sobre el conflicto del Sáhara Occidental de finales de los 70, principios de los 80. Me los mostró, ilusionado con el viaje. Ilusión que día a día siguió desbordando durante todo el festival en el desierto. Y eso se nota en su modo de trabajar, de indagar, de buscar historias que nadie busca.
Un actitud muy diferente de otros periodistas a los que veo que llueven los elogios... a los que también me dirigí de la misma manera que con Gervasio y que nunca, jamás, ni siquiera respondieron. Esa es la diferencia. Y no lo digo por estar dolido o decepcionado -que lo estoy-, sino porque hacer buenos reportajes cuando vas a lo seguro resulta mucho más sencillo que embarcarte en aventuras que jamás sabes cómo terminarán.
Gervasio es de los segundos, es un periodista de raza, un espejo en el que mirarse y que, además, jamás a renunciado a sus principios, por muchos premios que le han dado o muchos halagos que ha recibido. No mide las invitaciones o las propuestas de trabajo en términos del éxito que le reportarán, sino en términos del interés periodístico y humano. Esa es la diferencia respecto a los periodistas del star-system. Que los hay y muchos. Y, ¿saben qué es lo peor? Que ellos mismos creen que son el último reducto del periodismo puro cuando, en realidad, son uno de los peores golpes que recibe esta profesión en plena línea de flotación.
Como apuntó ayer Gervasio: "El oficio de periodista tiene una mala imagen generalizada por culpa de la prepotencia con la que actúan algunos periodistas.[...] Creo que existe mucha prisa por llegar muy rápido al éxito y se hacen cosas que cuestionan todo el trabajo. En esta especialidad del periodismo, como en todas, hay que tener un comportamiento intachable todos los días de todos los años de tu vida profesional".
Gracias, Gervasio.Y perdona, porque a buen seguro que, aunque a mi se me hace corto este post, a ti te parecerá excesivo.