Revista Psicología

Gestos que acortan distancias

Por Rms @roxymusic8

Son gestos ocultos, pero que no pasan desapercibidos en el corazón de quien los recibe. Son gestos atípicos que no se ven en directo como una caricia o un abrazo, sino que los recibe uno apenas dejando ver quién está detrás de ellos. Hablo de una llamada, de una carta o mensaje, de un vídeo y hasta de un audio. Todos estos gestos que realiza un amigo por y para ti. ¿Por qué son ocultos? Porque son íntimos, y guardan ese carácter propio de la relación personal. ¿Y por qué son gestos? Porque también se perciben y dejan huella en quien los recibe, acortando las distancias entre ellos y, en consecuencia, acercando sus personas permitiendo la comunión.

Es increíble el poco tiempo que se destina a estos gestos tan únicos y necesarios hoy, pues vivimos en una sociedad abocada al estrés, a la rapidez, al consumo desmedido y a vivirlo todo en la más absoluta individualización. Necesitamos gestos que nos hagan parar. Gestos que nos hagan confiar en las personas, que nos unan a ellas, que saquen lo bueno que hay en nosotros. Necesitamos gestos que nos hagan creer en el amor desinteresado y en las amistades, que reflejen la preocupación, el cariño y la compañía. Necesitamos gestos que nos saquen de nosotros mismos. Los necesitamos por nuestro bien y por el bien del otro. Una llamada frena nuestros pasos. Una carta o mensaje frena nuestra mirada. Un vídeo frena nuestros impulsos. Un audio frena nuestro ritmo de vida. Todos estos gestos frenan nuestro egoísmo, nuestros planes, nuestras miras cerradas, nuestra vida estéril.

Pero, lo más importante de estos gestos es que destilan humanidad. Percibimos a la persona que hay detrás de ellos. La llamada y el audio nos acercan su voz, la carta y el mensaje nos acercan su letra, y el vídeo nos acerca su imagen. Todo nos habla de nuestro amigo, de esa persona a la que le importamos. Son gestos que destilan amor, y nos sentimos amados al recibirlos. A su vez, nos sentimos llamados a dar lo que hemos recibido y estas personas amigas nos ayudan a amar de una manera diferente, creativa y también muy directa. Son una buena forma de paliar la falta de verse o la imposibilidad de quedar; de pasar por encima de la indiferencia y de ofrecer una alternativa al encuentro aun en la distancia. ¿Quién no aprecia estos gestos?

Últimamente, me he servido de ellos para llegar a ciertas personas. Reconozco que la vida me ha atrapado en sus idas y venidas, y no me ha dejado tiempo de poder encontrarme en vivo y en directo con aquéllas. Tampoco me escondo en estos gestos ni pretendo que sean mi principal forma de cuidar las amistades. ¡Bien saben estas personas que no es así, pero que recurro a ellos de vez en cuando! Y sí, me lo agradecen igual. Yo lo corroboro, ¡cuántas llamadas, cuántos audios, cuántos mensajes y cartas de estos amigos me han sacado una sonrisa, han provocado una alegría en mi corazón y me han llenado de esperanza! Vale la pena dedicar un tiempo a pararnos y acercarnos a quien tengamos más lejos o hayamos descuidado, o simplemente, queramos llevarle un trocito de nosotros.

Es bonito pensar en el making off que hay detrás de cada uno de estos gestos. Se empieza por pensar en una persona en concreto. Uno se da cuenta de cuánto tiempo lleva sin hablar con ella o quizás, le vienen recuerdos de la última vez. Luego, dedica un tiempo a reunir en su cabeza lo que le quiera transmitir. Si se trata de una carta, escogerá un papel, un sobre y un bolígrafo, y luego, irá a comprar el sello y enviar la carta. Si en lugar de una carta es un audio, se parará un momento, cogerá el móvil, se sentará en un lugar cómodo y dará rienda suelta a su imaginación, humor y oratoria. No importa el modo de contacto con nuestra persona amiga, en todos ellos hay un tiempo concreto, de calidad, dedicado exclusivamente a ella. Éste es el mejor regalo, el que no se percibe pero que tiene un valor incalculable. La gente pierde el tiempo, pero nosotros y todos los que realizan estos gestos, recogemos el tiempo y lo regalamos. Nos hacemos dueños de él para poderlo entregar.

Y esto es amor también, porque es nuestro y lo damos sin esperar nada a cambio. Sólo queremos el bien de esa persona amiga.


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