Título original: Ghoulies
Género: Terror, Comedia
Duración: 81 minutos
País: EE.UU.
Dirección: Luca Bercovici
Guión: Luca Bercovici, Jefery Levy
Intérpretes: Peter Liapis, Lisa Pelikan, Michael Des Barres, Scott Thomson, Mariska Hargitay
Música: Richard Band, Shirley Walker
Jonathan Graves hereda la mansión de su tío, el famoso satanista Malcolm Graves. En la fiesta de inauguración de su nueva casa, decide inspirarse en una serie de rituales satánicos para dar una sorpresa a los presentes, pero algo terrible sucede... Conjura a una horda de pequeños "Goblins" llamados Ghoulies. Estos pequeños y malévolos espíritus intentarán por todos los medios crear un ritual, en el cual sacrificarían a todos los presentes, para que así se abran las puertas del infierno y escape el mismísimo Diablo...
Ah, la nostalgia... A veces es inevitable echar la vista atrás y recordar esos tiempos de temprana juventud y todo lo que ello conlleva, incluido las películas que veíamos de críos. Y la de hoy es una de esas películas que vi con apenas siete u ocho años tras alquilarla en el videoclub de mi barrio.
Los amigos en cuestión...
Ghoulies surgió en 1985 buscando repetir el éxito de Gremlins (Joe Dante, 1984), a la que, por qué no decirlo, intenta copiar de forma descarada, sobre todo con la fórmula de "bichos o criaturas pequeñas y cabronas". En esta ocasión tenemos a los ghoulies, una especie de pequeños demonios que aparecen tras un conjuro ocultista y que sirven, en teoría, a aquel que los haya invocado. Aún así, y pese a que puedan parecer protagonistas absolutos, los ghoulies ejercen como secundarios en una historia donde la mayor parte del peso argumental (de un guión realmente pobre y simple) recae en las idas y venidas del protagonista y sus escarceos con la magia negra, con apariciones esporádicas de estas marionetas. Especial atención merecen las escenas de rituales e invocaciones varias, que parecen concebidas para echarse unas risas en lugar de para acongojar al personal (con un mago histriónico y de aristocrática afectación con maquillaje barato y pelucón rubio incluido).
He visto caretas en hipermercados chinos de más calidad...
Porque la verdad es que los FX son realmente chabacanos, por no decir cutres y casposos a rabiar, empezando por los ghoulies, que son simples marionetas de las que se enfundan en la mano cual guante, cosa que canta a la legua nada más echarles el ojo. Incluso se mueven lo justo, como si tuvieran artrosis, para que cuanto menos notemos su ligera elaboración, mejor. A pesar de todo, hay que reconocer que las criaturas tenían su aquel siempre desde el punto de vista del cine ochentero de serie B o incluso Z, como es el caso que nos ocupa. Cutres, pero con cierto carisma. Del resto, mejor ni hablar (salvo mencionar la especie de lanza de cartón piedra que usan en los rituales o los ojos verdes fosforitos del villano de turno). Al menos la banda sonora de Richard Band merece la pena, como casi todas las composiciones del músico de Los Angeles.
Ojos verdes,verdes como la albahaca.
Verdes como el trigo verde y el verde, verde limón
Además, cuando unos títeres de gomaespuma tienen más carisma que todos los actores de carne y hueso juntos, mal vamos. El grupo de adolescentes, repleto de clichés y con un horrible estilismo que se encuentra entre lo más hortera y repelente de toda la década de los '80, resulta ser cómoda carne de cañón para que caigan uno a uno víctimas de las bromas pesadas de esos "ghoulies". Mención especial para la actriz Mariska Hargitay, que debutó en el mundo del cine con esta película. Años después intervino en títulos como Leaving Las Vegas (1995) o Mandíbulas (1999). Incluso ganó un Globo de Oro y fue candidata a los premios Emmy por su papel como Olivia Benson en la serie Ley y orden: unidad de víctimas especiales (1999-2011).
Cómo hemos cambiado...
Aún así, ninguno de los aspectos negativos de la película evitó que recaudara 35 millones de dólares (sobre todo en el mercado de video) cuando apenas había contado con un millón de dólares de presupuesto. Eso se tradujo en la realización, en años posteriores, de hasta tres secuelas en 1988, 1991 y 1994, respectivamente (lo confieso: me las he tragado y de todas ellas tengo reseña pendiente...).
Eran otros tiempos, una época en la que resultaba muy fácil encariñarse por una película por muy cutre que ésta fuera, y Ghoulies es de las cutres, cutres... Rezuma caspa y efectos especiales de garaje, tiene un aroma ochentero que tira de espaldas, y es inevitable recordar esos tiempos mozos cuando entrabas al videoclub y las carátulas (la mayoría engañosas...) te llamaban con cantos de sirena para que las alquilaras a toda costa. Mucho ha llovido desde entonces...