Revista Cultura y Ocio

Gilda convoca; Miriam reivindica

Publicado el 19 septiembre 2016 por María Bertoni
Gilda se estrenó el jueves pasado en 276 salas nacionales.Gilda se estrenó el jueves pasado en 276 salas nacionales.

Como todo retrato cinematográfico de un ídolo popular, Gilda. No me arrepiento de este amor conmueve más o menos según la relación afectiva que cada espectador mantenga con la figura homenajeada. Dicho esto, las virtudes de la película de Lorena Muñoz garantizan un mínimo de aprobación que cierta estrategia de marketing contribuyó a incrementar.

La cobertura que nuestra prensa le dedicó a la producción del film (en especial a la preparación de Natalia Oreiro para encarnar el rol protagónico) y la decisión de estrenarlo -en 276 salas nacionales- cuando se cumplen veinte años de la muerte prematura de la cantante popular tuvieron algo que ver con el éxito de taquilla anunciado antes de ayer: 150.235 espectadores en las primeras tres jornadas de exhibición (40 por ciento del público total).

Al margen de la campaña promocional, el largometraje presenta tres virtudes fundamentales. La primera deriva de la decisión narrativa de describir la conversión de Miriam Alejandra Bianchi en Gilda. La mirada puesta en la mujer antes que en el ícono distingue a esta biografía del -en general indigesto- ejercicio hagiográfico. En este caso, el tributo gira en torno a una maestra jardinera, casada, madre de dos hijos, que se atreve a cambiar el rumbo de su vida por amor a su verdadera vocación, y en contra de vacilaciones propias, mandatos familiares y sociales, fórmulas y matufias comerciales.

La segunda gran virtud radica en la conformación del elenco que encabeza Oreiro. Además de la actriz y cantante uruguaya, artífice de un mimetismo asombroso, se destacan Javier Drolas en la piel del tecladista, compositor y socio artístico Toti Giménez, Lautaro Delgado y Susana Pampín como el esposo y la madre de Miriam, Ángela Torres a cargo de la versión adolescente de la protagonista, Roly Serrano y Daniel Valenzuela en tanto barones non sanctos del mundillo de la bailanta.

El tercer acierto da cuenta del coraje de Muñoz, que se animó a recrear las canciones más famosas de Gilda, con el consabido riesgo de ofender la memoria de los admiradores y de fastidiar a los espectadores no fanáticos. En este punto corresponde volver a elogiar la elección de Oreiro, y el desempeño de la actriz-cantante en las escenas de ensayos y recitales.

La secuencia inicial del traslado del féretro, aquéllas que describen la relación con el público (en especial la reedición del mini-recital en una penitenciaría), la composición del momento previo al choque fatal expresan el amor, la admiración y el respeto que guiaron la realización de esta aproximación escrita, protagonizada y dirigida por mujeres. Dicho sea de paso, algunos explicarán a partir de este dato el sesgo feminista del film.


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