El Gobierno de Japón elevó el nivel del alerta nuclear en los reactores de Fukushima de 4 a 5, pero sigue siendo un punto menos que el de la OIEA que lo ha situado en el nivel 6. Con el grado 5, en todo caso, Fukushima se equipara al incidente de Three Mile Island (1979) en Pennsylvania, considerado el segundo accidente nuclear más grave de la historia tras el de la central ucraniana de Chernobyl en 1986, que es el único caso que ha alcanzado hasta el momento el nivel máximo de 7.
Desde que hace una semana Japón se vio sacudido por un terremoto y un tsunami, se perdió todo el suministro eléctrico interior y exterior en los reactores nucleares de Fukushima y eso provocó la falla de los sistemas de refrigeración. Desde ese momento los reactores comenzaron a calentarse y comenzó la pesadilla nuclear que revivió el fantasma de Chernobyl. Las autoridades comenzaron una intensa regrigeración externa, con agua de mar, a través de helicópteros y camiones algibes, vertiendo más de 200 toneladas de agua para intentar controlar la temperatura de los reactores más dañados. Desde un principio he planteado en este blog, la gravedad del problema y preparo actualmente un informe más detallado sobre sus orígenes y consecuencias futuras.
Durante la primera semana, Japón negó la gravedad del incidente, pese a que instituciones serias alertaron sobre el peligro. Francia señaló que la alerta era nivel 6 y Estados Unidos ordenó el inmediato retiro de sus delegaciones sobre un radio de 90 kilómetros. Japón evacuó a 200.000 personas en un radio de 20 kilómetros pese a que durante toda la semana declaraciones de funcionarios y técnicos del gobierno y de Tepco reconocían la gravedad del problema, sin dejar regustro de sus nombres. Esta vez fue el director de Tokio Electric Power Co, Akio Komori (en la imagen), quien, con lágrimas en los ojos, reconoció que la situación escapó de control.
Si el incidente de Fukushima se convertirá en un nuevo Chernobyl, se sabrá en los próximos días, una vez que Tepco sincere toda la gravedad del problema. Lo que me parece que no tendrá marcha atrás, será la renuncia definitiva de Japón a las plantas nucleares, y a la aceptación de un modelo económico alejado de la competencia salvaje que le impuso occidente, especialmente Estados Unidos. El horror apocalíptico que Japón vivió con la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, y que olvidó por el sueño del esplendor económico del neoliberalismo de los años 70, le ha pasado una dura cuenta a ese país que deberá volver a sus raíces alejadas de la fantasía consumista de occidente.
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