Ha visto mal y tarde ‘Operación Palace’ de Évole. Deseaba verlo el día de emisión pero se encontraba volando desde Washington. Tuvo la primera noticia acerca del gran revuelo social y mediático en París cuando, chupando los 15 minutos de cortesía de WI-FI del Charles de Gaulle, supo por Facebook que el supuesto documental de la temporada había sido un fake. Vio entonces el falso documental sobre el 23F con recelo, con reservas, como quien ve ‘El Sexto Sentido’ sabiendo por qué Bruce Willis luce tan mala cara durante toda la película. Y aun así no daba crédito.
La inteligencia, el guión, la delicia, la frescura. El abordar temas tabús con la colaboración necesaria de periodistas de la talla de Ónega, Gabilondo, el nada sospechoso Luis María Ansón y de políticos -¡políticos con sentido del humor!- tales como Anasagasti, Leguina, Vestringe, Rojas Marcos, Mayor Zaragoza, entre muchos otros. Un trabajo impecable para contar una mentira.
Pero… ¿para qué tanto esfuerzo? Por diversión, dicen algunos. Una alegría televisiva, alegan otros, al final, entre risas, en las tomas falsas. Una gamberrada deliciosa que será recordada como un hito comunicativo como lo fueron la emisión radiofónica de “La Guerra de los mundos” de Orson Wells en 1938 o la más reciente “Operación Luna” de Karel en 2002 en la que intervinieron Donald Rumsfeld, Henri Kissinger, el astronauta Buzz Aldrin o la viuda de Kubrick.
Pero ‘Operación Palace’ es sobre todo es una lección de higiene periodística necesaria también para el espectador. Que le exige un papel más proactivo y receloso. Que le insta a pensar, a contrastar, y a dudar de todo. Como ella les dice a sus alumnos: una persona informada es más difícil de manipular. Pero ¿qué ocurre cuando las fuentes oficiales traban el paso a la verdad? Cabe recordar que el Tribunal Supremo no autoriza la consulta del sumario del juicio del 23F hasta que transcurran 50 años del golpe. Seguiremos esperando.