A veces la vocación nos llega de lo que vemos cuando somos niños, de lo que hacen nuestros padres o abuelos, pero no es el caso de Gonzalo. Su pasión por la cerámica fue innata. Con apenas once años, siendo un chiquillo que correteaba por La Orotava, ya buscaba barro para hacer sus propias piezas. Comenzó haciendo collares y pintaderas, y desde hace unos años se dedica casi en exclusiva a idear vajillas para restaurantes. Supongo que aquel niño que jugaba con barro nunca imaginó que crearía platos para establecimientos con estrellas Michelin.
Siempre se dedicó a la cerámica, pero en sus inicios hacía sobre todo souvenirs. Le daba dinero, pero sentía que su creatividad se estaba estancando y buscó un cambio. Eso fue allá por 2007. Quería dar un giro a su trabajo y llegó de manera natural con la primera propuesta para crear la vajilla de un local de restauración. Poco a poco se fue corriendo la voz de que había un joven que hacía platos a medida y personalizados. Era un nicho de mercado muy poco explotado hasta entonces. Posiblemente Gonzalo fue de los primeros, o quizás el primero, en este campo.
En su casa siempre usaba su propio menaje de cocina, lo ideaba para él, y ahora llegaba el momento de hacerlo para otros. Fueron apareciendo los primeros proyectos, pero hubo que esperar unos años, hasta ya iniciada la segunda década de este siglo, para que explotara el verdadero boom de chefs y cocineros que deseaban contar con sus propias vajillas. Empezaron entonces a acudir a artesanos que crearan piezas más específicas para albergar platos concretos. Recurrir a un ceramista era la única opción en ese momento, luego la industria también metió el hocico y empezó a fabricar productos similares, aunque en mi opinión nunca serán iguales. Hay algo mágico en lo artesanal, en crear algo con las manos y esperar a que se abra ese horno y comprobar el resultado.
Aun así, y a pesar del trabajo que conlleva, hay quien considera que el trabajo artesanal es caro. En su caso, además, trabaja solo y cuando le llega un encargo de envergadura con tiempos ajustados no le queda otra que perder tiempo de sueño, de trabajar sin descanso y de repetir y repetir, porque esto no es una ciencia exacta y a veces hay fallos. Aún así sus piezas cuestan incluso menos que las de algunas grandes marcas comerciales. Por fortuna, cada vez son más las personas que sí saben apreciar el verdadero valor que hay detrás de cada pieza elaborada de manera artesanal.
Cuando un cliente llega hasta el taller de Gonzalo en el Valle de La Orotava, en Tenerife, a veces tiene la idea clara del diseño que busca y otras describe el plato, sus ingredientes, qué quiere que le evoque al comensal, y lo dejan a su creatividad. Los trabajos que más le gustan a él son los que más retos le suponen. Cuanto más novedosa sea la pieza, más diseño conlleve, más extravagancia..., más apasiona a Gonzalo. Investigar con nuevas técnicas, materiales, y poner a prueba su creatividad, incluso buscando caminos que se salgan de lo habitual, hace que su entusiasmo por el proyecto crezca; sin importar la relevancia que tenga el chef.
Con todo, aún recuerda perfectamente, por supuesto, la primera vez que un restaurante con estrella se puso en contacto con él. Lo primero que sintió fue vértigo, después vino la presión de intuir las personas que comerían en su plato y, como broche final, la especial sensación de comer en alguno de ellos. ¿Qué se sentirá al comer en un plato único que tú mismo has creado? No la he vivido, pero tiene que estar bien esa experiencia.
El primer encargo de un restaurante de alta cocina llegó de la mano de Erlantz Goroztiza, al que siguieron muchos como David Muñoz, José Andrés, Martín Berasategui, los hermanos Roca, Mario Sandoval, Dani García y un largo etcétera. Tras trabajar para tanta estrella, ¿qué reto tendrá ahora por delante este ceramista? Su siguiente paso será formar a las nuevas generaciones. Cada vez acuden más personas interesadas en aprender a manejar el torno y muy pronto recibirán la alegría de poder ser sus primeros pupilos.
Tanto si estás interesado en aprender este hermoso oficio, como si quieres comprar alguna pieza especial y única para tu casa, no dudes en pasar a saludarle. Avísale antes para comprobar que estará, pero seguro que le encanta abrirte las puertas de su taller. Yo lo hice, y siempre recordaré gratamente ese ratito con él. Por supuesto compré lo que mi equipaje me permitió y les aseguro que es apto para todos los bolsillos.