''Sometimes the hardest thing and the right thing are the same" (The Fray en All at once).
Sin duda, tanto este año como los dos anteriores han estado cargados de experiencias en el campo, con la fauna y la flora del Sureste Ibérico, con amigos reales y con otros que no lo eran tanto. En ocasiones, por suerte, cuando muchos momentos conseguían hacerme ver que algunas situaciones eran inviables, aparecía un lápiz que con su alargada figura y ligera seducción me decía:
-Tócame, agárrame fuerte, da rienda suelta a tu imaginación. Salgamos al monte en esta noche de domingo y hagamos ver a la realidad lo que en tu cerebro solo son formas difusas, sonidos y olores de musgo húmedo. Que tu mano no me suelte hasta haber cumplido un pequeño sueño, hasta haber traído a la vida a ese animal en el que llevas pensando desde que lo viste. Desliza tus dedos por la coscoja y la encina, y no te pincharás pues ellas son parte de ti y te guían en tu paseo por la montaña. Mi mente, en aquellos momentos de soledad y desazón, desconcierto y congoja, únicamente servía para evadirme del mundo y para ayudarme a desatar mi vena artística. Pero ni siquiera una afición fuerte puede detener lo que ha de venir. Lo que tenga que venir, vendrá por causas naturales, y nada lo detendrá. El año comenzó con unos garabatos a modo de preparación para una acuarela para un amigo, ese a quien tantas veces he nombrado en este blog y con quien tantas veces he salido a pajarear. Era un dibujo que se merecía, una modesta muestra de agradecimiento por avisarme casi siempre que salía al campo, una especie de paga que quería darle. Y qué mejor regalo que una de sus aves favoritas, la malvasía cabeciblanca, un pato maravilloso que hasta hace nada parecía estar a punto de desaparecer de nuestros humedales. Tras unos bocetos de un ave que pocas veces había dibujado, creo que acabé pillándole el tranquillo y conseguí hacerle a mi amigo una acuarela más o menos decente. Lo que contaba era la intención.
Eran mis primeros pinitos con las acuarelas y a pesar de que no estaba perfecta, quedé bastante satisfecho para no ser ducho en esta modalidad de pintura. La desazón que sentía se fue disipando a medida que pasaban las semanas. En febrero, nuevas aves seguían cayendo en mi lista de bimbos y el tiempo pasaba. Sumado a esto, el clima manchego no acompañaba mucho, a pesar de que siempre he sido un pluviófilo (del latín pluvia: lluvia y del griego φιλία: afecto o amistad por algo). En febrero estuve en la Sierra de Aitana, en la provincia de Alicante. Allí, nuevas aves seguían apareciendo: zorzal real, mirlo capiblanco, herrerillo capuchino, acentor alpino. Desde lo más alto de la Sierra, el Mar Mediterráneo nos miró desinteresadamente durante todo el tiempo que estuvimos allí. Pero supongo que no todo lo que reluce es oro, y la desazón volvía por medio de latidos.
Las personas somos seres sociales, ¿no? Entonces, si somos seres sociales, que hemos evolucionado para mantener la seguridad del grupo, ¿por qué existen las envidias, los comentarios despectivos y otras formas de desprestigio y descalificación? ¿Acaso no sería más fácil compartirlo todo y ser felices?
"Imagine all the people living life in peace. You may say I'm a dreamer but I'm not the only one" (John Lennon en Imagine).
Un día cayó en mis manos el libro Drawing and painting birds, del genial Tim Wootton. Entonces aprendí cosas simples y otras no tan simples y llegó un momento en que sólo dibujaba para adornar la vida. Conocí en sus páginas pintores de naturaleza serios, de los de verdad, de esos que viven lejos. Las paredes de mi habitación empezaron a llenarse de dibujos y papeles sueltos con garabatos de aves en diferentes posiciones. A pesar de todo, seguía intentando imitar a los mejores artistas. No perdía la esperanza, aún soy joven y me queda mucho por aprender. Nuestros actos determinan cómo acabaremos y quién seremos en la vida y estaba cantado que mi malestar no podía continuar de esas maneras.
El calor, este año, vino bastante tarde, pero sólo sirvió para prolongar la primavera. Uno de los símbolos naturales de mi tierra, el abejaruco, llegó a tiempo.
Este año he salido muchas veces a ver abejarucos y me he detenido mucho a observarlos con atención. La posición que adoptan al posarse en cables, la forma en que el pico crece, la disposición del plumaje. Todo cuenta a la hora de dibujar un ave.
Llegó un momento a principios del verano en que me volví un pasota en esto de dibujar. Me puse a pintar cosas que no he visto nunca, con trazos un poco brutos. Mis dibujos ya iban anticipando lo que decidiría unos meses después.
El verano me entretuvo con el olor de los pinos en pleno julio tras una lluvia veraniega. La presencia de Jess, con sus exóticos relatos de aves vikingas como el éider o el ampelis me hacían soñar con países mejores y lejanos. La decisión se iba gestando en algún lugar dentro de mí pero supongo que sólo hacían falta algunos empujones para hacerla salir. Mi amigo de las malvasías contribuyó a que este verano fuera especial, haciendo que rebimbase un ave muy especial para mí: el rabilargo. Las Sierras de Alcaraz y Segura han sido esenciales para mí este año. Creo que son mi lugar favorito del mundo mundial.
Pero ahora, el verano ha acabado, es momento de afrontar la situación: me despido de mis amigos, de los que ya no son amigos y de los que me han tratado mal y me han utilizado o han sido falsos conmigo, por eso del síndrome de Solomon (del cual tan bien nos habla Kique en su blog, Pinceladas de Naturaleza), a ésos, a ésos especialmente, les dedico mi más cordial saludo y les agradezco su participación a la hora de decidir el gran futuro que me aguarda. Me voy de este país de corruptos, mentirosos, injustos, indeseables y malas personas, y me despido con un dibujo de algo que pronto veré...
Dos ampelis europeos.
Este ha sido el último dibujo que hecho hasta ahora, antes de mi decisión final de comenzar a estudiar Zoología en
la University of Hull. Tal vez mi propia alma lo estaba gritando a voces ya.
Me voy a estudiar algo que de verdad sirve. Good-bye, España.