Si una empresa encarna el paradigma de sociedad de la información esa es sin duda Google. Decididamente en los últimos años esta compañía norteamericana se ha propuesto poner al alcance del navegante gran cantidad de recursos que hasta ahora estaban ignotos. Además de su insigne buscador, nos ofrecen de manera gratuita otros servicios como una cuenta de correo pionera en cuanto a su capacidad -la primera en ofrecer un 1 Gb de almacenamiento- su servicio de mapas , el portal de vídeos YouTube o las herramientas ofimáticas en línea de Drive. Otra de sus utilidades, quizás menos conocida, era Google News, buscador de noticias que ofrecía los titulares publicados por los principales rotativos mundiales.
El Gobierno español, con una actitud demasiado provinciana, ha considerado que por este servicio Google debería pagar a los diarios cuyas noticias eran referenciadas. Evidentemente, teniendo en cuenta que el idioma español es una parte pequeña dentro de la tarta de internet y que encima el español peninsular es una una pequeña fracción en el mundo hispanohablante, el gigante de la comunicación ha tomado las de Villadiego y ha dejado de ofrecer cobertura a los medios españoles, días antes incluso de que la ley entrará en vigor. Evidentemente esta no es la reacción que esperaban ni el gobierno ni los medios, quienes desde hoy ya se están arrepintiendo por una metedura de pata sin precedentes. Porque desde luego la cuestión a plantearse en este momento es quién hacía un servicio a quién. Es decir, si los diarios españoles ofrecía un recurso a Google o si Google era quien daba la oportunidad a los medios de conseguir más lectores. En su marcha atrás el Gobierno español afirma que cada periódico es libre de negociar con la multinacional si quiere que sus contenidos sean indexados. Sin embargo, esta tautológica respuesta carece de toda lógica, pues evidentemente esa era una negociación que a priori podía haberse realizado sin tener que llevar a cabo una legislación específica que no valdría para nada puesto que han provocado el efecto contrario. Decididamente este no es el camino para convertir una sociedad tradicional en una sociedad de la informaciónalfonsovazquez.comciberantropólogo