Argumento:
Analisa es una vampira que trata de pasar desapercibida en la Madrid actual. Por desgracia para ella Alejo, aspirante a escritor, recurre a Darío, hermano de su novia y gótico practicante, para que le sirva de guía sobre la creencia en la existencia de vampiros camuflados entre su comida.
Comentario (con spoilers):
La historia comienza mostrando a la protagonista durante una cacería. Lo primero que se percibe es cierta indecisión por parte de Analisa, quien menciona el cuidado necesario para cazar sin ser descubierta, sobre todo si se trata de piezas de gran tamaño, a la vez que habla de su fuerza superior y su capacidad de presentir la cercanía de otras personas y dice obedecer a un instinto superior que le indica cuándo debe atacar. Esta indecisión, muchas veces contradictoria, está presente a lo largo de toda la trama, sobre todo en lo que se refiere a las costumbres y preferencias vampíricas, que no se sabe cómo puede conocer, dado que no ha conocido a ningún otro de su especie.
Al continuar la lectura se nota cierta predilección por acumular adverbios acabados en «-mente». No es que aparezcan en todo el texto, sino, sobre todo, que lo hacen amontonados, tres o cuatro en un breve párrafo, lo que les destaca demasiado.
Poco a poco se ve también que la autora tiende a ser explicativa, tanto en el relato de las costumbres de los vampiros como en la descripción de lo que significa ser gótico, entre otros temas.
Además se observa que no le importa repetir una palabra varias veces en poco texto mientras otras busca sinónimos que a veces parecen poco adecuados al resto de la frase.
O pasajes expresados de forma quizá errónea, como: «Su madre no entendía por qué había heredado aquel carácter macabro.» (pág. 36), donde quizá lo más adecuado sería poner «de quién» en lugar de «por qué».
Sin olvidar las rimas tipo: «Alejo estaba perplejo» (pág. 129)
O bellas imágenes de tipo «Se puso rojo con un tomate», que debe repetir al menos un par de veces.
Cuando se consigue apartar la atención de los adverbios y dejar de contarlos, se comprueba que la historia, relatada con el clásico alternar capítulos de unos personajes a otros, incluyendo el origen de Analisa, está escrita de forma anodina, desapasionada, y es incapaz de despertar cualquier emoción, desde el posible miedo a lo que hace la protagonista (todo lo más asco en algunas escenas cercanas al gore) hasta interés por unos personajes de escasa entidad con quienes resulta difícil empatizar.
Tras el primer capítulo, la autora retrocede hasta finales del siglo XVIII en la Estepa, donde ha llegado la joven para visitar a su tía Emersinda, muy enferma, en cuya casa comienza a vivir experiencias turbadoras… sólo para ella.
Quizá se deba a que desde el comienzo queda claro que se trata de una novela de vampiros, pero lo cierto es que la aventura de Analisa y Emersinda, las jóvenes desaparecidas y la sirvienta Patro resulta de lo más previsible y desangelada, en parte debido al mencionado estilo explicativo de la narración, y la carencia de imágenes que permitan visualizar el progresivo terror de la protagonista.
La autora pretende crear intriga o confusión acerca de qué o quién es lo que está sembrando la muerte en los alrededores, intentando que se sospeche de Patro tras escuchar pasos en la noche: que si Emersinda es inválida, que si Patro no puede haber sido porque siempre lleva zapatos bajos, que quizá sí sea la criada porque aparecen los zapatos de la tía manchados de barro y como ella no puede andar… El caso es que en ningún momento se consigue engañar sobre lo que sucede, por mucho que se alargue la historia dando vueltas sobre lo mismo.
Entre los personajes de la actualidad, Alejo sirve tanto de semental como, por medio de sus aspiraciones literarias, para hacer breve crítica de los programas del corazón y lamentar la imposibilidad de escribir sobre lo que desea, obligado como está a escribir libros de jardinería y otros temas que no le interesan, para sobrevivir.
Violeta/Darky, se define a sí misma como un trasunto de Renfield (aquí escrito Rendfield, aunque en el «Drácula» de Stoker aparece sin la primera d) y mantiene con Ana una relación ambigua, como se puede leer en una conversación de la pag. 73, cuando por fin se ven en persona tras un par de charlas en un chat con las correspondientes faltas de ortografía:
- ¿Qué tal el viaje? - ¡Un coñazo! Viajar sola es lo peor, Nébula. - No me llames así. Puedes llamarme Ana. - Yo prefiero que me sigas llamando Darky. Violeta no me gusta. La joven estaba muerta de miedo. Mientras su anfitriona estaba cómodamente sentada, la joven permanecía de pie en un rincón de la habitación. Su mirada le producía escalofríos, Sentía que la estaba escudriñando. Tenía la sensación de que detrás de aquella apariencia de fragilidad se escondía un ser poderoso e implacable. Jamás debió pisar aquella casa, y ahora se encontraba dentro de la boca del lobo.
Y aún tiene valor, en medio del terror, para pedirle que la llame de tal o cual manera o hablar sobre el viaje.
Silvia sirve para incluir el fragmento de un innecesario e indescriptible diario, homenaje a la novela de Stoker, es de suponer, y poco más.
Tampoco los capítulos de Mariana, con su maldad de manual, revisten el menor interés. La pequeña es una especie de calco sin interés de la Claudia de «Entrevista con el vampiro», de Anne Rice, cuya aparición, al contrario de lo que se pretende, no consigue humanizar a Analisa, como tampoco lo hace Jeromín, el inocente que acompaña a la vampira durante algún tiempo.
En cuanto a ese intento de crear misterio que es la desaparición de una tal Alejandra Kramer (seudónimo que utilizó Tahoces cuando se presentó al concurso), parece que es tan absurdo incluso para la autora, que olvida resolverlo, aunque se pueda deducir que es una víctima de Analisa.
Sobre cómo intenta dar la autora a la mitología que describe a los vampiros como seres nocturnos, a quienes les repelen los ajos y los crucifijos, casi mejor no hablar… Resulta ridículo leer cómo se maravilla Analisa cada vez que descubre errores en la tradición, como poder moverse a la luz del día, utilizados antes y mejor que en esta novela.
La evolución de Analisa de víctima traumatizada incapaz de aceptar lo que es hasta su conversión en un ser implacable, que podría haber sido interesante, se resuelve con el mismo tono distante que el resto, por lo que ni su ternura hacia Jeromín ni sus intentos de educar a Mariana para distinguir entre el bien y el mal consiguen conmover ni simpatizar con la protagonista.
La incapacidad de la autora para crear ambientes inquietantes o terroríficos (el desaprovechado comienzo en la casa de la tía) la alejan del género de terror en que supuestamente debería enmarcarse (hay una sesión de Oujia en un cementerio...).
Lo peor (aparte del nombre de Emersinda) es que la cosa, tras intentar sin éxito dar una docena de sorpresas en las últimas veinte páginas, acumulando vueltas de tuerca que se prevén casi desde el primer capítulo, deja un final abierto. Ay.
En resumen, una novela tan entretenida como fácil de olvidar.
«Gothika» ganó el IV Premio Minotauro.
Enlace de interés: Web de Clara Tahoces
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