Al principio no me hacían mucha gracia los GPS, a mi que una chica con vocecilla repelente me diga por donde tengo que ir me da mucho coraje. Reconozco que no me gusta que me indiquen el camino, soy muy de tirar por donde a mi me parece. Pero claro, la cuestión es que soy muy desorientada, mucho. Me pierdo hasta para llegar a casa, es más me pierdo en mi propia casa.
Total, que he empezado a usar el gps de mi móvil y la verdad es que me pierdo menos, a no ser que la muchacha tan fina ella se líe y me mande a dar vueltas por rotondas que hace dos días no existían, pero eso no es culpa de nadie (bueno….). Pero en general va bien, llegar, llego.
He de decir que a veces lo he usado cuando voy andando por la calle. Que me pierdo, que no lo puedo evitar. Como consecuencia de ello he estado pensando y creo que habría que investigar y crear un “gps vital”, un chip que te implanten como a los perritos y que nos sirva para podernos orientar por la vida.
Así, si uno pensara (por ejemplo) que carrera elegir cuando acabas el bachillerato (o como se llame ahora) el gps te dirigiría por el camino más correcto. O si tuvieras que decidir entre dos novios, o si tuvieras que decidir que coche comprar…. un mundo de posibilidades.
Pero diréis, eso a los veinte está bien pero… ¿a partir de los cuarenta?. Pues si, todavía a esta edad andamos a veces como desorientados y más en los tiempos que corren que nadie tiene nada seguro. Un gps nos serviría para ver luz cuando estamos ofuscados y nos serviría para poder seguir adelante, que a veces es necesario que nos indiquen el camino a seguir.
Lo único que no quiero que me indique mi “gps vital” es cuando voy a terminar el camino. Lagarto, lagarto. De eso ni hablo.
De todas formas una cosa si tengo clara: no voy a leer más novelas de ciencia ficción porque no me gustan y encima me dejan pensando estas tonterías.