Gracias

Estuve anoche ojo avizor a ver si pillaba a sus majestades de Oriente y decirles cuatro cosas, entre ellas que nunca me trajeron una bicicleta, que durante años fue lo único que yo quería en este mundo. También les quería poner colorados y preguntarles si les parecía bonito que cada día mueran niños de hambre y preguntarles dónde actualizan el censo para no ir a las casas de los 250.000 desahuciados que se han quedado sin sitio para que dejen sus regalos.
Nada, al final no llegaron y sucumbí… Con la ventolera que hacía debieron haber volado. Mientras llegaban y no, pedí mis regalos para este año: que no me faltéis, que os necesito y os busco cada día, a todos, a los habituales, eventuales, incondicionales y otros más esporádicos. No pido nada más, ni siquiera que participéis, sólo sentir que estais ahí, frente a esta pantalla…
También pido salud, al menos para escribir un poquito cada día, tener las fuerzas suficientes de sentir rabia, reírme con ganas o a media sonrisa, que es más duradera, para mantener el tono de ironía y sarcasmo necesarios para no dejarse amilanar. Y… ¡pido trabajo! Quien me iba a decir hace unos años que diría esto: “El trabajo no dignifica, mortifica”, repetía un jefe mientras lo repartía entre todos. Que siga, que nos merecemos participar en esta sociedad y no nos podemos permitir el lujo de tener a gente valiosa y responsable en casa vestida con su mejor chándal. Sé, estoy segura (pura intuición), de que habeis sido buenas personas (el estar leyendo esto ya implica una alta dosis de paciencia, requisito fundamental…), así que espero que los reyes majos os traigan parabienes y riquezas, si no materiales, que van y vienen, sí espirituales, que no tributan al IRPF y siempre suben el interés. Gracias.

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