Revista Religión
Gracias, Benedicto XVI
Escribe: Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima y
Primado del Perú
En la misa de su entronización el 24 de abril del 2005, al iniciar su
ministerio petrino, Benedicto XVI afirmó que no necesitaba presentar
un programa de gobierno, que su verdadero plan sería escuchar la
Palabra del Señor y dejarse conducir por Él. Tal como lo prometió
desde este primer día, yo lo he podido comprobar personalmente, él se
ha dejado llevar de la mano por el Espíritu Santo. Su pontificado es
una continuación del de su antecesor, el beato Juan Pablo II.
La idea central que ha presidido su ministerio petrino ha sido el
profundizar en las enseñanzas del Concilio Vaticano II, corrigiendo
las rupturas contrarias que se impusieron en algunos ambientes que
decían interpretar "el espíritu del Concilio" para imponer sus
caprichos. Él nos ha propuesto, con firmeza y profundidad teológica,
las enseñanzas de los documentos aprobados en ese Concilio con la
autoridad de haber sido uno de los principales teólogos que
intervinieron en ese magno evento del siglo XX.
En el camino de su pontificado, su pasión por la verdad frente al
relativismo imperante le ha significado un esfuerzo titánico y
agotador. Se ha enfrentado lleno de fe y sabiduría a una civilización
que se tambalea sin recursos espirituales y morales al ritmo del
relativismo moral, consumo materialista y hedonismo galopante. Por
ello, el Santo Padre se ha visto atacado, con una gran intolerancia
revestida de cinismo, por quienes reniegan de toda norma moral venga
de donde venga.
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Nos ha recordado con fuerza que la Iglesia es misionera en su esencia,
lo cual significa que no podemos guardar para nosotros las palabras de
vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo. Él ha
conducido con sus enseñanzas magistrales, llenas de sencillez,
profundidad y belleza, la nueva evangelización. Ha iluminado con la
verdad las situaciones más graves que el mundo de hoy afronta.
Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio.
Dios suscita entre los hombres nuevo hambre y nueva sed de las
palabras del Señor. La nueva evangelización, anunciada el año 1983 por
el beato Juan Pablo II, se ha visto reforzada con la creación hecha
por el papa Benedicto XVI del Pontificio Consejo para la Nueva
Evangelización. Se vislumbran tiempos de salir a las calles y plazas;
hogares, escuelas y universidades; mundo laboral; mundo social,
económico y político; para anunciar la Buena Nueva en todos esos
ambientes. La llamada universal a la santidad –a la felicidad eterna-,
proclamada solemnemente en el Concilio Vaticano II, debe presidir toda
la acción misionera de la Iglesia.
El 28 de febrero del 2013, cuando Benedicto VXI termina su fecundo
pontificado, vemos que el magisterio petrino ha sido una insistente
defensa de la Verdad. La verdad de la vida desde su concepción hasta
la muerte natural; la verdad del matrimonio entre un hombre y una
mujer; la estabilidad del vínculo conyugal y la familia como bases de
una educación integral; la verdad del don y de la gratuidad en las
relaciones sociales y económicas; la verdad de un Dios que siempre
quiere la paz y no la violencia; la verdad de la santidad del
sacerdocio y de la castidad, entre muchas otras.
No debemos olvidar que la negación relativista y la mentira mundana
conducen al abismo nihilista. La verdad es el sustento de la cultura
de la vida; su negación, el camino a la cultura de la muerte. Nunca
sabremos agradecer suficientemente la presencia de este gran hombre,
el papa Benedicto XVI. Veremos cómo el tiempo se encargará de darle la
magnitud a su aporte a la humanidad, en nombre de la Verdad de
Jesucristo, la Verdad de la Iglesia y la Verdad del hombre.
LA IGLESIA DE JESUCRISTO
Jesucristo prometió a Pedro que las puertas del infierno no vencerían
nunca a la fortaleza de la Iglesia; que Pedro sería la roca firme con
la que, como el primer Vicario de Cristo en la tierra, conduciría la
nave a través de las circunstancias de tiempo y de lugar, sin temer el
hundimiento y la destrucción, por fuertes que sean las olas y las
insidias del diablo.
Con emoción y con el afecto de buenos hijos de tan gran padre, hemos
visto en estos días al Papa con una serenidad llena de paz. Con la
certeza de que el camino de la fe lleva a Jesucristo. Con la esperanza
de que, actuando conforme a la recta conciencia, agrada a Dios. Los
hombres de buena voluntad lo hemos entendido, conmovidos y
agradecidos.
Los senderos de Dios son inexpugnables. Durante toda su vida Joseph
Ratzinger cultivó la virtud de la humildad. Ese camino le llevó
misteriosamente a la Cátedra de Pedro, que ha ejercido ocho años a la
vista de un mundo tantas veces frívolo e indiferente, cuando no
agresivo y autosuficiente.
EL SIGNO DE NUESTRO TIEMPO
Hemos visto en la edad contemporánea, desde Pío IX a Benedicto XVI,
que el Espíritu Santo, a través de los cónclaves de los cardenales
electores, enviaba al mundo y a la Iglesia, al hombre más adecuado
para afrontar los avatares que soportaba la nave de Pedro. Hoy la
Iglesia requiere de una firmeza en la conducción del timón de Pedro y
de un corazón grande abierto a las necesidades de sus hijos.
Termino con palabras del beato Juan Pablo II: "¡Caminemos con
esperanza! El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor
al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de agudizar la vista
para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos
nosotros mismos en sus instrumentos".
* Publicado en el suplemento Benedicto XVI. Un defensor de la verdad.
Diario El Comercio. Jueves, 28 de febrero de 2013
Escribe: Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, Arzobispo de Lima y
Primado del Perú
En la misa de su entronización el 24 de abril del 2005, al iniciar su
ministerio petrino, Benedicto XVI afirmó que no necesitaba presentar
un programa de gobierno, que su verdadero plan sería escuchar la
Palabra del Señor y dejarse conducir por Él. Tal como lo prometió
desde este primer día, yo lo he podido comprobar personalmente, él se
ha dejado llevar de la mano por el Espíritu Santo. Su pontificado es
una continuación del de su antecesor, el beato Juan Pablo II.
La idea central que ha presidido su ministerio petrino ha sido el
profundizar en las enseñanzas del Concilio Vaticano II, corrigiendo
las rupturas contrarias que se impusieron en algunos ambientes que
decían interpretar "el espíritu del Concilio" para imponer sus
caprichos. Él nos ha propuesto, con firmeza y profundidad teológica,
las enseñanzas de los documentos aprobados en ese Concilio con la
autoridad de haber sido uno de los principales teólogos que
intervinieron en ese magno evento del siglo XX.
En el camino de su pontificado, su pasión por la verdad frente al
relativismo imperante le ha significado un esfuerzo titánico y
agotador. Se ha enfrentado lleno de fe y sabiduría a una civilización
que se tambalea sin recursos espirituales y morales al ritmo del
relativismo moral, consumo materialista y hedonismo galopante. Por
ello, el Santo Padre se ha visto atacado, con una gran intolerancia
revestida de cinismo, por quienes reniegan de toda norma moral venga
de donde venga.
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Nos ha recordado con fuerza que la Iglesia es misionera en su esencia,
lo cual significa que no podemos guardar para nosotros las palabras de
vida eterna que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo. Él ha
conducido con sus enseñanzas magistrales, llenas de sencillez,
profundidad y belleza, la nueva evangelización. Ha iluminado con la
verdad las situaciones más graves que el mundo de hoy afronta.
Toda persona de nuestro tiempo, lo sepa o no, necesita este anuncio.
Dios suscita entre los hombres nuevo hambre y nueva sed de las
palabras del Señor. La nueva evangelización, anunciada el año 1983 por
el beato Juan Pablo II, se ha visto reforzada con la creación hecha
por el papa Benedicto XVI del Pontificio Consejo para la Nueva
Evangelización. Se vislumbran tiempos de salir a las calles y plazas;
hogares, escuelas y universidades; mundo laboral; mundo social,
económico y político; para anunciar la Buena Nueva en todos esos
ambientes. La llamada universal a la santidad –a la felicidad eterna-,
proclamada solemnemente en el Concilio Vaticano II, debe presidir toda
la acción misionera de la Iglesia.
El 28 de febrero del 2013, cuando Benedicto VXI termina su fecundo
pontificado, vemos que el magisterio petrino ha sido una insistente
defensa de la Verdad. La verdad de la vida desde su concepción hasta
la muerte natural; la verdad del matrimonio entre un hombre y una
mujer; la estabilidad del vínculo conyugal y la familia como bases de
una educación integral; la verdad del don y de la gratuidad en las
relaciones sociales y económicas; la verdad de un Dios que siempre
quiere la paz y no la violencia; la verdad de la santidad del
sacerdocio y de la castidad, entre muchas otras.
No debemos olvidar que la negación relativista y la mentira mundana
conducen al abismo nihilista. La verdad es el sustento de la cultura
de la vida; su negación, el camino a la cultura de la muerte. Nunca
sabremos agradecer suficientemente la presencia de este gran hombre,
el papa Benedicto XVI. Veremos cómo el tiempo se encargará de darle la
magnitud a su aporte a la humanidad, en nombre de la Verdad de
Jesucristo, la Verdad de la Iglesia y la Verdad del hombre.
LA IGLESIA DE JESUCRISTO
Jesucristo prometió a Pedro que las puertas del infierno no vencerían
nunca a la fortaleza de la Iglesia; que Pedro sería la roca firme con
la que, como el primer Vicario de Cristo en la tierra, conduciría la
nave a través de las circunstancias de tiempo y de lugar, sin temer el
hundimiento y la destrucción, por fuertes que sean las olas y las
insidias del diablo.
Con emoción y con el afecto de buenos hijos de tan gran padre, hemos
visto en estos días al Papa con una serenidad llena de paz. Con la
certeza de que el camino de la fe lleva a Jesucristo. Con la esperanza
de que, actuando conforme a la recta conciencia, agrada a Dios. Los
hombres de buena voluntad lo hemos entendido, conmovidos y
agradecidos.
Los senderos de Dios son inexpugnables. Durante toda su vida Joseph
Ratzinger cultivó la virtud de la humildad. Ese camino le llevó
misteriosamente a la Cátedra de Pedro, que ha ejercido ocho años a la
vista de un mundo tantas veces frívolo e indiferente, cuando no
agresivo y autosuficiente.
EL SIGNO DE NUESTRO TIEMPO
Hemos visto en la edad contemporánea, desde Pío IX a Benedicto XVI,
que el Espíritu Santo, a través de los cónclaves de los cardenales
electores, enviaba al mundo y a la Iglesia, al hombre más adecuado
para afrontar los avatares que soportaba la nave de Pedro. Hoy la
Iglesia requiere de una firmeza en la conducción del timón de Pedro y
de un corazón grande abierto a las necesidades de sus hijos.
Termino con palabras del beato Juan Pablo II: "¡Caminemos con
esperanza! El Hijo de Dios, que se encarnó hace dos mil años por amor
al hombre, realiza también hoy su obra. Hemos de agudizar la vista
para verla y, sobre todo, tener un gran corazón para convertirnos
nosotros mismos en sus instrumentos".
* Publicado en el suplemento Benedicto XVI. Un defensor de la verdad.
Diario El Comercio. Jueves, 28 de febrero de 2013
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