Murió. A los 99 años, Ernesto Sábato le puso punto y aparte a su última página. Cerró el libro de su vida. Un libro escrito con palabras célebres. Maravillosas. Y en el que no sólo hubo espacio para obras geniales. El escritor, también, le hizo lugar a su pasión futbolera. Corrió detrás de una pelota y tuvo sueños de goleador. “Cuando estaba en el Nacional de La Plata, jugábamos en Estudiantes. Era delantero. pero dejé porque tenía la mollera floja. No podía cabecear”, recordó alguna vez sobre los buenos viejos tiempos en el césped.
Esos días en La Plata le inyectaron su sentimiento por Estudiantes. Un amor que corrió los límites de la tolerancia en la vida de Sábato. “He llegado a agarrarme a trompadas por la pasión del fútbol”, evocó en 1998 durante una charla con Augusto Roa Bastos. “¿Cómo no me imagina? Yo le rompo el alma a patadas al que dice atrocidades sobre valores superiores”, sentenció Sábato. Acaso, uno de los pocos escritores que defendió a Maradona. Lo resumió en estas palabras: “Es un luchador, un ejemplo para muchos en un país en el que todo el mundo pone la mano en la lata”. Gracias por el juego, Ernesto.