Aquí os dejamos esta entrevista a Graciela Figueroa que viene en el Magazine El Emotional.
Por Sónia Marquès Camps
Entrevista a Graciela Figueroa, bailarina, coreógrafa y terapeuta psicocorporal de gran prestigio internacional, además de presidenta de Fundación por la Paz. Hace casi 30 años abrió en España Espacio Movimiento Río Abierto, formación para el desarrollo humano que combina lo mental y emocional con lo corporal. “Según te muevas, cambian tu mente y tus emociones”. Era un titular suyo en un periódico, y quisimos profundizar: saber a partir de qué mecanismos la danza consigue estos efectos tan geniales, y cómo lo trabaja con sus alumnos.
“Cada día en el que no hayamos danzado al menos una vez es un día perdido”. La frase es de Nietzsche. Usted lo debió aprender pronto.
Ahí donde llega mi memoria danzo, y parece que ya danzaba en la panza.
Creo que el movimiento, como también el silencio, ayuda al encuentro con nuestra verdadera naturaleza, y por consiguiente, con la alegría y el gozo que abraza todas nuestras tristezas.
Conseguir la alegría a través de la danza…
La danza cuando está viva mueve todo nuestros cuerpos, desde los más sólidos hasta los más sutiles. Un movimiento nuevo me permite sentir nuevas emociones; una nueva emoción abre mis pensamientos; un pensamiento creativo mueve mi cuerpo. El espíritu nos permea. Limpia y energiza. Airea nuestros pulmones, renueva la sangre, y nos conecta y nos hace sentir uno y parte entre el cielo y la tierra.
¿La danza puede conciliarnos con nosotros mismos?
Es una oportunidad de entrega a la vida. Nos ayuda a encontrar nuestro verdadero potencial y a responsabilizarnos de este verdadero potencial de luz, que es inteligencia, de amor y de energía. Puede recoger y expresar todas nuestras partes, desde las más ridículas hasta las más sublimes, e ir alineándolas a favor de nuestro ser.
Estas sensaciones tan maravillosas seguro que muchos las hemos experimentado de niños bailando de forma espontánea ¿Por qué dejamos de bailar de esta forma tan libre con la edad?
Creo que el juicio y el sentido del ridículo, un sentido que muchas veces valdría la pena perder, paralizan muchos nuestros impulsos vitales. Introyectamos y somos hipnotizados por las matrices sociales, familiares…
Necesitamos hacer el trabajo de amor en acción, despertar los tesoros de nuestro cuerpo, de nuestra alma; co-creando una cultura, una sociedad cada vez más plena para todos.
¿Cómo puede reincorporarse un adulto a la danza?
A través del movimiento en los diferentes cuerpos y la escucha, encontrándonos con las burbujas, los coágulos, las partes que han quedado fijas, congeladas… Descubriendo la vida y el gozo, dejando atrás el dolor. Ejercitamos el permiso de nuestra verdadera expresión. Desde uno mismo, imitando y también guiando; ayudando, ayudándonos.
Cada movimiento nuevo permite habitar emociones, sentimientos nuevos. Cada “darme cuenta” transforma mi anatomía. Cada plano, cada centro, se desarrolla y ayuda, y tiene su correlato en los otros cuerpos. Vemos liberarse y florecer nuestros cuerpos energía, nuestros cuerpos amor, nuestros cuerpos luz (inteligencia).
¿Por qué es importante también el trabajo en grupo?
Nuestras personalidades han perdido muchas veces su dinamismo y se han hecho mecánicas. Eso se refleja en todos nuestros planos de expresión. El grupo es fundamental como útero, como abrazo del nacimiento de cada día, como resonador y compañía en el que voy ensayando y teniendo el coraje de mostrarme tal cual soy; permitiendo entonces el ejercicio del músculo del cambio.
Cada uno tiene su ofrenda y verdad para ofrecer. Es una oportunidad para entregar nuestra parte única, y darnos cuenta de que es necesaria para el mundo que estamos creando. Es una oportunidad para poder ejercitar la inspiración, para poder contagiarme de otro sin perder el contacto conmigo, que me vuelve más plena. Puedo ir a lugares que no acostumbro. Mi esencia, la esencia, se sonríe. Va completando su círculo pleno de expresión.
¿Si ahora me pusiera a bailar, en qué sensaciones me aconseja que me concentre?
Cuando siento que está bien por hoy, me acuesto en el piso, me siento y dejo que todo ese espacio que creé vaya a mi vida. Me abro al silencio.
Y usted sigue bailando cada día.
Sí, me caigo, me levanto y sorprendo, y a veces me olvido de mí y soy danza.
Muchas gracias por estas lecciones, Graciela.