Último capítulo del relato de nuestro recorrido por Gran Bretaña, que concluye con la visita a Londres donde, como ya os relate en el primer post del viaje, también pudimos dormir por libre, sin entrar en camping.
Nos despertamos envueltos por la niebla y lloviendo y ponemos dirección al parque nacional Exmoor, pero 100 km después continua igual, lo que estropea nuestros planes de subir a su colina más alta para divisar las vistas y hacer allí un picnic. Cambiamos destino y nos acercamos a Salisbury; aparcamos en una calle cerca del centro, el parquímetro está limitado a dos horas, de modo que cogemos los chubasqueros y salimos a descubrir la ciudad.
Tras la visita seguimos hacia Winchester. Llegamos cuando faltan 10 minutos para las seis de la tarde y descubrimos que a partir de esa hora no hay que pagar parquímetro hasta las 8 de la mañana, así que buscamos una calle tranquila y decidimos pernoctar allí.
Otro edificio con una estética muy bonita es el Guidelhall.
No ha parado de llover en toda la noche, pero al despertarnos el cielo se dibuja azul y despejado. Creo que es la primera vez desde que entramos en Gran Bretaña que no hay nubes grises sobre nuestras cabezas. Cuando llegamos a Brighton, nuestro siguiente destino, descubrimos que las principales calles están cortadas porque se celebra el día del orgullo gay con un gran desfile. Nos alejamos en dirección al paseo marítimo y a cierta distancia del centro conseguimos aparcar. Para cuando estamos de regreso al meollo, el desfile ya ha finalizado, pero en las calles sigue habiendo un gran ambiente festivo entre la gente.
Se trata de un edificio construido en el s.XIX como lugar de descanso y esparcimiento de la realeza; su cercanía con Londres y su ubicación en la costa sur de Inglaterra, hacen de Brighton un lugar perfecto para eso.
Un paseo por la playa, que aquí en lugar de ser de arena es de cantos rodados, y por su muelle de recreo, el Brighton Pier, que alberga una especie de feria con atracciones, es la manera perfecta de terminar una mañana estupenda.
Nuestro siguiente paso lo veíamos como el reto más difícil que nos habíamos planteado en este viaje, dormir en Londres por libre. Debíamos encontrar un sitio que tuviera buena comunicación con el centro (la "city"), donde se pudiera aparcar la autocaravana durante tres noches sin saltarse ninguna norma y que no pareciese peligroso.
Para encontrar buen trasporte nos parece que lo mejor es empezar acercándonos a la zona donde se ubica uno de los principales campings, el "Crystal Palace". Así lo hacemos y, de camino, nos dedicamos a callejear por los barrios buscando algo que tenga buena pinta. De pronto localizamos un parque del mismo nombre (Crystal Palace) que es inmenso y está lleno de plazas de aparcamiento completamente gratuitas. Una estación de autobuses está situada justo en una de las entradas del parque (de hecho es la misma a la que deben acercarse los que están alojados en el camping, pero ellos tienen que recorrer más distancia) Parece un sitio perfecto, solo nos queda una pregunta, ¿será seguro? Lo mejor es pasar allí un rato y observar el panorama.
No se ve gente extraña, casi todo son familias disfrutando del fin de semana, pero quién sabe qué pasará al caer la noche. Decidimos preguntarle a una señora mayor que está paseando su perro, ella nos dice que es un barrio tranquilo y que no suele haber problemas y eso nos convence para intentar hacer noche allí.
No tenemos claro qué hacer, pero ya es tarde e incluso el camping estará cerrado. Antes de una hora los jóvenes se han ido y estamos de nuevo solos. Poco antes de medianoche vemos que regresa el coche de policía, entra en el parking, se para junto a nosotros unos segundos y continua.
Finalmente nuestras tres noches pernoctando allí fueron de lo más tranquilo y además estábamos estupendamente comunicados. La parada estaba a cinco minutos andando y el autobús número 3 nos dejaba en pleno centro (paradas: parlamento, trafalgar square o picadilly circus)
Nuestro segundo día nos acercamos hasta Covent Garden y exploramos a fondo el museo Británico y el museo de historia natural; ambos son gratuitos y muy interesantes.
En el mercado cubierto de Covent Garden estaban preparando ¡¡una paella!!
El museo Británico daría para un día entero de visita. Entre sus objetos más preciados está la famosa piedra de Rosetta, que permitió descifrar los jeroglíficos egipcios gracias a que tiene la misma inscripción escrita en este lenguaje, en demótico (otro tipo de escritura egipcia) y en griego.Una de los puntos fuertes del museo de historia natural es el propio edificio.
El hall central, con la estatua de Darwin presidiendo la sala, es precioso; parece que estás en una catedral.
Noel, por aquel entonces apasionado de los dinosaurios, disfrutó especialmente con esta visita.
Espectacular esta sección de un tronco de sequoia gigante. Quién nos iba a decir que un año después estaríamos en mitad de un bosque rodeados por estos increíbles árboles en el Sequoia National Park.
A las 7 en punto estamos en pie para no pillar el atasco de Londres y nos dirigimos a Dover. Llegamos a la oficina de los ferries a las 9:00. Intentan vendernos un viaje muy caro como si no hubiera más posibilidades, pero después de insistirles mucho nos encuentran pasajes para el de la 1 de la madrugada por 40€ todo (casi la mitad de lo que nos costó ir) Aprovechamos el día, que vuelve a ser lluviosos después del inciso de Londres donde nos hizo mucho calor y sol, para ver por fin los famosos acantilados blancos de Dover. Al llegar como era de noche no pudimos contemplarlos.
Como tuvimos la experiencia, en nuestro viaje hacia aquí, de que nos metieran en un ferrry anterior al que nos habían asignado, lo intentamos de nuevo. A las 20:00 estamos en el muelle y bingo, a las 22:30 nos dicen que podemos embarcar, no tendremos que esperar hasta la una.
Los siguientes dos días están dedicados casi en exclusiva a conducir de regreso a Madrid, salvo una parada que hacemos para dar un paseo por Burdeos.