A finales de la primera mitad del siglo pasado, George Orwell escribió 1984, una novela que presentaba un tiempo futuro no muy lejano donde todas las dimensiones individuales de la persona eran controladas.
Sin embargo, el fenómeno del Gran Hermano no ha hecho más que madurar y tomar posiciones con el paso del tiempo. La distopía de Orwell se materializa y hace presente desde el mismo momento que manejamos un dispositivo conectado a Internet o desde que utilizamos un teléfono móvil. La tarjetas de fidelidad de los supermercados, de un modo más subterfugio y, aparentemente más rudimentario, cumplen la misma función: saber cómo, cuándo y qué consumimos.
Sin embargo, el ciudadano medio ha aceptado dócilmente este tipo de control a cambio de prebendas varias, como descuentos en artículos o como daño colateral por poder estar comunicado o por tener acceso a una red supranacional de datos. Lo que pocos podían dar por cierto es que la agencia de seguridad norteamericana estuviera espiando, como ocurría tras la IIGM, a lideres nacionales europeos. Ahora, en plan paternalista, EE.UU, dice que los europeos deberían sentirse alagados de estar amparados por el paraguas protector gringo.
Sea como fuere, lo cierto es que con el desarrollo de las tecnologías de comunicación la sociedad de control cada vez está más cercana.alfonsovazquez.comciberantropólogo