Revista Cultura y Ocio

Grand Canyon (Lawrence Kasdan, 1991)

Publicado el 03 enero 2010 por Vivian
Grand Canyon (Lawrence Kasdan, 1991)
Control, control, control ¿Cuando te darás cuenta de que nada se puede controlar? Vivimos en el caos, es el gran problema de nuestra vida. Echa un vistazo, en este aparcamiento todos luchan por controlar, y sabes qué intentan controlar todos y cada uno, el miedo, intentan controlar su miedo.
¿Ha ido a ver el Gran Cañón?... Tiene que ir a ver el Gran Cañón, es increíble… Cuando estás allí te das cuenta de lo mierdas que somos, de lo absurdo que es darle importancia a lo que hacemos, como si nuestro tiempo significara algo para esas rocas… Aquellas rocas se burlaban de mí, lo noté, de mí y de mis problemas, todo era un chiste para el Gran Cañón… Me sentí insignificante…
La pelota golpea el aro de la canasta en una cancha de barrio, unas manos atrapan el rebote, pase y…. canasta de Magic Johnson.
El forastero eligió un mal día para acabar en aquel barrio, los chicos malos le tienen acorralado, y entonces, como en el mejor western, unas botas pisan con firmeza el suelo para acudir al rescate.
De casualidades y causalidades, la vida y el caos.
A veces la casualidad convierte al desconocido en salvador, al salvador en amigo y al amigo en pieza clave. A veces una niña indefensa pasa a ser una necesidad en lugar de una necesitada. A veces cambiar de barrio no aumenta tu esperanza de vida de 24 años, sólo cambia el color de la mano que apretará el gatillo. A veces un reloj se convierte en un fémur destrozado por una bala, y un fugaz cambio en la visión de la vida.
Nunca soñé que volaba, pero debe ser así, la felicidad de sentirse etéreo, contemplando el desastre desde arriba, libre, feliz, sin preocupaciones, pero con el vértigo que supone saber que en cualquier momento podemos caer.
A veces, sólo a veces, las casualidades se convierten en causalidades y el caos adquiere sentido.
Claro que todo eso carece de importancia cuando mirando la inmensidad del Gran Cañón descubres que en realidad son esas piedras las que te miran mientras se ríen, de ti, de tus problemas, y de tu insignificante existencia.
Grand Canyon es una película sobre la vida más allá de trascendentalismos y sentidos filosóficos elevados, es la vida en el día a día. La vida de unos personajes que tratan de encontrar algo de sentido a su existencia en el sinsentido que supone vivir en una gran ciudad. Hay tantas maneras de morir en esta ciudad que el milagro es terminar el día y seguir vivo, dice Kevin Klein, pero en su caso el riesgo es sólo anécdota por la elección de un camino equivocado, los que viven en ese barrio perdido son los que realmente conocen la realidad del milagro de seguir respirando al terminar el día.
Grand Canyon es un magnífico ejemplo de una combinación perfecta de la palabra y la imagen, con un guión excepcional, donde los acontecimientos se suceden con la naturalidad de la vida misma, donde la casualidad nunca parece forzada, porque resulta real y creíble. Con diálogos inteligentes desde la sencillez que requieren las cosas que de verdad importan, y con un uso sobrevivo de la imagen, con escenas que permanecen, que invitan a la reflexión y que nos cuentan todo sin necesidad de palabras. Una película que hace sentir, y hace pensar.
Destacar la magnífica banda sonora, que encaja como un guante en la película.
Y mención especial a la autoría compartida del guión, que obtuvo una nominación al Oscar, escrito por Lawrence Kasdan y por su esposa, Meg Kasdan.
Todos tenemos nuestro Gran Cañón, el mío siempre ha sido el mar...
Aprovecho para desearos a todos un Feliz Año Nuevo.

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