¿Se puede salir campeón mundial juvenil con un plantel integrado por el ex arquero xeneize Cristian Muñoz, Martín Perezlindo, Nicolás Diez, Chirola Romero, Poroto Cubero y el desconocido Pablo Rodríguez? Sí, claro que sí. Al menos Pekerman pudo. Pero la clave estuvo en sentarlos en el banco de suplentes, mientras dentro del campo de juego Argentina conformaba un equipazo, que jugaba bien y se llevó el certamen merecidamente.
En el primer partido, el séptimo lugar banquillo lo ocupó Diego Quintana, más conocido como Quintanita, un petizo escurridizo que, a fuerza de buenas actuaciones, se fue ganando un lugar entre los titulares.
En el debut ante Hungría, el equipo formó con Leonardo Franco; Juan Serrizuela, Leandro Cufre, Walter Samuel, Diego Placente, Diego Markic, Esteban Cambiasso, Lionel Scaloni, Juan Román Riquelme, Pablo Aimar y Bernardo Romeo.
Más allá de los nombres –esos once titulares terminaron haciendo excelente carreras-, José Pekerman formó un gran equipo, que llegó a mostrar pinceladas de muy buen fútbol. Jugó lindo cuando se podía y puso lo que había que poner cuando el partido pedía algo más que jogo bonito.Franco se mostraba seguro en la valla, en defensa Samuel y Placente jugaron un mundial fantástico, el mediocampo combinaba la garra y el despliegue de Scaloni, Markic y Cambiasso con la magia de Riquelme y Aimar y arriba Romeo, a veces como único punta, en otras ocasiones acompañado por Quintana, la metía.
Talento, solidez, técnica, garra. Todas esas cualidades le cabían a los Pekerman Boys, que superaron la primera fase segundos, luego de superar a Hungría y Canadá y caer ante Australia.Y, además de la jerarquía, lo que ensalzó el logró de este equipo juvenil fue el camino que recorrieron para consagrarse campeones. En octavos de final, se midieron, nada más y nada menos, que con Inglaterra, que, con la joven estrella Michael Owen a la cabeza, se erigía como uno de los máximos candidatos al título, tras superar cómodamente la primera rueda siendo uno de los equipos más goleadores y ostentando la valla menos vencida.
Pero Argentina lo superó con holgura 2 a 1, pese a que terminó sufriendo por la falta de efectividad en ataque. Riquelme cambió por gol un penal cometido a Aimar y el Payaso estampó un golazo para el triunfo albiceleste. A Romeo, cuyo DNI acusaba 19 años pese a que las prominentes entradas en el cabello indicaban otra cosa, le anularon mal un gol que podía haber aumentado la ventaja.
Para hacer más épica la gesta, en cuartos de final vino Brasil. ¡25 goles en cuatro partidos habían hecho los de la verdeamarelha! Venían de vapulear ¡10 a 0! A Bélgica. Pero no pudieron con la celeste y blanca. Partido cerradísimo, trabado. Pekerman mandó a la cancha a Scaloni y a Perezlindo, que fueron los que inflaron la red del clásico rival para sellar el pasaje a semifinales, donde vino Irlanda, un rival más modesto y accesible, al cual las promesas argentinas derrotaron 1 a 0.Y en la final, sellando un mundial soñado, los pibes superaron a Uruguay 2 a 1. ¿Qué más podía pedirse? Argentina fue un justo campeón, dejando en el camino a tres clásicos rivales, con un equipo que jugaba lindo y metía. Con la desfachatez de un equipo juvenil, con la actitud de un equipo de hombres.