Después de observar detenidamente la nómina de jugadores que integraron el plantel juvenil dirigido por Hugo Tocalli en el Mundial jugado en Trinidad y Tobago, resulta inevitable preguntar varias veces al aire “¿y éste quién es?”. Perdidos en el intrincado mundo del fútbol, muchas de las jóvenes promesas que lograron el cuarto puesto en el certamen no llegaron a trascender.
Muchos de los que hace diez años prometían convertirse en estrellas hoy están en el ocaso de sus carreras, mientras que unos pocos lograron responder, en mayor o menor medida, a las expectativas.
Si bien la plantilla estaba integrada por jugadores con profusos curriculums, como Javier Mascherano, Carlos Tévez, Maxi López, Pablo Zabaleta o Gonzalo Rodríguez, también había players que pasaron rápidamente al anonimato, como Rubén Salina, Lucas Correa, Marcos Fanari, Matías Argüello, Raúl Gorostegui, Raúl Osella, Santiago Abete, Hernán Mattiuzzo.
Surgido de Independiente, Salina integró el plantel campeón 2002, aunque no tuvo minutos en cancha. Tras jugar algunos partidos en el equipo que penaba con los promedios, el defensor se fue a Olimpia de Paraguay. Un año después, recaló en Talleres Remedios de Escalada. A los 23 años, seis años después de jugar un mundial juvenil, recalaba en un equipo de la B Metropolitana. Y dos años después descendía a la C.
El caso de Lucas Correa es paradigmático. Era el 10 del equipo, el distinto. Hasta se hablaba que Barcelona lo quería comprar cuando brillaba en las inferiores de Rosario Central, donde tuvo pocas posibilidades de mostrarse en Primera. Se fue a Tigre, tampoco jugó, por lo cual se fue a Italia, donde vistió ¡nueve camisetas en siete años! En el ascenso.
Matías Argüello no se puedo mostrar en la Primera de River, y, tras años jugando en la reserva, fue dejado en libertad de acción y emigró al ascenso italiano. Tampoco llegó a defender la camiseta de San Lorenzo en Primera el arquero Santiago Abete –suplente del fallecido Lucas Molina en el Mundial-. Se fue a Tigre, donde tampoco debutó. Terminó jugando en el Argentino B, en Alvarado.
Fanari, quien le dio a Argentina el pase a semifinales marcando el gol de oro ante Mali, no tenía lugar en el Rojo y se fue a Bolivia a probar suerte. Tras pasar por Suiza –jugó en el turbio Locarno, el club de los misteriosos negociados- y el ascenso español, volvió al país para jugar en torneos regionales.
En el Locarno, Fanari se reencontró con Raúl Osella.-un defensor que debutó en Boca en la derrota 7 a 2 ante Rosario Central-. Se hizo querer por los suizos, pero retornó al país que lo vio nacer que se ilusionó con sus condiciones para jugar en el Argentino B.
Gorostegui, por su parte, un aguerrido defensor proveniente de Vélez Sarsfield, deambuló por diferentes clubes del ascenso hasta terminar en certámenes regionales. Similar fue el caso de Mattiuzzo, que siguió el mismo recorrido, pero partiendo de San Lorenzo.
La lista de jugadores se completaba con jugadores de suerte dispar, pero carreras un tanto más provechosas. Como Walter García –surgido de Argentinos Juniors, jugó en las ligas de Italia, Rusia, Estados Unidos, Uruguay y ahora defiende la casaca de Guillermo Brown, en la B Nacional-, Marcos Aguirre –salió de Lanús, pasó por Valladolid y ahora está en Nacional de Uruguay-, Hugo Colace –también producto de la cantera de La Paternal, estuvo en Brasil, Inglaterra y ahora continúa su carrera en México- y Rubens Sambueza –tras dejar River, llevó sus caños y sus gambetas a Brasil y México-.
Este plantel es un claro ejemplo de lo complicado que es el mundo del balompié. Jugadores con potencial que prometen pero nunca explotan, cracks sin posibilidades de mostrarse y sólo unos pocos que llegan a conocer lo que es triunfar en el fútbol. Pocos pudieron recorrer ese camino, muchos quedarán englobados en el grupo del “¿y éste quién es?”.