Yo me quedé un buen rato mirando aquella estatua intrigado por el anacronismo que implicaba el pequeño dinosaurio en la escultura. Parecía la broma de alqún chiquillo: un juego de muñecos en los que habría mezclado irreverentemente alguna estatuilla venerada por sus familiares con su colección de juguetes y monstruos. No escuché, por tanto, con la debida atención las explicaciones de nuestra guía a los peregrinos que miraban sorprendidos como yo semejante escena y tan solo pude escuchar al final, ante la pregunta de alguno de los visitantes, que más tarde nos explicaría el porqué de ese animal antediluviano acompañando a la santa.
La guía no llegó a explicar el misterio. La ruta de la lana (una porción de ella, hecha para acercar al visitante a la cultura y tradiciones de los pueblos de la zona) ocupó el resto de la jornada y no hubo ocasión, o memoria, para desvelar aquella incógnita.
Pero a mí me seguía rondando por la cabeza aquel misterio y decidí investigar por mi cuenta. Primero hube de localizar el templo donde habíamos estado. Yo no recordaba con precisión en cuál de las iglesias de la histórica Cifuentes la habíamos visto. Por otro lado, yo pensaba que la imagen correspondía a la Virgen María. Así que busqué infructuosamente "La Virgen del triceratops". Amplié entonces los márgenes de decisión del buscador tecleando Virgen + triceratops (sin éxito también) y posteriormente Virgen + dinosaurio. En esta última búsqueda me encontré con un hallazgo sorpendente: existía una Virgen de los dinosaurios y estaba en Portugal. Más adelante en esta misma entrada haré una reseña sobre esta curiosa virgen y la historia de su advocación. Ahora me centraré en explicaros que finalmente, y después de probar varias combinaciones, encontré la única imagen existente en internet de esta estatua en un banco de imágenes (concretamente en Flirk ) y que no se correspondía con "La Virgen" sino con "Santa Marta".
Una cosa lleva a la otra y, en un honesto afán de documentarme para la entrada, me enfrasqué en informarme sobre la vida de esta santa y su relación con los dragones. San Lucas nos cuenta en su evangelio que Marta era hermana de Lázaro y María de Betania, esta última identificada con María Magdalena. Según cuentan los evangelios, los tres eran grandes amigos de Jesús. Marta, durante una visita de Jesús a su casa, llega a regañar a su hermana por quedarse embelesada escuchando las palabras de Jesús y dejarla a ella sola a cargo de los preparativos para la comida. En aquella ocasión Jesús salió en defensa de María alabando su actitud. Hasta aquí llegan las fuentes bíblicas. La segunda parte de la historia está extraída de la Leyenda Dorada (recopilación de unas 180 historias fantásticas sobre santos y mártires cristianos recogidas por Jacobo de la Vorágina en el s. XIII. San Jorge y Santa Marta son protagonistas en ella como personajes que luchan contra dragones que asolan la tierra de los hombres): Tras la muerte de su amigo y Mesías ambas hermanas viajaron a Francia (48 d.d.C). Marta llegó durante sus viajes a Tarascón (Provenza), donde un dragón con el nombre de "Tarasca" sembraba el pánico entre sus habitantes. Marta, con agua bendita, una antorcha y repitiendo las palabras de Cristo logró derrotarlo. Dominó a la bestia con sus oraciones y la llevó hasta la ciudad atándola con el cinturón de su vestido. Según su propia leyenda, la doncella fue enterrada en la colegiata de Tarascón.
He aquí, pues la relación de nuestra Santa Marta con el triceratops. Álguien, al leer la descripción que las crónicas hacen de La Tarasca, decidió que tenía que ser un triceratops del que, quizás, conocía algunos fósiles. No es de extrañar pues describen a La Tarasca de este modo:
"Con un tamaño mayor que el caballo más grande o el buey más corpulento, la Tarasque se erguía sobre seis poderosos miembros equipados con las zarpas asesinas de un oso, y movía furiosamente su larga cola viperina de un lado a otro como tralla viva. La magnífica melena de su cabeza de león fluía alrededor de sus hombros, y sus dientes eran grandes dagas mortíferas de marfil. Lo más extraordinario era el imponente caparazón incrustado en su espalda."
Pero las asombrosas relaciones bíblico-jurásicas no se acaban ahí; como ya dije, teníamos advocaciones de la Virgen de todo tipo, pero faltaba la última, la Virgen del Dinosaurio.
El origen de esta mítica imagen se basa en uno de los ejemplos más llamativos de interpretación mitológica del registro fósil en la Península Ibérica y se refiere a las huellas de dinosaurios del Cabo Espichel, en Portugal. Los creyentes portugueses han atribuido los numerosos rastros de dinosaurios, que parecen salir del mar y alcanzar la parte alta de una colina, como la evidencia de que la Virgen paseó por esos acantilados a lomos de un borrico. Incluso, en el lugar al que se supone se dirigen estas huellas, se construyó un monasterio que es, aún hoy, lugar de peregrinación. En este monasterio se conserva (en una pequeña capilla) un azulejo en el que se puede ver a la virgen a lomos de un borrico dispuesta al final de uno de los rastros de dinosaurio.
Respetando la leyenda y añadiendo una consecuente interpretación del rastro, lo que se conseguía era la imagen de la virgen ascendiendo por el acantilado a lomos de un dinosaurio (extraño ejercicio de lógica de sorprendente conclusión). Quizás la composición pueda inspirar a algún pastorcillo o pastorcilla para "ver" aparecerse a la Virgen del Dinosaurio en algún recóndito lugar. Esta interpretación no es tan extraña si consideramos que las nuevas teorías de los creacionistas aseguraban que los dinosaurios subieron al arca de Noé. Lógicamente deberían entonces haber sido contemporáneos de los seres humanos y, ya puestos, no costaría nada creer que sobrevivieran hasta la época de Jesucristo.
Después de lo visto no me queda más remedio que renovar un poco mis figuritas del Belén. Añadiré una Santa Marta con triceratops y una Virgen María con dinosaurio, quizás con Tiranosaurius Rex; o quizás se lo dejo directamente a discreción de mis sobrinos y que instalen en el Belén su colección de muñecos fantásticos.