“Dad gracias alSeñorporque El es bueno, porque para siempre es su misericordia”.Salmos 136: 1
No hay cosa más molesta que un mal agradecido. La ingratitud es un mal moderno. Nace de una sociedad que ha tergiversado el sentido de la singularidad de forma que la vuelto egolatría. La gratitud es el don de “reconocer el favor, no obligado valga la aclaración, hecho por nosotros”. Las personas agradecidas son humildes y emocionalmente sanas. Se reconocen como parte de un todo y se abren a las influencias y acciones positivas de los demás. Por su parte, el ingrato o la ingrata, se creen suficientes. Están tan enfermos y empequeñecidos que niegan la necesidad de los demás. Muchos llegan al extremo de evitar o rechazar favores por el hecho de no tener que sentir gratitud. Ser agradecido no tiene precio. Es reconocer las virtudes de la persona o situación que nos benefician. El Salmo 136 es fruto de un corazón agradecido. Un corazón consciente de su indignidad, como fue el corazón de David, pero abierto a las misericordias de Dios. El salmista está claro en porque siente tal gratitud: “porque El es bueno, porque para siempre es su misericordia”. Dios es eterno y sus atributos también… ¡nosotros somos quienes nos imposibilitamos para gozar de sus bondades y misericordias! ¿La prueba de su gran y no arbitraria bondad? Cada día que te levantas, el sol que sale, los momentos de felicidad que vives en el día, las pocas personas que aportan a tu día; etc.
Es tiempo de ser agradecidos. Agradece a las personas, aunque estas no te lo aprecien… agradece a Dios, porque El es bueno aunque no lo merezcamos. ¡Es bueno que se piense y se haga!