Resulta incomprensible el entusiasmo de los medios de comunicación ante el resultado de las elecciones griegas. Estamos donde estábamos, solo que con el voto popular un poco más concentrado en dos opciones políticas irreconciliables.
La prensa continental ha saludado la victoria de los conservadores -victoria trabajosa y del todo insuficiente- como el fin del 'problema griego'. Lo único que demuestra esa alegría precipitada e injustificada es la estulticia de las grandes empresas periodísticas y la obstinación de los intereses que defienden.
Los conservadores de Nueva Democracia solo puede gobernar si quienes dirigen el PASOK (reducido ahora a una amalgama de social-liberales y socialdemócratas de derecha) son tan estúpidos como para optar por el suicidio político a corto plazo. Y Evangelos Venizelos, su actual líder, ha demostrado no ser tan ingenuo como su antecesor, Papandreu. El PASOK acaba de condicionar su entrada en el Gobierno a que este se configure como un gabinete de Concentración Nacional, con Nueva Democracia, PASOK, Syriza y Dimar en los ministerios. Lo que equivale a decir sencillamente, que PASOK no estaré en el próximo Consejo de Ministros.
Syriza por su parte podría intentar convocar a Dimar y a lo que queda del PASOK con sensibilidad de izquierdas. Tarea imposible ahora, porque no solo no sumarían sino que en el improbable caso de que los otros dos socios necesarios se avinieran a un Gobierno de izquierdas, la guerra que se abriría contra este podría conducir a cualquier escenario menos a uno favorable a los intereses populares. La izquierda griega no tiene hoy la fuerza suficiente para imponer un programa, y por tanto deberá pechar con lo que venga.
Y lo que viene es al parecer un gobierno en solitario de Nueva Democracia con apoyo parlamentario de PASOK y Griegos Independientes, y un posible pacto de no agresión con Syriza y Dimar. Pero esto es pan para hoy y hambre para mañana. La situación griega está bloqueada, y para acabar de adobarlo los alemanes se han apresurado a decir que no van a negociar nada: las condiciones impuestas a Grecia se deben cumplir a rajatabla. Si lo hacen así, ellos mismos ahorcarán políticamente a Antonis Samarás, el líder derechista y presumible futuro primer ministro.
Ocurre que la derecha no ha sido capaz de ganar con la suficiencia que necesitaba. Y ello porque Nueva Democracia no ha podido deglutir a los dos partidos de extrema derecha, los ultranacionalistas Griegos Independientes y los nazis de Amanecer Dorado. Este último partido se consolida gracias a las ruinas electorales del KKE, el viejo partido estalinista, al que sus electores abandonan por el totalitarismo ascendente; el nazismo rejuvenece en Grecia, como en otros países europeos, gracias a los sectores más reaccionarios de los antiguos partidos comunistas oficiales. El pase de Mikis Teodorakis del KKE a Nueva Democracia, ocurrido ya hace unos cuantos años, fue en ese sentido premonitorio.
Syriza no gana porque, de modo paralelo a los conservadores, no ha podido zamparse a Dimar, que mantiene prácticamente intacta su representación y queda a la espera de empezar a comerle espacio a la coalición izquierdista, ni al PASOK, que para sorpresa de todos ha aguantado el tirón en lo que al parecer constituye su suelo electoral. Entre PASOK y Dimar -que son dos cosas muy distintas, para desazón de algunos simplistas- suman casi el 20% de votantes, así que en Syriza alguien debería empezar a echar cuentas.
Y es que la coalición izquierdista, que ha hecho hasta ahora un excelente papel, comienza a dar síntomas de haber tocado techo. Su salto electoral ha sido importante, pero no decisivo. Y sobre todo, ha fracasado en el intento de aglutinar a toda la izquierda.
Syriza funciona sobre tres patas, cada una orgánicamente diferenciada de las otras dos. Los antiguos eurocomunistas, equivalentes en España a la ICV catalana, lideran por ahora la coalición. Los socialistas y socialdemócratas de izquierda, salidos del PASOK y con un ojo en Dimar, su espacio natural, son la segunda pata. Y la tercera, la constituye un batiburrillo de eso que llaman 'izquierdas alternativas' en el que cabe casi cualquier cosa que enarbole una bandera roja o verde. Hasta ahora el joven Alexis Tsipras ha cabalgado el tigre de modo magistral, tal vez porque la esperanza de crecimiento electoral continuo y el gobierno al alcance de la mano son el mejor cemento para unir coaliciones independientemente del color político de estas. Pero Syriza está sino en su techo seguramente muy cerca de él, y pronto puede empezar la gresca interna.
Mientras tanto el país se sigue desangrando. En los últimos días empresas como Carrefour han anunciado que se van de Grecia, el empleo cae hasta la irrelevancia y la evasión de capitales alcanza máximos históricos; como consecuencias sociales más palpables, los ricos empiezan a atrincherarse en determinadas islas, la clase media se desmorona sin remedio y la clase obrera corre peligro de extinguirse por inanición. Desde hace meses han cesado la inversión y el consumo. El turismo, única fuente real de ingresos en estos momentos, se retrae de modo imparable a pesar de la caída de precios.
De seguir así la guerra civil en Grecia es una posibilidad no descartable a corto plazo, como lo es el golpe de Estado militar 'suave' o menos suave según fuera la resistencia popular al mismo. Ante semejante panorama cabe exigir a la izquierda griega responsabilidad y audacia a partes iguales, y desde luego el hacer oídos sordos a cantos de sirena interesados y aparentemente contradictorios: su abanico de opciones nunca debe limitarse a elegir entre la entrada de hoz y coz en un Gobierno sumiso a los 'mercados' y la pelea de barricadas en las calles sin esperanza alguna de ganar.
Queda por ensayar la apuesta política de altura: una alternativa democrática y de izquierdas que abarque desde el PASOK hasta Syriza y Dimar, y que incorpore también a sectores democráticos republicanos. No se trata de pactar para gobernar ahora, sino de trabajar conjuntamente para preparar un Gobierno de alternativa sistémica. Hay que empezar a construir el Frente Popular griego, en suma.