¡Buenas noches, Calderer@s!
¿Os acordáis de que andábamos de viaje por Grecia buscando El Caldero? Pues, a quién le apetezca retomar la historia que pase y se siente junto al fuego, porque seguimos con la crónica.
En esta jornada, justamente acabábamos de pasar el ecuador del viaje y la verdad es que el cansancio iba haciendo un poco mella en nosotros. Teniendo en cuenta de que al día siguiente nos esperaba un día de los “moviditos” (excursión de 5 horas a Delos y Mikonos, más cambiarnos de pensión) decidimos tomarnos el día “extra” que habíamos tenido que echar en Naxos con tranquilidad.
Así que el planteamiento fue, por la mañana, excursión en autobús a Halki, un pueblecito del interior, y por la tarde, tumbarnos a la bartola en la playa de vuelta en Hora Naxos.
El pueblo de Halki, a 16 km de Hora Naxos, se encuentra ubicado en el área central de la región de Tragea, que es el área más grande dedicada al cultivo del olivo en las Cicladas.
Halki tiene una larga historia y fue una vez la capital de Naxos, así como su principal centro administrativo y comercial. Los edificios y casas de estilo Veneciano son los testigos que han quedado para contarnos de la riqueza y el poder de antaño de este hoy escondido pueblo.
El centro histórico es muy pequeñito. En 30 minutos escasos os daréis cuenta de que ya no os queda una calle, ni un árbol de buganvilla por el que pasar. Pero pasear por esas calles que asemejan la espuma de las olas cuando el mar se recoge plano sobre la arena tiene un poco el mismo efecto relajante de cuando uno se queda mirando absorto el ir y venir del océano, siempre igual, siempre distinto.
La mayoría de las calles que están vacías al comienzo del día, se llenan de turistas y bullicio conforme pasa la mañana y se acerca la hora de comer. Pero ni mucho menos es el ambiente agobiante de otras islas. Incluso con un viaje de estudios ocupando la plaza principal, el pueblo no daba la sensación de desbordado. Al contrario, tranquilidad y paz y quietud en cada esquina que doblábamos.
Un almuerzo en cualquier taberna del pueblo es algo más que apetecible, pero nosotros decidimos darnos un paseo por uno de los muchos senderos que rodean el pueblo, algunos de ellos rutas de incluso medio día o un día completo para explorar el valle.
Nosotros no íbamos tan lejos ni mucho menos. Tras unos 15 minutos de caminar entre olivos y lindes de fincas finalmente llegamos a la pequeña iglesia bizantina de Agios Georgios (San Jorge). Estaba cerrada por lo que no pudimos admirar los frescos que se la guía prometía en su interior. Pero aún así fue un paseo interesante.
Iglesia de Agios Georgios. Halki.
Así que una vez vista la iglesia y paseados los olivos, nos volvimos al pueblo a sentarnos en la plaza de a esperar el autobús de vuelta. Curiosamente, el bus que se suponía que tenía que llegar, no llegó y nos llevó una combi de pasajeros que iba en dirección contraria, pero que nos llevó hasta su destino final, Filoti, para inmediatamente darse la vuelta (en una calle-carretera principal estrechísima en mitad del pueblo con un atasco gigantesco y haciendo gala de una destreza al volante digna de admirar) y volver a través de los campos de olivos hasta Hora Naxos.
Para comer, nos compramos por el camino desde la parada del bus a la pensión unos Gyros, y nos los comimos en la terracita de nuestra habitación más agusto que todo.
Llegaba el momento, después de tantos días sin parar de movernos de un lado para otro, de poner nuestros traseros viajeros a reposar en la fina de dorada arena de la playa de San Jorge a una paseito corto andando del centro de Naxos.
Teníamos una misión que cumplir antes de poder disfrutar de la playa, no obstante, y se trataba de encontrar otro sitio para dormir al día siguiente, pues, solo teníamos dos noches reservadas en Naxos, y la disponibilidad del ferry de vuelta al Pireo nos había obligado a quedarnos un día más.
Habíamos preguntado a la dueña de la pensión que había hablado con varias personas conocidas, y todo el mundo tenía todo ocupado. Sin embargo, cual no sería nuestra sorpresa, que en la primera pensión que paramos a preguntar (llamada Filoxenia, sería por eso, jejeje) justamente nos dijeron que tenían un hueco para una sola noche al día siguiente, y a un precio medio aceptable, 45€ los dos. Así que ¡asunto arreglado casi sin querer!
¡Al agua patos!
Al principio la playa está muy concurrida, como muchos restaurantes y hoteles que tienen sus mesas y sillas prácticamente metidas en el agua, pero caminando un poquito y alejándonos del centro podemos llegar a estar muy agustito sin necesidad de tomar el autobús para ir a una de las super playas de Naxos.
Así que allí nos quedamos, y así pasamos la tarde: baño va, baño viene, siesta playera va, siesta playera viene, hasta que el sol estaba tan bajo ya que no apetecía seguir en biquini, y tocaba sentarse mirando al mar a esperar que cayera del todo y a que la isla de Naxos nos obsequiara con otro super atardecer de los que no se olvidan.
Por la noche, hicimos cena en la pensión (calentando el agua de los espaguetis en un camping-gas minúsculo que hacía las veces de “cocina”, lo cual tenía gracia sino fuera por la pasta que costaba la habitación). Plato de pasta con salsa picante, cervezas Mythos fresquitas, y música en directo de violines que tocaban en el Kastro que quedaba a apenas unos 50 metros de la terraza del tejado de la pensión. ¡Un lujazo por muy poco precio!
Y con un tranquilo día a nuestras espaldas (por fin) y la ilusión de la excursión del día siguiente nos fuimos a la cama sabiendo que esta isla se nos estaba instalando en nuestro corazoncito y se quedaría allí xronia kai xronia (años y años :) )
¡Hasta la próxima, Calderer@s!
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