Green room (Jeremy Saulnier, 2015. EEUU): un grupo de música punk se verá acorralado en la sede de un grupo neonazi tras dar un concierto. Esa es la atrayente premisa de este sangriento thriller de aislamiento y asedio, de cierto y progresivo crecimiento entre comunidades cinéfilas amigas del cine indie de calidad, norteamericano y con atmósfera, que era todo lo que presumiblemente reunía el anterior largo de Saulnier, la alucinada Blue ruin (2013), pese a que servidor se sintió un tanto indiferente. No es que esta Green room- ya bastante más mainstream- sea peor, pero siendo, con todo, un relato con cierto, y en algunos momentos, gran impacto en sus imágenes, no es ese trabajo de asfixiante tensión que prometía, aunque su cometido de entretener lo cumple con creces, al menos en su acto central. Toda la fotografía está filtrada en verde… como si importara. Efectismo sin llegar a verdadera grandeza, pese a que es una buena película. Fue una de las últimas apariciones del recientemente desaparecido Anton Yelchin.