Revista Cultura y Ocio
No quiso despedirse 2013 sin hacer notar su cara más funesta; pues el pasado sábado 28 de diciembre de 2013 falleció en Madrid Gregorio Torres Nebrera, compañero de departamento —Filología Hispánica y Lingüística General—, en el que era Catedrático de Literatura Española. Llevaba de baja por enfermedad desde principios de noviembre; cuando ya su situación exigió su ingreso en el hospital para un tratamiento que no le impidió seguir animado y activo, tanto para comunicarse a través del correo electrónico como para escribir sobre alguno de sus innumerables asuntos literarios de interés para alguna próxima publicación. La última separata —en pdf— que me envió, hace pocas semanas, contenía un extenso artículo en el volumen coordinado por Antonio Gómez Yebra Estudios sobre el Patrimonio Literario Andaluz V (Homenaje a Cristóbal Cuevas), sobre «Los comienzos narrativos de Esteban Salazar Chapela», un autor que le interesó desde muy antiguo, desde sus primeras clases en la Facultad de Letras de Cáceres. Antes de ese envío me había pasado su edición de la novela La enferma, de Elena Quiroga, que apareció en febrero de 2013 en la colección «Letras Hispánicas» de Cátedra. Gregorio Torres Nebrera había nacido en Baeza (Jaén) en 1948, y recaló por Extremadura tras pasar por el Colegio Universitario de Logroño, dependiente de la Universidad de Zaragoza, a finales de los años setenta, cuando comenzó a publicar sus primeros estudios sobre el teatro de la generación del 27 (Rafael Alberti, Pedro Salinas, Manuel Altolaguirre) en los primeros números de Cuadernos de Investigación Filológica (1975 y 1976). Estos inicios le convirtieron pronto en uno de los más destacados especialistas en el teatro de la primera mitad del siglo XX, en concreto, en el de autores como Salinas, del que editó comentado su Teatro (La fuente del Arcángel, La bella durmiente, El director, Caín o una gloria científica) en la «Biblioteca del Estudiante» de Narcea en 1979; o como Alberti, sobre el que publicó el volumen El teatro de Rafael Alberti (Madrid, SGEL, 1982) y del que posteriormente editó piezas como El hombre deshabitado y Noche de guerra en el Museo del Prado (Sevilla, Alfar, 1991. Reed. en Biblioteca Nueva, 2003). Recogió otras muestras sobre este campo en los volúmenes De Jardiel a Muñiz. Estudios sobre el teatro español del medio siglo (Madrid, Editorial Fundamentos, 1999) y El posible imposible teatro del 27 (Sevilla, Renacimiento, 2009). También fue editor de Tirso de Molina, de Mariano José de Larra, de Valle-Inclán —de cuyas Comedias bárbaras escribió una Guía de lectura (2002)—, entre otros autores posteriores en las diferentes entregas de la Historia y antología del teatro español de posguerra, junto a Víctor García Ruiz, que publicó la Editorial Fundamentos. Su labor de estudio, sistematización histórica y edición de la producción dramática de autores de Extremadura fue muy importante, sobre nombres como Miguel Murillo, Jorge Márquez o Manuel Martínez Mediero, a quienes editó junto a otros (José Luis Sánchez Matas, Joaquín Beltrán, Jesús Alviz o Leandro Pozas) en Teatro extremeño contemporáneo (Diputación de Badajoz, 1995) o en el tomo de la más reciente Literatura en Extremadura 1984-2009, que publicó la Editora Regional de Extremadura, y en el que difundió la obra de autores más jóvenes, como Juan Copete, Isidro Timón y Fulgencio Valares. Su aportación desde la Universidad de Extremadura a la literatura de autores extremeños no se limitó a la literatura dramática, ya que Gregorio Torres ha sido el gran editor moderno de Carolina Coronado, lo que se materializó en los dos volúmenes de su Obra poética (1993) y los tres de su Obra en prosa (1999), publicados en la colección «Rescate» de la Editora Regional de Extremadura. Su afán confesado por afrontar y publicar trabajos de varia índole sobre autores y obras de la literatura española ha cuajado en uno de los currículos personales más extensos de la universidad española, que asciende a más de dos centenares de ítems, entre artículos y libros, y que resulta inabarcable en los límites de una entrada como ésta. Su Antología lírica renacentista (1983) resultó ser un utilísimo instrumento para el comentario de textos en clase; su libro Los espacios de la memoria. La obra literaria de María Teresa León (1996) y sus ediciones de Contra viento y marea (2010), de Menesteos, marinero de abril (2011) y de La bella del mal amor (Cuentos castellanos) (2012) repararon en gran medida la desatención que sufrió una de las mujeres escritoras fundamentales de la órbita del 27; su ensayo Las anudadas raíces de Arturo Barea (2002) se alzó con el premio de investigación auspiciado por la Diputación Provincial de Badajoz y que lleva el nombre del autor de El fulgor y la sangre... De 2001 es su edición en «Clásicos Castalia» de Nazarín de Galdós, de 2008 la de los artículos de crítica teatral de Enrique Díez-Canedo El teatro y sus enemigos. El teatro español de su tiempo, y de 2011 su libro Un monarca, unos textos, una historia. La imagen literaria de Carlos V..., a propósito del cual lo entrevistó Olga Ayuso en el programa Agitación y cultura de Canal Extremadura Radio. En estos días, han hablado de Gregorio Torres en sus blogs el que fuera su alumno Hilario Jiménez y Álvaro Valverde, con quien colaboró en más de un proyecto editorial en la etapa del poeta placentino como director de la Editora Regional. Quede, por mi parte, mi recuerdo de Gregorio Torres Nebrera en esta larga pero exigua relación.