Revista Insólito

Gritar reduce el dolor. ¿Mito o realidad?

Publicado el 20 enero 2014 por Noticias Favoritas
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Sabemos que cuando algo nos duele, todos gritamos. Pero, ¿Por qué lo hacemos? ¿acaso gritar no alivia? ¿A qué viene este acto reflejo? ¿Tiene alguna utilidad el grito? Conociendo la dinámica del organismo, podríamos pensar que así es. Y es que nada sucede por casualidad. No es exclusivo del hombre, los demás animales también gritan, lloran, gruñen y muerden ante el dolor. Y en el ser humano, además, el dolor se complementa con palabrotas, lo que según dícen es mano de santo frente al sufrimiento. De hecho gritar, según un estudio, tiene sus funciones, además de paliar el dolor.

Muchos otros animales lloran, gruñen o chillan cuando algo les duele. Desarrollamos el instinto de gritar por tres razones principales:

La primera es espantar a un posible atacante, la segunda, advertir a otros de un peligro y la tercera, atraer la atenció

La zona desde la que emitimos las palabrotas se sitúa en la parte central e interior del cerebro, donde se ubica la amígdala cerebral, que interviene en la respuesta llamada “huir o luchar”, que nos prepara para afrontar la acción y reduce la sensibilidad al dolor.

Fuente: BBC

Todas las especies reaccionamos igual que nos exponen a los sentimientos más primitivos, estos son, el dolor, el miedo, el amor, la venganza, o el hambre. Y, por supuesto, la lucha misma por la supervivencia. Cada uno a su manera, pero todos emitimos sonidos de socorro cuando algo nos está poniendo en peligro la integridad física o la vida. Es un efecto del querer huir, aunque no movamos los miembros de nuestro cuerpo.

Dolor del cuerpo o el alma

En cuanto a dolores, no tenemos más que recordar un dolor de muelas, un dolor de oídos, o un parto. Experiencias inigualables, sin contar con la que supone la fase terminal de un cáncer cuando nos enfrentamos a dolores intensos. También en los dolores del alma, tendemos, a veces, a gritar, cuando lo hacen nuestros ojos mediante las lágrimas, que hablan más que nuestras propias palabras.

Es como si el grito, tuviese un efecto analgésico. Y como muestra un botón. Hemos visto que psicólogos aconsejan a sus pacientes gritar, si es que así lo necesitan, para aliviar tensión. Igualmente, existen otras circunstancias, donde si bien no es dolor lo que experimentamos, sí que son reacciones que no encuentran salida en las palabras, o que de tener plena conciencia, hubiésemos preferido callar. Son el caso del sexo, mientras practicamos el acto sexual, hay personas que se excitan dando voces.

Y miremos a los niños y adolescentes, reunidos en grupo,  en mitad de una excursión o una fiesta. Emiten gritos como si fuesen bestias en mucho casos, aunque obviamente, nadie los está matando. Somos ruidosos por naturaleza. Y alguna función tenían que tener los gritos. Por el momento, parece que estamos legitimados para continuar gritando. Lo dice la ciencia.

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