Cuando en 1856 México se preparaba para por fin tener una constitución que diera orden y legalidad a la naciente república, varias potencias mundiales estaban interesadas en nuestro territorio.
España exigía el pago de sus créditos, el embajador de EUA envió una carta a su presidente diciendo que advertía diariamente la creciente convicción de los mexicanos de que, sin la intervención, ayuda o apoyo de Estados Unidos no podrán afianzarse ningún Gobierno en este país, lo cual dejaban más que claras sus intenciones de intervención e invasión. Francia, por su parte, empieza a coquetear con la idea de expandir sus territorios seleccionando la fértil meseta de México.
En medio de ese clima de incertidumbre e invasiones constantes, ese mismo año nace (según algunos autores en la ciudad de México y según otros en Toluca, Edo de México) Guadalupe Olmedo Lama, una joven talentosa que sería la primera mujer compositora titulada de nuestro país.
Por supuesto, y dado que pertenecía a una familia adinerada, disfrutó de una excelente educación musical desde pequeña. Sus dotes fueron reconocidas desde muy temprana edad. Tenía 19 años cuando, en medio del conflicto con los Yaquis en Sonora y el revuelo de las leyes de la Reforma, fue considerada como una de las mejores pianistas de los salones que estaban a punto de ser porfiristas. Ofrece constantes conciertos ante la sociedad aristocrática mexicana y se prepara de manera autodidacta como compositora para presentar su examen al Conservatorio de la Sociedad Filarmónica mexicana.
Allí fue discípula de los grandes músicos mexicanos de esa época, como Cenobio Paniagua (1821-1882) y Melesio Morales (1838-1903). Se tituló con los más altos honores en el en 1879, ganando incluso una medalla de plata y con la unanimidad del jurado cuando contaba con tan solo 23 años de edad.
Desde 1879 fue la profesora de la clase de "Piano para señoritas" en esa institución. Además, formó parte de la Sociedad Musical Allard, colaboró para las publicaciones periódicas El Álbum Musical y Revista Melódica (1884-1886).
Debido a las sofisticadas características formales y estilísticas de su obra, así como su capacidad de crear estructuras expresivas, los expertos la consideran en un sitio privilegiado entre las compositoras de su tiempo. Entre sus composiciones se cuenta el primer cuarteto de cuerdas formal que se escribió en México denominado Quartetto per archi Op. 14.
Si escuchamos esta obra para cuerdas escrito desde la estructura más formal del siglo XIX, encontraremos ciertamente una enorme influencia de los compositores románticos europeos, pero también una voz propia y una delicadeza extraordinaria en la construcción tanto de la melodía como del conjunto.
Se conserva el certificado de la Sociedad Filarmónica donde se acredita a Olmedo como miembro desde el 10 de febrero de 1875, diez años antes de contraer matrimonio con quien era su maestro y mentor. Se casó tardíamente (para la época) con Melesio Morales, pero muere siete años antes que él. Sólo vivió cuarenta años, como la mayoría de las mujeres de su época y no dejó descendencia.
También escribió fantasías sobre temas de la ópera de Giuseppe Verdi, Wagner, Levien y Morales. La importancia de la fantasía en la música del siglo XIX no puede soslayarse. Se trata de una estructura musical mucho más permisiva que sus precedentes. Normalmente se estructuraba con una inicial presentación de temas, su reexposición en el orden deseado por el compositor, quien tenía como objetivo el equilibrio de duración entre las secciones y con ello permitía tener obras cortas y populares, de dificultad variable para que las señoritas educadas de la época las tocaran en las reuniones familiares o eventos sociales, permitiendo lucir sus dotes musicales, pero también ayudando a la difusión de la ópera en muchos estratos de la sociedad mexicana.
Que Olmedo escogiera hacer la fantasía sobre una ópera de Melesio Morales, nos permite ver el éxito que había alcanzado el maestro y el apoyo que tenía en su pareja para desarrollar su arte.
Dos de sus manuscritos más importantes permanecen en la biblioteca Candelario Huízar del Conservatorio Nacional de Música. Aunque desaparecidas, sabemos que además también compuso música orquestal y de cámara. Por ejemplo, la obertura Luisa, estrenada en noviembre de 1877, que nos deja la duda de si tenía alguna idea para escribir una , pero no llega a hacerlo.
Su trabajo vocal se centra en varias romanzas para voz y orquesta, además de voz y piano, así como obras para piano con un estilo completamente romántico. Cuatro de esas obras fueron encontradas en 2011 en el conservatorio de Milán por el pianista experto en música del siglo XIX, Cristian Cantón-Ferrer y fueron interpretadas por la pianista Silvia Navarrete.
Según este hallazgo podemos confirmar que varisa de sus obras fueron publicadas por Ricordi, entre ellas dos canciones: Mori!, romanza para piano y barítono; y Taci mio cor Op.7, para mezzosoprano o tenor y piano. Las cuales siguen sin haber sido interpretadas, hasta donde tenemos noticia.
Que sea este un pequeño homenaje a nuestra primera compositora profesional, cuya obra tiene una voz propia y logró hacer aportaciones pioneras de la música de nuestro país. Que nuestro país no olvide su nombre.