Revista Deportes

Guapos por fuera, feos por dentro

Por Antoniodiaz
Guapos por fuera, feos por dentro
Ver salir a Nerviosillo, guapo como él solo, cornipaso, con las puntas brujuleando en busca del sol de la dehesa,  bajo, bien proporcionado como el Hombre del Vitrubio, rematando en tablas, buscando con ímpetu a los valientes que lo llaman desde detrás del burladero, haciendo tomar tres veces el olivo a Padilla en banderillas, bien vale el precio de una entrada. Estampas y comportamientos de otros tiempos.  
Hasta ahí, una señora corrida de toros de los viejos Pabloromeros, es decir, que sólo son rescatables dos tercios del primer toro. Todo lo demás es descaste, genio, fuerzas bajo mínimos y dificultades insalvables para el torero. 
Hay que salvar de la quema, el tercio de varas al sexto, más por vivo y dicharachero que por intenso. A límites tan paupérrimos en el nivel de la lidia hemos llegado que cuando vemos a un toro bien colocado arrancar con trote cochinero hacia el caballo  se nos antoja que nos acaban de desvelar el tercer secreto del milagro de Fátima. Bien por Alberto Álvarez. La intención es lo que cuenta.
De lo demás, como para que te devuelvan las pelas de la entrada en la taquilla. Disposición de Fandiño, que nunca dió un paso atrás con un lote que no sumó ni una embestida por derecho. El local Álvarez, buena gente por lo que se ve, cortó una oreja que no le debe nublar la vista. El que es valiente para ponerse delante de uno de estos toros también lo es para afrontar nuevos retos profesionales. Haría bien en replantearse el futuro. Y de Padilla sólo podemos decir que no llegó ni a estar `en Padilla´.

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