Revista Cultura y Ocio

Guardianes de la galaxia, y el alcance de la cuestión serial

Publicado el 05 agosto 2014 por María Bertoni
Guardianes de la galaxia, y el alcance de la cuestión serial

Aunque con una participación mínima, Glenn Close tiene póster propio.

Después de asistir al experimento que Morgan Spurlock realizó con la comida de McDonald’s en Super size me, algunos espectadores nos quedamos con la sensación de que, cuanto más seguido -y más cantidad- comemos en esta cadena de comidas rápidas, menos bocados son necesarios para empezar a sentirnos primero llenos, luego asqueados, por fin enfermos. En otras palabras, cuanto más frecuente -y más calórica- es la ingesta de Mc combos, más rápido sentimos el rechazo: si ayer sucedía al término de una hamburguesa entera, hoy sucede cuando tragamos la mitad y mañana sucederá en cuanto mordamos una papa frita.

Algunos espectadores experimentamos algo similar con el entretenimiento que Hollywood fabrica de manera serial. Tras décadas de consumo sostenido, pocos minutos de proyección bastan para provocarnos una suerte de hinchazón que crece (y se agrava) a medida que la película avanza. Ante Guardianes de la galaxia, la sensación de saturación comienza apenas abrimos la cajita feliz y reconocemos las pretendidas sorpresas de una fórmula elaborada -apenas modificada- hace años.

Empecemos por los protagonistas, destinados a convertirse en súperamigos y en otra banda de fantásticos (cinco en vez de cuatro). Repasemos a modo de síntesis: 1) muchacho carilindo, canchero, desamorado por fuera pero noble, valiente, sensible por dentro; 2) muchacha agraciada de historia truculenta y mirada triste pero dueña de una destreza física y de una fortaleza anímica extraordinarias; 3) padre de familia fortachón incapaz de reconocer metáforas pero con el corazón lo suficientemente grande como para resignificar de manera positiva la ausencia de su esposa e hija asesinadas; 4) y 5) dos engendros cuya naturaleza híbrida (especies animal y vegetal con atributos humanos) recuerda y banaliza por enésima vez aquéllo de “lo esencial es invisible a los ojos”.

Continuemos con la articulación de binomios cuyos integrantes opuestos se atraen. Dentro del grupo protagónico tenemos, por un lado, al muchacho bonito y pícaro y a la muchacha atractiva y seria (¿amor en puerta?) y, por otro lado, al híbrido de origen animal verborrágico, astuto, calculador y al híbrido de origen vegetal, parco, con un vocabulario extremadamente reducido, de espíritu simple, cándido y solidario (socios complementarios). Más allá de esta caracterización tenemos al binomio mayor, estructural del relato de aventuras y acción: buenos imperfectos versus villanos malísimos (perfectos en términos de maldad sin fisuras, sin un solo atisbo de contradicción o remordimiento).

Prosigamos con la presentación de escenarios y vestuarios galácticos que aportan poco y nada a los ya vistos en la saga de Thor o en propuestas en principio originales -al menos sin precedentes- como Prometeo y Elysium. Sumemos la cada vez más celebrada costumbre de espectacularizar al máximo la violencia física y armamentística.

Evitemos extender la descripción de un catálogo archiconocido y limitémonos a enumerar brevemente la conformación de un elenco multiestelar que siempre incluye la participaciónde un veterano de la actuación (en este caso Glenn Close) al servicio de cierta intención caricaturezca, la convivencia entre gags pensados para el público infantil y tiros por elevación destinados a los adultos acompañantes, el infaltable cameo de Stan Lee (no olvidemos que ésta es una película de Marvel), el anuncio -a la par de los créditos- de una segunda parte ya encaminada.


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